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25 abril, 2024

«Nadie a quien esperar» de Esteban Godoy, la búsqueda de la identidad plagada de otros

El protagonista de la primera novela de Esteban Godoy “Nadie a quien esperar”, publicada por Factotum, desanda una y otra vez el camino que une a su Tandil natal con la ciudad de Buenos Aires. Primero para hacerse un examen de ADN que confirme su filiación y luego, para separarse de su vida anterior y los recuerdos de su abuelo muerto.

La historia con una potente voz narrativa en primera persona describe la búsqueda de identidad del personaje, a través de una galería de caracteres entrañables, en la que no hay buenos ni malos sino seres profundamente humanos.

“El autor nos involucra en una historia que conmueve por tan íntima y desesperada, tan divertida y dolorosa, y nos regala, de paso, la singular observación de lo que pudo haber significado sr joven -y sensible- en la Argentina de las últimas décadas”, describe Alejandra Laurencich en la contratapa.

Esteban Godoy es escritor y músico. A los diecinueve años se mudó a Buenos Aires y comenzó su formación literaria con autores como Pablo Ramos, Alejandra Laurencich y Romina Paula, entre otros. Sus cuentos fueron distinguidos con el Premio Estímulo a la Escritura 2022, el Gran Premio Banco Provincia de Literatura 2023 y el Concurso Haroldo Conti 2023. Le gustan las mudanzas y vivió en varios barrios de la Ciudad de Buenos Aires.

–S.T.: La novela tiene una voz narrativa fuerte en primera persona ¿Cómo surgió? ¿Tiene componentes autobiográficos?

-E.G.: Quizás no usaría el término autobiográfico pero sí autorreferencial. La novela nace de recuerdos que empecé a escribir sobre mi infancia. Eran escenas de mi vida en mi adolescencia y en los primeros años en Buenos Aires, cuando llegué de Tandil. Por entonces tenía 22 o 23 años y escribía sin ningún tipo de guía, pero me di cuenta de que quería escribir una novela.

–S.T.: La trabajaste durante muchos años y en dos talleres literarios diferentes. ¿cómo fue esa escritura?

-E.G.: Primero empecé el taller de Pablo Ramos y esos recuerdos, con su guía, empezaron a ser escenas, y luego, capítulos. Empecé a incorporar el lenguaje de la ficción que es muy diferente al de la vida cotidiana. Pero muchas veces en esas”mentiras” de la ficción uno afina la puntería y encuentra la verdadera motivación o el impulso de vida. Era una novela que, en ese momento iba a tratar sobre el padre ausente y, a lo largo de los años, se transformó en una novela sobre la identidad.

–S.T.: Pero después buscaste otro taller literario, el de Alejandra Laurencich…

-E-G.: Sí. Ese fue de clínica de obra. Buscamos sacarle más provecho a todas las escenas y ensanchando el texto. Empecé a pensar en ese personaje, que está íntimamente ligado a mí, en lo que le había pasado y a jugar con lo que podía hacer con eso. Ver en eso y en la novela un vehículo para construir mi identidad. Por eso el personaje se pone a escribir con bríos. Parece haber encontrado el instrumento, algo que a mí mismo me pasó a nivel personal. Pablo Ramos dice que corrigiendo textos uno tiene la posibilidad de corregir personas. Entonces yo me lo tomé muy en serio y cuando empecé a trabajar esos recuerdos de mi infancia y de ese padre ausente y el viaje a Buenos Aires me empecé a preguntar y a hacer una especie de psicoanálisis personal. Tener la posibilidad de objetivarse, de verse desde afuera.

–S.T.: Eso te ayudó en lo personal…

-E.G.: Volví a hablar con mi viejo. Hacía seis años que no lo hacía. Cuando empecé a escribir me surgió esa necesidad, incluso para alimentar la historia que estaba escribiendo y tenía que ir a buscar. Intenté retomar el vínculo e hice algo muy de periodista: anotar lo que me decía o ciertos momentos que pasábamos juntos. Imágenes, escenas. Para no olvidarme. Él pensaría que yo estaba chateando pero, en realidad, tomaba nota en el celular. Ese trabajo me permitió completar la historia y, a la vez, completar mi historia.

