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9 diciembre, 2024

La política ante un cambio de juego y un nuevo ciclo

El segundo año de la gestión de Milei comienza con la oposición desarticulada y la posibilidad de que Kicillof se emancipe de las decisiones y estrategias de Cristina y Máximo Kirchner

Por Claudio Jacquelin/LN

La semana que empieza no estará solo signada por el autocelebratorio balance del primer año de gobierno de Javier Milei y algunos anuncios rutilantes sino también por el muy probable inicio de un nuevo ciclo en política nacional. Y eso no depende exclusivamente de la gestión libertaria. Lo que ocurra en las próximas horas en dos escenarios puede significar un cambio de juego.

En uno de esos frentes casi todo depende de un jugador determinante (un potencial game changer): si Axel Kicillof llegara a concretar su decisión de no dejarse arrastrar nuevamente por las decisiones y estrategias de Cristina y Máximo Kirchner, como le ha venido anticipando a algunos de sus interlocutores, podría estar empezando a alterar no solo el curso del peronismo. También podría llegar a provocar un impacto sobre el resto del universo político.

Aunque muchos dudan de su determinación (o coraje), si el gobernador se animara a ponerle algún límite a quien ha sido (o aún es) su madre política, estaría en condiciones de convertirse (salvando grandes distancias) en el heredero (impensado) de otro gobernador bonaerense peronista que cambió el rumbo partidario y de la política nacional hace casi cuatro décadas.

La renovación peronista impulsada, fundamentalmente, por Antonio Cafiero en 1985 abrió una nueva etapa, que entonces, en medio del auge alfonsinista y con un peronismo que se veía envejecido y derrotado, parecía impensable.

Todo (o casi todo) dependerá de hasta dónde se anime a sostener su decisión de desdoblar la elección provincial en la reunión a la que Kicillof, contra su deseo y agenda, fue obligado a asistir hoy en Moreno con Cristina Kirchner y su enemigo intimo, el hijísimo Máximo, quienes se oponen a esa estrategia. Un encuentro demasiado difícil en territorio comanche.

Pero no es ese el único frente y lugar donde se cuece la posible transformación en marcha, aunque sea tal vez el más inmediato, por ahora.

La detención en Paraguay del senador Edgardo Kueider con más de 200.000 dólares en una mochila, que no logró explicar, sería otro disparador de enormes e imprevisibles consecuencias para la política nacional. Tanto para el oficialismo como para el peronismo, sin excluir probables impactos sobre otras fuerzas.

Para el kirchnerismo (siempre afecto a la hipérbole, al igual que el mileísmo) se estaría ante un nuevo caso Banelco. Así se denominó el escándalo que en 2000 marcó el comienzo del fin del gobierno de Fernando de la Rua, con la denuncia del pago de coimas en el Senado para que se aprobara una reforma laboral. Delicias de la historia: en ese caso también tuvo un rol fundamental para precipitarlo el mencionado Cafiero.

De todas maneras, el paralelismo parece (hoy) excesivo. No hay prueba ni evidencia cierta ninguna (por ahora) que permita unir el botín del senador entrerriano con una contraprestación del Gobierno por haber votado la Ley de Bases y haber prestado su invalorable apoyo en otras instancias, a pesar de su origen peronista. Habrá que ver si las casualidades se convierten en causalidades. El senador ya tenía antecedentes sospechosos.

En tal caso, Kueider no estaría solo. Ya son varios los que ponen la lupa sobre otros senadores igualmente colaborativos con el Gobierno, que, entre otras cosas, habrían pedido y logrado atractivos cargos para los suyos en diversos organismos nacionales y entes binacionales.

En esa ampliación del universo de sospechados y sospechosos radica la importancia de determinar el origen de los fondos incautados y los bienes investigados al entrerriano, así como el tipo de relaciones entabladas por el oficialismo en el Congreso para paliar su condición ultraminoritaria e imponer reformas radicales. Más ecos del pasado.

En ese plano hace más ruido hoy que nunca que el gurú Santiago Caputo hubiera propuesto (sin éxito) al legislador entrerriano detenido en Paraguay para presidir una de las comisiones parlamentarias más sensibles, donde la opacidad le gana a la transparencia y más fondos fuera de control transitan, como es la bicameral de inteligencia.

La pregunta que se hacen todos los que pretenden no pecar de ingenuos ni tampoco prejuzgar es si el superasesor presidencial estaba muy mal o muy bien informado sobre su candidato para ese cargo tan sensible, que, al final, terminó, con la venia del kirchnerismo en manos del titular de la UCR, Martín Lousteau.

Son demasiadas las rarezas y los interrogantes por despejar. Entre los que cabe incluir la escasa colaboración que habrían estado mostrando hasta ahora algunos organismos nacionales a quienes venían investigando a Kueider antes de que los sabuesos paraguayos recuperaran súbitamente el olfato y descubrieran su valioso equipaje.

Para el envalentonado oficialismo libertario, en cambio, se estaría ante una especie de big-bang que podría terminar con el viejo universo político y alumbrar definitivamente un tiempo nuevo, con la política tradicional definitivamente implosionada.

Por eso, el elenco presidencial se apresuró por anunciar un vago proyecto, maximalista y de improbable viabilidad, para dejar fuera del Congreso a legisladores investigados por la Justicia, lo cual sería un giro copernicano de su posición en menos de una semana. De no apoyar el proyecto de “ficha limpia” que proponía impedir la candidatura de todo postulante con una doble condena el Gobierno pasó, en cuestión de horas, a proponer que queden fuera del parlamento quienes apenas estén procesados. Toda una muestra de plasticidad para quienes lo acusan de ser demasiado dogmático.

