6 septiembre, 2023
Por Sergio Crivelli*
En la provincia de Buenos Aires hubo en pocos meses por lo menos tres víctimas de la delincuencia salvaje, pero Berni sigue en su puesto como si nada hubiese ocurrido. Trompeado por enardecidos colegas del colectivero fue ratificado por Axel Kicillof.
La semana pasada echaron del gobierno porteño al ministro de Seguridad Eugenio Burzaco tras la muerte de una persona a la que quisieron robar el celular en Palermo. En la provincia de Buenos Aires en pocos meses hubo por lo menos tres víctimas resonantes de la delincuencia salvaje –un colectivero en La Matanza, una niña en la puerta de un colegio de Morón y un médico en la puerta de su casa en Lanús-, pero Sergio Berni sigue en su puesto como si nada hubiese ocurrido. Más aún, trompeado por enardecidos colegas del colectivero, fue ratificado por Axel Kicillof que le ganó las PASO por 300 mil votos a Juntos por el Cambio y por más de un millón a Javier Milei. Moraleja: no todos los políticos son medidos con la misma vara por los votantes. La dirigencia peronista retiene un alto porcentaje de apoyo cualquiera sea su desempeño. Es inmune al voto castigo. No es así como debe funcionar el sistema.
Por esa razón la única posibilidad cierta de superar la crisis reside en armar un frente antipopulista. Hoy un 60% del electorado quiere cambiar el “modelo” kirchnerista que destruyó la economía y que con su credo “antipunitivista” es funcional a la violencia delictiva, pero la división de la oferta electoral conspira contra ese propósito. Así Sergio Massa sigue competitivo y las burocracias, en particular la sindical y la política, tratan de copar a Javier Milei sin disimulo. Después del sacudón que sufrió en las urnas, la estructura corporativa encontró una vía de escape: el gatopardismo.
Ante este cuadro, la clave de las campañas opositoras debería estar en garantizar el cambio, pero hasta ahora los candidatos que lo prometen, Patria Bullrich y Milei, no lo han conseguido. Las propuestas del libertario se parecen peligrosamente a un salto al vacío. Su crecimiento en votos ha sido exponencial, pero reactivo. Muchas de las soluciones que propone resultan delirantes. Muestra además una personalidad volátil que genera dudas.
En el caso de Bullrich, su primer problema tiene nombre y apellido: Mauricio Macri. El ex presidente no termina de pasarle el testimonio y coquetea con Milei, poniendo de esa manera en duda la autoridad de la candidata a presidente.
Por su parte, Massa, de quien se suponía que daría racionalidad económica a un gobierno agotado, terminó huyendo hacia adelante y profundizando el modelo kirchnerista. Más gasto, más endeudamiento, más inflación, más empleados públicos. Si el futuro es desalentador, el presente es explosivo. El dólar, esa alarma que se enciende cada vez que se acerca una catástrofe, suena sin parar. Y nadie sabe cómo responderán los votantes, porque ven el abismo, pero no la manera de evitarlo. Carecen de líder y desconfían del sistema, dos condiciones que combinadas con la crisis alientan su pensamiento mágico.
*LP/NA