23 mayo, 2023
Wado de Pedro iría como candidato a gobernador. El acuerdo en la Ciudad para definir las candidaturas del PRO mediante encuestas beneficiaría a Jorge Macri.
Por Ricardo Kirschbaum*
Cristina Kirchner exigió alta comprensión de texto para decodificar su monólogo disfrazado de “reportaje” en el que mostró que, aun en ese enmarañado lenguaje de ocultamiento que usa para no mostrar todas sus cartas y disimular a medidas otras, admite la situación de precariedad política del oficialismo. De mayorías a tercios.
El reconocimiento del fracaso de su estrategia de imponerle a Alberto Fernández el rumbo que el gobierno debió haber tenido, y aún debiera tener, desnuda que su conducción, tal como la pensó en 2019, no fue efectiva, fracasó. Al admitir tácita pero nunca explícitamente ese fracaso, se desespera por correrse de los resultados de esa, su fallida experiencia, insistiendo e insistiendo en responsabilizar al actual gobierno (es decir, a Fernández y albertistas) de haber llevado al peronismo a su actual situación de vulnerabilidad electoral. Es lo de siempre, si sale mal la culpa es de otro, del mundo o del universo, nunca de quién pergeñó la maniobra. Un clásico de Cristina.
Quiere desligarse, pero al mismo tiempo está atrapada en la tela de araña que construyó, luchando por conseguir un “piso” que le permita al peronismo entrar en la segunda vuelta electoral. Dicho de otra manera, por primera vez en la historia el peronismo podría quedar tercero en las elecciones y ese inédito se corporizaría con su jefatura política. Si ya está suficientemente claro que Cristina no se presenta en las elecciones porque no quiere arriesgarse a una derrota que apresure su final de ciclo, cuyos primeros signos son ya evidentes, lo real es que las consecuencias de esa pérdida la alcanzarían de cualquier manera.
Justificó, inconvincentemente, su deserción electoral en la “persecución” por parte de quienes bien quisiera llamar la “banda de los tres de la Corte”, Rosatti, Maqueda y Rosenkrantz, excluyendo al restante, Ricardo Lorenzetti, y sobre quien mantiene estudiada ambigüedad.
El elogio a Sergio Massa no significó una indicación electoral por sí misma. La ponderación a la valentía de tomar la “papa caliente” o, más aún, de arrojarse sobre la bomba a punto de estallar, sobre lo que tanto se alude en las filas del ministro, no es extensiva a los resultados de su gestión. Si el acuerdo con el FMI dejó a Macri y a Fernández sin “aptitud electoral”, como dijo la vicepresidenta, ¿por qué le daría al actual ministro de Economía chances, vistos los índices de inflación actuales y sospechados los por venir, además de su perfil más centrista y, para colmo, cercano a los Estados Unidos? Todo lo contrario de la radicalización discursiva que aumenta creciente y visiblemente Cristina.
Sin embargo, punto central, e interrogante también central, el sentido de lo que Massa ha dicho respecto del necesario ordenamiento político para no desbocar más la crisis económica. Se ha leído como un reclamo de candidatura única para él. Las últimas declaraciones del ministro arrojan más claridad. Apuntaron críticamente al abandono de tareas, según la óptica de Economía, de quienes deberían estar dedicados a ayudar en las tareas que la situación necesita. Específicamente estuvieron enderezadas contra Santiago Cafiero, el canciller, y Daniel Scioli, embajador en Brasil. Ambos enfrascados en el empeño de construir una opción presidencial para el ex gobernador de Buenos Aires.
Massa está cada vez más lejos de la idea de ser candidato. En su cercanía prácticamente desechan esa posibilidad.
Si así fuera, Cristina apelaría a uno de sus “hijos” políticos, Axel Kicillof, para defender sus trapos en la elección nacional.
Wado de Pedro, el otro de los “hijos” políticos iría como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. De Pedro cumple con uno de los requisitos expresados por su jefa el jueves: es hijo de la “generación diezmada”, a quienes Cristina les quiere dar la posta, pero no tiene perfil propio.
Algunos han destacado que lo importante de las palabras de Cristina es la mención a un acuerdo político para salir de la crisis. Es argumento muy usado pero a la vez rechazado en la práctica. Que Cristina haya vuelto a mencionarlo puede ser signo de madurez o de debilidad, o las dos cosas al mismo tiempo. Pone en escena un concepto que, se sabe, provoca reacciones dispares en la oposición. Pero, claro, dentro y afuera del gobierno están los que piensan por qué Cristina no empieza por casa con la materia.
Larreta, por ejemplo, ha hecho del acuerdo una pieza central de su estrategia presidencial y eso le trajo más problemas que adhesiones en su propio partido, sobre todo de parte de Patricia Bullrich, que basa su táctica para las primarias en mostrarse decidida y firme en cumplir con los enunciados de su programa de reformas. Precisamente usa su convicción para diferenciarse de su rival interno, que tiene más vínculos y aceptación con el mundo que Bullrich dice que hay modificar sin negociaciones. En este punto, tiene el apoyo de Mauricio Macri. Y, si se quiere, puntos de contacto con Milei.
En la sombra de Macri sobre Patricia, sobre todo después de que el ex Presidente dijera ante empresarios que el gabinete se lo armaría él, repercutió la imagen en espejo con el artefacto que no le funcionó a Cristina. Bullrich parece tener un temperamento mucho menos tolerante para ese tipo de interferencias tan flagrantes.
El acuerdo alcanzado en la Ciudad para definir las candidaturas del PRO mediante encuestas beneficiaría a Jorge Macri, con una gran derrotada que fue María Eugenia Vidal; pero en la provincia de Buenos Aires, Santilli, el aliado de Larreta cree que se beneficia con la competencia con Grindetti. Santilli parece haber alcanzado una alianza con el radical Posse y activa la vinculación con otros sectores de ese partido. Precisamente, tanto Gerardo Morales como Facundo Manes también optarían por las encuestas para definir candidaturas antes de las PASO, pero ninguno descarta, afirman en su entorno, integrar la fórmula con Larreta.
El otro tercio el de Javier Milei, en su tumultuoso e improvisado avance, recurre a recursos de impacto, pero a los que les cabe la calificación de populistas, pero que enseguida se perciben de difícil o imposible implementación. Se ha convertido en actor inesperado y molesto para el sistema político, que lo ha parido con sus errores crónicos e incesante ineficiencia.
Fue una semana tan intensa en la que Cristina no está preparada para la victoria sino que está preparada para la derrota.