Al mismo tiempo, el oficialismo rescató del archivo la boleta electoral que llevó al adinerado mochilero al Senado, encabezada por la fórmula presidencial Alberto Fernández-Cristina Kirchner. Una acción que tuvo la previsible reacción del kirchnerismo, al recordarle a Milei el presente colaboracionista de Kueider, después de aquella postulación con la lista del perokichnerismo. Un nuevo paso de la danza entre Milei y Cristina Kirchner, en la que los dos parecen sentirse más que a gusto en el centro de la pista. Pero cualquier error de cálculo puede ser letal para alguna de las especies en conflicto.

En esos dos escenarios se juega buena parte del futuro de la política nacional antes de llegar al momento culmine de la definición electoral, dentro de 10 meses, en la que la ciudadanía terminará por construir el escenario de la segunda mitad del mandato de Milei y abrirá la carrera para las presidenciales de 2027.

La batalla kirchnerista

Pero volvamos al primer tablero, donde hoy se empezará desvelar una parte central del juego, ese en el que el kirchnerismo disputa su supervivencia y recuperación o el comienzo de un ocaso irremediable.

Ese último escenario no significaría necesariamente su final político, pero sí el de su papel hegemónico dentro del peronismo, que es hoy la principal fuerza opositora. Nada más ni nada menos. Lo interesante es que (como suele ocurrir en las estructuras, familiares, clánicas o tribales dominantes) el desenlace se debe dirimir entre astillas del mismo palo. Una batalla fratricida, en la que Sergio Massa juega a hacer de amortiguador, sin asomar demasiado su cabeza, a la espera de tiempos mejores.

“Yo voy a desdoblar, digan lo que digan Cristina y Maximo”, afirma un jefe territorial del peronismo bonaerense haberle escuchado decir a Kicillof hace menos de 72 horas.

Se refería a la decisión más resistida pero el cristicamporismo, que implica desenganchar las elecciones provinciales de las nacionales, lo cual debilitaría el otrora dedo superpoderoso de la expresidenta en el orden distrital, ya que no podría imponer su capacidad de arrastre (y sumisión) como vienen haciendo los creadores del kirchnerismo desde hace casi dos décadas.

Al mismo tiempo, si Cristina Kirchner fuera candidata a diputada nacional o si, en su defecto, quisiera imponer al tope de la lista a algún delfín o delfina suya tendría que gestionar desde una posición menos determinante la colaboración de los jefes distritales del peronismo bonaerense.

Son justamente esos los dirigentes que hoy no quieren saber más nada con el maltrato camporista y que al momento de la elección nacional ya tendrían resuelto su situación local. Por ahora sigue operando sobre muchos de las y los peronistas golpeadas y golpeados el peso disciplinatorio de la popularidad que la expresidenta conserva en sus distritos.

El aire en el peronismo bonaerense se corta, por estas horas, con motosierra. El encuentro cumbre en Moreno corta la respiración hasta de los más curtidos.

El malestar (por ser benévolo con los adjetivos) que existe con Máximo Kirchner-La Cámpora y, por efecto transitivo, con la expresidenta en su condición de soporte de su hijo y su agrupación, es mayoritario fuera del cristicamporismo.

Hasta los que pretenden ser vistos como neutrales (como algunos intendentes del conurbano y algunos dirigentes masistas), y pueden transitar por todos los campamentos admiten su hartazgo con los principales dirigentes de La Cámpóra, a los que acusan tanto de prepotentes como de malos administradores.

“Hoy todas las opciones están abiertas”, responde una de las personas más cercanas a Kicillof cuando se le pregunta qué porcentaje tiene hoy de que se avance con el desdoblamiento, a pesar de las resitencia cristicamporista, y tras mencionársele que el viernes pasado el gobernador le habría confiado a un dirigente del conurbano que está decidido a desdoblar. A pesar del hermetismo habitual, la ausencia de respuestas taxativas fortalece la interpretación y las esperanzas de los que impulsan la renovación.

Consultado otro importante dirigente con buenos vínculos con los dos bandos qué chances ve de que Kicillof se plante ante una ofensiva de Cristina y Máximo Kirchner responde: “Los intendentes se lo piden. Les conviene. Va a depender de cuánto tiren de la cuerda y que nivel de acuerdo quiere Cristina. Tampoco a ella le sirve, siendo presidenta del PJ nacional, que en su provincia se rompa. Lo que no tiene vuelta atrás es que Axel va a definir la estrategia electoral en la provincia, que dé cuenta de que hay que iniciar una nueva etapa”.

La referencia a los intendentes no es casual. Si bien los más notorios y dispuestos públicamente a dar batalla al cristicamporismo son el jefe comunal de Avellaneda, Jorge Ferraresi; el de Ensenada, Mario Secco, y el de Esteban Echeverría, Fernando Gray, la lista se amplía con otros barones e importantes dirigentes del conurbano y del interior que quieren empezar a transitar el poskirchnerismo y temen que un acuerdo del cristinismo con el oficialismo los deje sin PASO para disputar proyectos y candidaturas.

Entre ellos se anotan con tinta menos visible algunos como el poderoso mandamás de La Matanza, Fernando Espinoza. Todos no solo arrastran las cicatrices del látigo del pasado y el presente sino, en un futuro inmediato, la amenaza camporista en sus territorios. Hartazgo, rencor e instinto de supervivencia son sus motores. A ellos les aporta experiencias personales y motivación el ministro kicillofista y exsecretario general de La Cámpora Andrés “Cuervo” Larroque.

No necesariamente las definiciones se producirían en la reunión de hoy, pero sí quedarían sentadas las posiciones que terminarían más temprano que tarde reordenando el tablero peronista. , tal vez, un escenario mayor.

El segundo año del gobierno mileísta podría dar pie al comienzo de un cambio de juego y a un nuevo ciclo en la política nacional.

 

*Columnista de LN