En lo temporal habrá tres tipos de decisiones: a largo plazo (con la persona convencida de sus creencias, que difícilmente cambiará su voto), a mediano plazo (con un pool de indecisos que podrían convertirse desde meses antes hasta en los días previos a una elección) y, por último, a corto plazo (que son las decisiones que se toman en la cola del cuarto oscuro o incluso ya adentro).

Neuropolítica

 

 

 

En cierto modo, las ideas, la subjetividad y la perspectiva a futuro de las personas se basan en lo que ellas creen sobre un candidato. El estudio de este tema derivó en una disciplina específica: la neuropolítica. Se crean así sofismas, los manejos mediáticos, como las fake news, y también propagandas que afectan la verdad pero que llevan implícitas ideas emocionales e impactan en ellas, ideas que intervienen fuertemente en la toma de decisiones, en donde sentimientos y empatías pueden influir más que la racionalidad.

Los sistemas de creencias que producen la expectativa de confianza impactan sobre la función emocional, racional y corporal de las personas. Se generan sobre alguna idea (es decir, creer en algo o, por lo contrario, tener una idea negativa), como por ejemplo no creer que un medicamento o un candidato serán efectivos. Este sistema puede producirse sobre algo visible o también sobre cuestiones no observables.

Encuestas y elecciones

 

 

Las encuestas preelectorales deberían diferenciar a los grupos de indecisos, pues son los más complejos, y muchas veces son mayoritarios, además de ser decisivos electoralmente. Es difícil el manejo de los tres grupos electorales sin conocer los mecanismos intervinientes. Pues, por ejemplo, querer convencer a alguien con sus creencias arraigadas provocará generalmente un proceso inverso: mayor convencimiento de la idea que se quiera modificar.

Por otro lado, habrá indecisos días antes de la elección (indecisos mediatos) o el mismo día de los comocios (indecisos inmediatos). Esto no es menor, pues del manejo correcto de la masa de indecisos puede depender quién gane una elección ajustada.

Existe abundante y heterogénea información específica con gran dispersión de temas que se ofrecen a nuestro cerebro en muy poco tiempo. Esta «dispersión cognitiva» dificulta una toma de posición específica sobre contradicciones, especialmente en aquellas que contengan términos que coincidan con el pensamiento de la persona receptora, pues será menos crítica. Su cognición, muy frecuentemente, tratará con amabilidad a la noticia más por la familiaridad emocional que por la razón. Queda, así, mucha población desprotegida.

Se plantea que la posverdad interviene en el «razonamiento motivado», cuyo funcionamiento se asemeja al de los sistemas de creencias. Es decir, se trata de ideas que tienen algo de razón pero que contienen componentes emocionales, como la identificación partidaria o religiosa, o de otro tipo, como la política, el deporte o la ecología.

Los sistemas de creencias producen la expectativa de confianza e impactan sobre la función emocional, racional y corporal de las personas. Se generan sobre alguna idea; es decir, creer en algo o en lo contrario, la idea negativa. Por ejemplo, no creer que un medicamento será efectivo. Este sistema puede originarse sobre algo visible o también sobre cuestiones no observables. Funciona especialmente a través de la amígdala, que abre la emoción inconsciente, y del lóbulo prefrontal, que permite concientizar las creencias.

Sesgos partidistas

 

 

Aparece, entonces, un «sesgo partidista», que sería como una desviación cognitiva hacia el grupo con el que se identifica la persona. En consecuencia, existe lo que los investigadores del tema llaman un «sesgo de confirmación», con una tendencia a interpretar las propias expectativas y que refiere a la propia ideología, como plantea la investigadora de redes sociales Michela Del Vicario. En un trabajo muy conocido, su grupo describe que una mentira en las redes puede propagarse rápidamente en pocas horas, pero con una característica: los que la propagan son grupos con similitudes ideológicas o de referencias grupales.

Esto ha sido estudiado en el cerebro humano por Drew Westen, de la Universidad Emory de Atlanta, que observó cómo reaccionaban los votantes de un partido político ante los discursos de los candidatos. Evaluó la diferente reacción cuando escuchaban contradicciones del candidato propio o del contrario. Entonces, cuando la persona escuchaba una contradicción discursiva, se observó en resonancia magnética funcional del cerebro la activación de la corteza cingulada anterior y del lóbulo prefrontal ventromedial. Estas zonas de la corteza se activan ante el procesamiento de emociones negativas de dolor o situaciones estresantes, cuestión que se explica neurológicamente y que describe cómo las opiniones del candidato contrario sensibilizan a los sujetos, a diferencia de las del candidato de referencia, al que se le perdonan controversias similares percibidas como menos graves.

Queda la elección democrática subyugada a decisiones sesgadas. Probablemente esto siempre haya pasado en la mayoría de los procesos electivos. Tomarse un tiempo y aprovechar las multiplicidad de ofertas informativas puede servir para incrementar posibilidades racionales que disminuyan los sentimientos de creencia. Así, podría pensarse mejor en las propuestas y en las cualidades de las personas que prometen conducirnos.

 

BAEN/ * Profesor Titular y Director del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental. Facultad de Medicina –UBA. CONICET