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17 marzo, 2024

No hay tres, sin dos

La inflación tuvo, en la semana, un revés no menor. El 12.3% que mostro el índice de precios al consumidor correspondiente al mes de febrero, es un claro indicador que evidencia que Argentina se aleja de explosión de la hiperinflación.

Por Sergio Cavicchioli*

Es una foto que, junto a otros indicadores, demuestra que éste mal endémico, de origen multicausal, tiene su génesis enraizada en la política monetaria, pero, al mismo tiempo, acumula otros que no son tan evidentes a la hora de construir una solución que satisfaga a la mayoría de la sociedad.

Se necesitan a las dos

“Creer en el otro”, sea persona física u institucional, es una condición tan importante y válida como la misma política monetaria. Ésta última es tangible, inmanente, la sentimos y la vivimos todos los argentinos toda vez que –echando mano al bolsillo- corroboramos, día a día, la falta de liquidez. Y más aún: si profundizamos, no demasiado, la Argentina muestra claros indicios de desaceleración en la suba de precios, pero producido –fundamentalmente- por la disminución o achicamiento de la demanda.

Dicho de otro modo, los precios no bajan por virtudes de la oferta, sino por una cada vez más defectuosa demanda a la que no le alcanza para adquirir lo básico para sustentarse en niveles estables.

Este escenario puede ser peor aún. En la medida en que la demanda no se active, los precios -si bien siguen creciendo, no lo hacen a la misma velocidad- no alcanzarán a cubrir los costos de la mano de obra necesaria para la fabricación de esa oferta. Así, a la inflación y recesión, le seguirá un incremento de la desocupación de la población económicamente activa. Y para que éste combo no se constituya en un espiral explosivo, es más necesario que nunca, abrevar en otras fuentes.

Es la confianza, estúpido

Si el control de la inflación tiene en la política monetaria –entre otros causales-, lo tangible, lo inmanente; “la confianza” es la otra cara que hay que lustrar. Ésta, es tan importante como el control de los flujos monetarios, pero su naturaleza no es tangible y es –en esencia- trascendente.

Sin ánimo de adentrarnos en cuestiones de índole etimológicas, “confianza” es entregarnos al “otro”, para encontrarnos en un espacio común, porque “creemos” en el otro. Es una herramienta que se manifiesta en lo individual, pero es capaz de tornarse en un valioso vehículo social, que llega incluso, a moldear la relación que une al Gobierno con una mayoría parlamentaria que le posibilite sustentarse a lo largo del tiempo.

La pérdida sostenida de “confianza” en un gobierno puede –sin embargo- conspirar no solo contra su estabilidad, sino también contra su continuidad.

Pero si bien ambas dimensiones tienen principios claramente diferenciados, tienen un punto en común, es decir, en el que coinciden. ¿Cuál es ese punto de encuentro? Ambas se pueden medir, se pueden cuantificar.

Legitimidad de origen, el primer paso pero no el único

Hace muy pocos días, el Papa Francisco, en mensaje grabado dirigido al Comité Panamericano de Juezas y Jueces por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana (Copaju) , destacó, sea cual fuere el sesgo ideológico de un gobierno, el rol central que tiene Estado para lograr la “redistribución” y “la justicia social” en un mundo donde hay, “pocos ricos cada vez más poderosos y millones de pobres negados y descartados”. Al mismo tiempo, recordó que para ejercer el poder “no alcanza con la legitimidad de origen”, sino que “el ejercicio debe ser legítimo”.

En efecto, el Sumo Pontífice rescató, en su comunicación, el criterio dinámico que adquiere el concepto de legitimidad, entendida ésta como la construcción de los consensos necesarios y suficientes para la formulación e implementación de políticas públicas sustentables. Es decir, de decisiones que se sostengan a lo largo del tiempo.

El punto más débil del gobierno

No caben dudas que Javier Milei es uno de los presidentes con mayor apoyo en las urnas. Casi el 56% de los electores argentinos acompañaron con el voto su propuesta. Su legitimidad de origen es muy alta y lo suficientemente contundente como para apalancar cada una de sus iniciativas gubernamentales.

Ocurre que esas iniciativas están basadas en instrumentos legales, a saber: DNU 70/2023, Proyecto de ley “Bases…”, y otros, que no logran obtener los acompañamientos parlamentarios suficientes para su implementación. El hecho de que los dos bloques legislativos (diputados y senadores) de La Libertad Avanza sean minoritarios, obliga a Milei a edificar apoyos basados en acuerdos que hoy, son inexistentes.

El Presidente dinamita una a una las oportunidades de concreción de esos acuerdos porque no confía en lo que él denomina “la casta” corporizada –en parte- en el Congreso de la Nación; y los partidos opositores, “ofendidos”, por más “casta” que sean considerados, forman parte, constituyen también, la representación del voto popular.

Dicho en otras palabras, podríamos arriesgar tres conclusiones iniciales:

a) el Presidente y su equipo no quieren “acordar/negociar” con lo más encumbrado de “la casta” y la presionan, para que ésta le apruebe el modelo de gobierno;

b) los partidos políticos opositores con representación parlamentaria, con distintos matices, rechazan “ser la casta”; quieren ser reconocidos y llamados a negociar.

La tercera de las hipótesis (C), es una rara combinación de las dos primeras cuyas características exceden holgadamente la capacidad de estas páginas. Me disculpo.

Con este panorama, las palabras de Jorge Mario Bergoglio, Francisco, se actualizan de manera permanente. La falta de acuerdos, consensos o negociaciones, para gobernar a una sociedad, impacta de lleno en la escasa –por no decir nula- legitimidad de procedimiento que caracteriza a la Administración de Javier Milei.

El fin que justifica los medios

Volvamos al comienzo. El IPC de febrero, arrojó un doloroso, pero a la vez auspicioso –si se mantiene a la baja-, 12,3% de inflación. En la medida en la presión inflacionaria se desacelere (pronostican un dígito para mediados de año), el Presidente va por el resultado. Legitimidad por resultados. Lograr más apoyos en el electorado por la obtención de mejores condiciones de vida con la implementación de su política económica. Aunque esto presuponga que, durante este proceso, millones de argentinos no alcancen a cubrir sus necesidades alimentarias básicas.

¿Le alcanzará a la Administración de Javier Milei, suplir la falta de acuerdos con la oposición, con el 56% de los votos que obtuvo en las elecciones de noviembre pasado y con la desaceleración/control de la inflación?

Hasta ahora, no hay ejemplos cercanos que ratifiquen esta propuesta. Y si los hubiere, debemos recordar siempre que ganar una guerra (contra la inflación) no significa necesariamente ganar la paz. Y lo que necesita Argentina es vivir en paz.

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*AN