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15 noviembre, 2023

Batalla final entre un falso tigre y un león desmelenado

A Massa se le presenta el escenario ideal; aparte de la diáspora de JxC, si implosiona tras esta derrota impensada, hay enfrente un Milei con sus listas de candidatos copadas por amigos del candidato oficialista

Por Pablo Sirvén*

Si Sergio Massa durante todo el gobierno de Mauricio Macri se hubiese mantenido como el “opositor amistoso” –al estilo de Antonio Cafiero con Raúl Alfonsín– muy probablemente en 2019 habría alcanzado la presidencia de la Nación, sin el lastre de Cristina Kirchner y Alberto Fernández, sus actuales socios en el ruinoso gobierno actual. El fundador de Pro vio esa veta al principio y lo llevó a la Cumbre de Davos. El falso tigrense –en realidad nació en San Martín– le siguió la corriente un largo rato y fue una pieza fundamental en el Congreso para que el gobierno de Cambiemos pudiera sacar adelante algunas leyes.

Pero la lucha de egos, entre Macri y Massa, pudo más y esa alianza no solo se desbarató, sino que al líder del Frente Renovador se le rompió el GPS y tramó una alianza absurda con Margarita Stolbizer, una total perdedera de tiempo para ambos que, además, condenó al peronismo a seguir empantanado en su recalcitrante corriente kirchnerista.

Recordemos que Massa fue la pieza fundamental que contribuyó involuntariamente al triunfo de Macri en 2015 (al dividir el voto peronista) y, otra vez, en las elecciones presidenciales de 2019 su fusión con los dos Fernández (Cristina y Alberto) fue imprescindible para garantizar la victoria del Frente de Todos. Dos resultados consecutivos antagónicos desde lo ideológico precipitados por un mismo dirigente político demasiado dúctil, para decirlo elegantemente.

Mauricio Macri tuvo el enorme mérito de ser factótum de una alianza entre su partido, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica, que llegó al poder en 2015 y que, a pesar de la derrota de 2019, supo llegar unida hasta este 2023. Pero no tuvo la visión cuando no apostó y se desinteresó por la corta vida de la llamada “mesa de los cuatro”, conformada por los entonces dirigentes del peronismo disidente Miguel Ángel Pichetto, Juan Schiaretti, Juan Manuel Urtubey y el propio Sergio Massa. No tardó mucho entonces este último en dar el salto y amigarse con la viuda de Kirchner y los “ñoquis de La Cámpora” a los que en su momento había prometido meter presos.

Volvió a jugar mal para estos comicios Macri al ser ambivalente con la fuerza de Javier Milei y no ser categóricamente refractario a ella en todo momento. Sembró confusión entre los votantes de Juntos por el Cambio, cuya ala más dura nunca le perdonó que las falencias de su gestión desembocaran en un nuevo gobierno kirchnerista.

La administración mal avenida de Alberto Fernández y sus socios, con resultados tan paupérrimos en el manejo del Estado, determinó que en las elecciones de medio término, hace dos años, Juntos por el Cambio lo arrasara, con la promesa de repetir y ampliar esa victoria en los actuales comicios presidenciales.

Pero en el medio sucedieron dos cosas graves: desde sectores del oficialismo percibieron que un muy ruidoso panelista televisivo como Javier Milei podía llegar a convertirse en una interesante punta de lanza para dividir los votos opositores. Regaron esa planta con dedicación y le brindaron recursos de todo tipo, desde armar algunas de sus listas hasta ayudarlo en la fiscalización de los votos, más el expertise rancio de Luis Barrionuevo. El objetivo de sacar a Juntos por el Cambio de la competencia está cumplido. Pero lo inesperado es que Milei sobrecumplió las metas y también jaquea a Unión por la Patria y puede quedarse con todo el 19 de noviembre cuando se dirima la segunda vuelta.

La otra cuestión grave que sucedió es que a JxC le faltó claridad y grandeza para desplegar sus estrategias en el campo de batalla electoral. Las PASO terminaron siendo una trampa mortal para la fuerza opositora, que perdió energía y vitalidad en una interna desgastante y opaca entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Trampa en la que no cayó el kirchnerismo que impuso un candidato casi único (Sergio Massa), ya que Juan Grabois jugó un papel testimonial con su minicandidatura progre solo para ayudar a los feligreses cristinistas a hacerse la idea de digerir a alguien como el líder renovador, tan alejado del sentir de las huestes de “los pibes para la liberación”.

Si Massa logra ser electo el próximo 19 de noviembre se desprenderá de todo el lastre que significan sus socios actuales e iniciará en el peronismo una nueva era que puede llegar a ser larga, no solo por su juventud (tiene 51 años), sino porque su combo incluirá, tarde o temprano, a su esposa, Malena Galmarini, un clásico del justicialismo, iniciado por Perón por partida doble (Eva Duarte y María Estela Martínez), una tradición que recuperaron Néstor y Cristina Kirchner.

Si es milagroso que un ministro de Economía con tan pésimos índices en su haber conserve en alto sus aptitudes para ganar, más increíble aún será la oposición que le tocará en suerte: aparte de la diáspora de JxC, si implosiona tras esta derrota impensada, un Milei con sus listas de candidatos copadas por amigos del candidato oficialista. Un escenario a pedir de boca del nuevo líder en ciernes. Siempre y cuando, claro, logre destronar al león desmelenado el mes próximo.

 

*LN/NA