-S.T.: La búsqueda de identidad, el viaje desde Tandil a Buenos Aires inscriben al texto dentro de las novelas de iniciación…

-E.G.: Absolutamente. Quería escribir una novela de iniciación. Siempre tuve en mente “El guardián entre el centeno” de Salinger. Un personaje que evoluciona y termina encontrando su identidad y su camino. Me fui dando cuenta de que era una iniciación para mí también en el terreno de la escritura, ya que estaba comenzando. Eso me motivaba mucho.

–S.T.: ¿Cuál es el sentido que tiene el título “Nadie a quien esperar en el contexto de la historia”?

-E.G.: .En realidad, es un verso de una canción de Fito Páez “139 Lexatins”. Fito Páez está muy presente tanto en la novela como en mi vida. Su música tuvo mucho que ver en que decidiese venir desde Tandil a Buenos Aires. Lo relacionaba con su venida desde Rosario. Con su necesidad de poner en palabras, en su caso con música, lo que vivía. Incluso el primer cassette que tuve en mi vida fue “Circo beat” de Fito, en la época en que estaba de moda el tema “Mariposa Technicolor”.

–S.T.: Pero ese verso tiene una correlación con la historia del adolescente que llega desde Tandil buscando su identidad…

-E.G.: El tema está en “Naturaleza sangre”, un disco que se escuchaba mucho en el departamento en el que viví cuando llegué a Buenos Aires. Así que fue una opción de título que le mandé a Alejandra Laurencich que me estaba ayudando a elegirlo. Entonces, me lo terminó explicando ella a mí: el protagonista se dio cuenta de que ya no tiene que esperar a nadie y ahora le toca hacer lo que él puede hacer.

-S.T.: Hablaste de “El guardián entre el centeno”. ¿qué otras influencias reconocés en tu escritura?

-E.G.: Salinger está siempre presente. Ahora estoy escribiendo algo para lo cual estoy leyendo también de él “Levantad, carpinteros, la viga del tejado”. También Raymond Carver, John Cheever y John Fante. Algo de Richard Ford. Mucha literatura estadounidense. Hay algo en el tono que está muy presente. Me interesa la literatura de personaje, ese personaje frente a una situación y que le pasen cosas, que haya acción.

–S.T.: Tu personaje se rebela contra lo que quieren de él, se aleja para buscar su identidad. Si bien la novela transcurre unos cuantos años atrás, él tiene la edad de una gran parte de los votantes de Javier Milei. ¿Te lo imaginás libertario?

-E.G.: No creo porque si bien él está muy perdido y tiene esa rebeldía, termina escribiendo. No es un dato menor. Termina registrando a los otros, registrando a su madre y entendiendo la historia de ese padre ausente. Creo que alguien que empatiza con los otros y tiene esa sensibilidad no creo que hubiese votado un gobierno como el de Milei. Tal vez lo vería más de Izquierda.

Pero además, Richard Ford dice que a veces, conociendo al personaje y desde dónde viene, uno se pregunta ante una situación que haría. Pero él propone hacer la pregunta inversa: dónde quiero que llegue y después veo si tengo que modificar algo de lo anterior para que llegue hasta ahí. El personaje no se mueve por propia voluntad sino que sigue tus designios, según Ford. Creo en una mezcla de las dos cosas, pero si mi personaje estuviese ante una urna yo no lo dejaría votar por Milei.

–S.T.: Tenés una novela reciente publicada en Factotum, una editorial independiente, ¿Cuál es la circulación que tiene la literatura en un contexto de crisis?

-E.G.: Hay una circulación interesante. Hace unos días estuve en la primera edición de la Feria de Pequeñas Editoriales en el Centro Cultural Macedonia de Almagro. Y hay otras que tienen muy buena convocatoria. En mi caso la circulación se dio en todos lugares en los que me muevo. En la música, en mis trabajos. Mucha gente se interesó en esos círculos y el libro comenzó a andar. Primero, me lo comentaban amigos, después amigos de amigos y ahora ya son desconocidos. No pensaba en sacarlo por una gran editorial que te lo pone en todos lados y tiene publicidad. Apostaba a escribir algo duradero, que alguien lea y recomiende o se lo pase a un amigo. Autores como Luis Mey me leyeron y lo recomendaron en sus talleres literarios. También leo y recomiendo. Entonces, hay una solidaridad, una conexión. Nos impulsamos entre nosotros en esta época tan particular. Eso hace que la literatura circule, a pesar de todo.

*Somos Télam