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22 noviembre, 2024

Voltaire y la libertad de prensa en la Argentina de hoy

No es admisible que un Presidente, al margen de su legítimo derecho a defenderse cuando se siente agredido, se exprese en forma amenazante y agresiva contra quienes no coinciden con su forma de pensar.

Por Diego Guelar*

Francois Marie Arouet -Voltaire- fue un filósofo y literato francés que nació en 1694 y murió en 1778. Tiempos de la monarquía absoluta de Luis XIV.

La idea de la “ Libertad de Prensa”, tal como la conocemos en nuestros días, estaba recién naciendo de la mano de los pensadores de la Ilustración en Francia, Inglaterra, Alemania y las colonias norteamericanas en tránsito hacia su independencia.

Voltaire escribió en 1763 su Tratado sobre la Tolerancia, obra extraordinaria, teniendo en cuenta el absolutismo que todavía imperaba en Europa. Allí predicaría “aunque no esté de acuerdo con lo que pienses, defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo…”. Han pasado 260 años y todavía tenemos que luchar para que estas palabras estén plenamente vigentes. En gran parte del mundo, la Libertad de Prensa es frágil, y decenas de periodistas mueren todos los años por intentar que este derecho fundamental rija sin limites.

Y no es un elemento meramente decorativo. Es esencial. Por eso, todas las Cortes Supremas de los países democráticos han afirmado que “es mejor el libertinaje que la censura”. En Argentina, 90 periodistas fueron asesinados durante la ultima dictadura militar entre 1976 y 1983 y millones de argentinos fuimos privados del derecho a expresarnos libremente. Hoy sentimos que podemos hacerlo, y no estamos dispuestos a renunciar a su pleno ejercicio.

Pero la sociedad argentina está, todavía, enferma de un miedo que se ha instalado muy profundamente. No es admisible que un Presidente, al margen de su legítimo derecho a defenderse cuando se siente agredido, se exprese en forma amenazante y agresiva contra quienes, sean o no periodistas, no coinciden con su forma de pensar.

Algo nuevo ocurrió en la Argentina. La ciudadanía se expresó mayoritariamente a favor de una agenda de la Libertad, contra visiones del pasado que ponían un supuesto “relato social” que era utilizado como “tapadera” para ocultar la corrupción y el enriquecimiento ilícito.

Y lo hizo votando a Javier Milei para ocupar la Presidencia de la República. Por eso es que el Presidente debe ser quien más represente los valores éticos de la democracia, los encarne y defienda. Nuestra civilización, la Occidental, sostiene la convivencia pacifica de las ideologías y la alternancia política como principios basales.

No puede confundirse la vehemencia en la defensa de las convicciones, con la apología del delito o la incitación a la violencia, como actitud emocional, más allá de la tipificación taxativa de las conductas descriptas en el Código Penal.

Es desde el poder, de arriba para abajo, que el ejemplo debe irradiarse a toda la sociedad. La palabra del Presidente, los fallos de la Corte Suprema y la conducta correctiva del Congreso, son una guía que ilumina -u oscurece- a la ciudadanía toda. Hay, además, una función docente que debe ejercerse y que el periodismo y la academia tienen que acompañar para perfeccionar en forma constante el nivel de nuestras instituciones republicanas.

Vivimos hoy una oportunidad única. El Gobierno ha logrado plantear la disciplina fiscal como rectora de la Administracion Pública. Pronto la inflación será una pesadilla del pasado, nos liberaremos del cepo cambiario y el “riesgo país” será lo suficientemente bajo como para permitir que Argentina vuelva a ser elegible para los créditos y las inversiones. Logrado esto, se reactivará la economía y se recuperará el empleo.

Solo nos falta poner en práctica el principio de unidad nacional por el cual “para un argentino, no hay nada mejor que otro argentino”. A eso hay que agregarle “piense lo que piense y diga lo que diga”.

Desde el más allá, estoy seguro que Voltaire coincidiría y aplaudiría.

 

*NA/ CC/ Diego Guelar es abogado y diplomático. Ex embajador en EE.UU., China, Brasil y la UE