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10 abril, 2022

Números que no cierran: Por qué la fuerte mejora en el empleo no tiene correlato en un descenso de la pobreza

Mientras la tasa de empleo anotó un récord de por lo menos seis años, la pobreza mejoró respecto de 2020 pero no así en comparación con 2019. Los economistas advierten que hay cada vez más «trabajadores pobres».

Números que no cierran: Por qué la fuerte mejora en el empleo no tiene correlato en un descenso de la pobreza

Por Santiago Reina

En las últimas semanas se conocieron varias cifras sobre la situación de los trabajadores en Argentina. Por un lado se verificó una fuerte mejora en el empleo, que superó ampliamente niveles pre pandemia. Sin embargo, esto no se reflejó en una evolución similar de los ingresos y, por ende, no tuvo un impacto en la reducción de la pobreza.

Tasa de empleo récord en por lo menos 6 años
La performance del mercado de trabajo correspondiente al último trimestre de 2021 fue bastante alentadora. La cantidad de desocupados sobre la Población Económicamente Activa (PEA) cayó al 7%, su nivel más bajo desde que el organismo oficial de estadísticas públicas comenzó la nueva serie de datos en 2016. A diferencia de trimestres anteriores, el menor desempleo no se dio simplemente por una recomposición de la PEA, sino también porque muchos desempleados encontraron algún tipo de ocupación. La tasa de empleo alcanzó el 43,6%, también récord de la nueva serie.

Al analizar la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC se vio que esta mejora en el empleo fue traccionada tanto por un incremento en la cantidad de asalariados formales, como en la cantidad de cuentapropistas, a la vez que se vio menos asalariados informales.

Paralelamente, el informe del Ministerio de Trabajo correspondiente a diciembre de 2021 mostró un alza de más de 300.000 trabajadores registrados en comparación con dos años atrás. A diferencia de lo que se pudo extraer de la EPH, los datos provenientes del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) reflejaron una menor incidencia en el repunte del empleo asalariado, que estuvo impulsado principalmente por el sector público, y una mayor contribución del segmento registrado no asalariado, fundamentalmente de los monotributistas.

“La tasa de empleo está por encima de los niveles de fin de 2019, pero la composición por calidad del vínculo de ese empleo es un poco peor respecto de aquel entonces; los privados registrados subieron poquito, los públicos crecieron más, y hay bastante monotributo. El que se vio más afectado fue el servicio doméstico remunerado (fuertemente feminizado) , sector para el cual hubo programas específicos (como Registradas)”, detalló Juan Graña, investigador del CONICET y economista especializado en cuestiones relacionadas con el mercado de trabajo, en diálogo con medios nacionales.

«La escasa suba del empleo asalariado formal privado tiene que ver en parte con que no había caído tanto con el coronavirus», dijo a este medio Mara Pedrazzoli, integrante del departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación.

Paralelamente, Pedrazzoli sostuvo que «mientras el Gobierno discute cómo registrar cada vez a más trabajadores, sería favorable observar que crece el empleo informal, ya que fue el que más cayó durante la pandemia, no porque se haya registrado, sino por la pérdida de changas».

La industria se destacó dentro del empleo formal privado

 

En cuanto a los puestos de trabajo asalariados formales en el sector privado, recientemente el Centro de Estudios para la Producción (CEP) remarcó que en diciembre del año pasado se terminaron de recuperar las 187.000 fuentes laborales que se habían perdido durante el inicio de la pandemia.

A nivel sectorial, se observó una importante heterogeneidad durante los últimos dos años; en términos relativos, las actividades que más empleo crearon fueron las vinculadas con el comercio electrónico, la salud y los servicios de alta calificación, como el software.

En términos absolutos se destacó la industria manufacturera, con la creación de más de 50.000 empleos nuevos gracias a diversos factores, como la mayor digitalización por la pandemia, la mayor demanda de productos para el hogar, la sustitución de importaciones en algunos segmentos como el textil o el automotriz, y niveles de producción récord en rubros como el de maquinaria agrícola.

 

Hay más trabajo, pero cada vez más trabajadores pobres

 

Pese a la notoria mejora, la recuperación del empleo respecto de 2019 no fue acompañada por una mejora simultánea en el poder adquisitivo de los trabajadores. Según los analistas esto tuvo que ver con el perfil de recomposición del mercado laboral y con una dinámica habitual en las salidas de las crisis.

El director de la consultora EPyCA, Martín Kalos, remarcó que lo que creció principalmente en los últimos años “fue el empleo informal, con excepción de la industria que tiene mejores índices de salario y formalidad, y viene recuperando lo perdido desde 2016”.

