A primera vista, puede parecer que la razón por la que no recordamos haber sido bebés es porque los bebés y los niños pequeños no tienen una memoria completamente desarrollada. Pero los bebés de tan solo seis meses pueden formar tanto recuerdos a corto plazo que duran minutos, como recuerdos a largo plazo que duran semanas, si no meses.
En un estudio, los niños de seis meses que aprendieron a pulsar una palanca para accionar un tren de juguete recordaron cómo realizar esta acción durante dos o tres semanas después de haber visto el juguete por última vez. Los preescolares, en cambio, pueden recordar acontecimientos que se remontan a años atrás. Sin embargo, es discutible que los recuerdos a largo plazo a esta temprana edad sean realmente autobiográficos, es decir, eventos personalmente relevantes que ocurrieron en un tiempo y lugar específicos.
Por supuesto, las capacidades de memoria a estas edades no son similares a las de los adultos: siguen madurando hasta la adolescencia. De hecho, los cambios en el desarrollo de los procesos básicos de la memoria se han propuesto como explicación de la amnesia infantil, y es una de las mejores teorías que tenemos hasta ahora.
Estos procesos básicos implican a varias regiones del cerebro e incluyen la formación, el mantenimiento y la posterior recuperación de la memoria. Por ejemplo, el hipocampo, que se cree que es el responsable de la formación de los recuerdos, sigue desarrollándose hasta al menos los siete años.
Sabemos que el límite típico para el desplazamiento de la amnesia infantil –tres años y medio– se desplaza con la edad. Los niños y los adolescentes tienen recuerdos más tempranos que los adultos. Esto sugiere que el problema puede estar menos en la formación de los recuerdos que en su mantenimiento.
Pero esto no parece ser toda la historia. Otro factor que sabemos que juega un papel importante es el lenguaje. Entre el año y los seis años, los niños pasan de hablar una sola palabra a dominar su lengua o lenguas maternas, por lo que se producen cambios importantes en su capacidad verbal que coinciden con el periodo de amnesia infantil. Esto incluye el uso del tiempo pasado, palabras relacionadas con la memoria como “recordar” y “olvidar”, y pronombres personales, siendo el favorito “mío”.
Hasta cierto punto, es cierto que la capacidad de un niño para verbalizar un acontecimiento en el momento en que ocurrió predice lo bien que lo recuerda meses o años después. Un grupo de laboratorio realizó este trabajo entrevistando a niños pequeños que acudían a los servicios de urgencias por lesiones infantiles comunes. Los niños mayores de 26 meses, que podían verbalizar el suceso en ese momento, lo recordaban hasta cinco años después, mientras que los menores de 26 meses, que no podían hablar del suceso, recordaban poco o nada. Esto sugiere que los recuerdos preverbales se pierden si no se traducen al lenguaje.