En ese marco, advirtió que “hay una gran masa de trabajadores que están consiguiendo un empleo pero que, cuando suman sus ingresos a fin de mes, quedan por debajo de la línea de pobreza”. “Es decir, hay cada vez más trabajadores pero aún así son pobres; cada vez hay más trabajadores pobres”, profundizó.

Al respecto, un estudio del investigador del CEDLAS, Leonardo Tornarolli, plasmó que en el primer semestre de 2021 el 31,5% de los ocupados fueron pobres, cinco puntos porcentuales más que a fines de 2019 y 13 puntos más que en 2017. Dentro de los trabajadores, la mitad o más de los asalariados informales y los cuentapropistas sin estudios universitarios o terciarios tuvieron ingresos por debajo de la línea de pobreza a comienzos del año pasado.

A partir de su vínculo con empresarios de distintos rubros, el Doctor en Desarrollo Económico, Gustavo Ludmer, vislumbra que hoy la baja en el desempleo se está reflejando en la dificultad de las empresas para contratar gente. “En confección de indumentaria se están amontonando talleres para enseñar a la gente a coser porque hoy el gran cuello de botella es la falta de mano de obra especializada. Lo mismo pasa en textil, en autopartes, en madera y muebles. El problema es que los ingresos vienen muy golpeados”, aseguró.

La coyuntura actual llevó a que, si bien en el segundo semestre del año pasado la pobreza fue del 37,3% y bajó respecto de los tres semestres anteriores, todavía se mantuvo detrás de la cifra de fines de 2019 (35,5%).

Salarios rezagados y perspectivas poco alentadoras

 

El hecho de que haya cada vez más trabajadores pobres responde al rezago que vienen acumulando los salarios reales fundamentalmente desde 2018, los cuales solo vieron una tenue recuperación a fines de 2021. El índice de salarios del INDEC avanzó cerca de 104% entre diciembre de 2019 y diciembre de 2021, contra una inflación superior al 105% en el mismo período.

Dentro del universo de trabajadores, nuevamente se percibió una marcada heterogeneidad. En el sector privado formal se verificó un aumento nominal de 108,6% en estos dos años, por lo cual crecieron en términos reales. Por el contrario, en el sector público la suba fue del 101,2%, mientras que los empleados informales percibieron una corrección de 95,4%, 10 puntos por debajo de los aumentos de precios a nivel general.

Asimismo, dentro del total de ocupados de la población la EPH exhibió que fueron los deciles medios (que representan el 40% de la población) los más perjudicados, con una suba de ingresos acumulada de 99,1% en los últimos dos años. La distribución del ingreso mejoró debido a que los deciles más bajos lograron ganarle levemente a la inflación, aunque, claro está, no lograron salir de la pobreza.

“Hay que tener claro que la recuperación del mercado de trabajo se da después de una crisis. A uno le encantaría que fuera de otra manera pero siempre en estos caso se da primero el crecimiento, después el empleo, que se va formalizando, y a partir de allí se mejoran las condiciones para dar mejoras de salarios”, explicó Graña.

Aun así, el docente de Cuentas Nacionales en la UBA sostuvo que dicha secuencia podría acelerarse vía políticas públicas por fuera de las paritarias, apuntando a mecanismos más generales como el salario mínimo o la jubilación mínima. “Sin embargo, con la actual aceleración de la inflación la situación se va, como mucho, a mantener, sino a empeorar. Tiene que bajar la inflación para que dichos mecanismos tengan efecto en bajar la pobreza”, alertó.

Por su parte, Kalos aseguró que “el reciente adelantamiento de paritarias tiene un efecto simbólico pero poco práctico, ya que nadie garantiza que terminen en negociaciones alcistas y, además, dichas paritarias se iban a negociar de todas maneras de acá a un mes”. Por ende, expresó que un buen puntapié podría ser que el Estado adelante sus propias paritarias con los empleados públicos para dar una señal.

Más allá de eso, aclaró que hoy Argentina “necesita una dinámica que lleve a las empresas a contratar porque esperan más demanda a futuro”. “Hoy es todo a corto plazo, con poca apuesta a futuro porque falta claridad respecto a las políticas macroeconómicas que favorezcan un crecimiento sostenido”, sentenció.

Para Ludmer la reapertura de paritarias va a permitir frenar la caída del salario pero tiene dos cosas negativas, ya que, por un lado, amplificaría la dinámica inflacionaria y, por el otro, podría profundizar la heterogeneidad entre los trabajadores, afectando aún más a los empleados informales y los del sector público”, aunque relativizó esto último ya que, en algunos sectores, como el sucede en indumentaria, los ingresos de los informales vienen creciendo más que los formales.

 

*AF/ *CONICET