24 noviembre, 2022
Luego de haber publicado “Rock and roll Islam” (Tusquets, 2020), un libro donde cuenta cómo nació el sufismo en la Argentina y su propia conversión, el autor presenta una novedad editorial, gestada durante la pandemia. Se trata de su primera novela gráfica, “Shams y la puerta del infierno”, que con ilustraciones de Elias Distefano “El Toreh” y color de Leila Kovacs, nos introduce en una aventura mágica y mística, donde abundan los ángeles, demonios y santos.
El libro, además, es interactivo: viene con links para escuchar música especialmente compuesta por el percusionista Sami Sebastian para acompañar la lectura y una de las ilustraciones tiene un QR que lleva a un video .
“Shams es el primer superhéroe musulmán hecho en Latinoamérica, al menos que tenga memoria”, cuenta el autor en diálogo con Télam, para luego detallar que “la historia transcurre en Argentina, en Buenos Aires, protagonizada por un empleado de una cabina de peajes que recibe un llamado a la aventura con la noticia de que se murió su maestro sufí”.
-¿Cómo se explicaría el superpoder de Shams?
-Tiene una cualidad: al margen de ser muy grande y muy voluminoso, tiene una problema en una glanda que no le permite sentir miedo. Muchas de las aventuras que vive son por esa temeridad y ausencia de miedo, por ciertos episodios familiares y cosas que le suceden a lo largo de su vida. Shams tiene que reemplazar a su maestro, tiene que atravesar un desafío, una aventura en soledad. Tiene que pasar cuarenta días encerrado, enfrentando a sus cuatro grandes enemigos: que tenemos todos adentro nuestro: que es el ego, el demonio, el mundo, ese enfrentamiento es casi un duelo corporal, en esa reclusion, en ese retiro de 40 días se abren mundos paralelos que Shams activa cuando pone la cabeza sobre la alfombra y se transporta a otro mundo. Cuando uno hace el rezo, se pone la cabeza en la alfombra y ese es lo más sagrado dentro del Islam. Tu alma asciende, cada vez que uno pone la cabeza en la alfombra algo sucede a otro nivel. Entonces, tomando esa referencia, es que Shams cada vez que pone la cabeza en la alfombra se transporta a otro mundo, un mundo intermedio donde se suceden todas las aventuras que se cuentan en la historia.
-¿Cómo surgió el cómic?
-Hace años que me inicié en el sufismo. Tengo más de la mitad de mi vida como periodista. Y me di cuenta que había cosas que no podía transmitir con crónicas. Hice crónicas cuando viajé a Meca, entrevisté a mi maestro, hay ciertas cosas del camino que son muy difíciles de describir. Una vez leyendo un cómic que hizo Alejandro Jodorowsky , “El Incal”, de los años 80 el contaba que le había pasado lo mismo que él tenía mucha experiencia espiritual, mucho recorrido en el budismo zen, en el chamanismo, en el tarot, y había decidido implantarlo de algún modo en ese cómic que hizo con Moebius. Me pasó algo parecido, había muchas cosas que quería contar, y el despliegue visual del cómic era el mejor escenario, formato para poderlo transmitir. De eso trata “Shams”, es una aventura que por primera vez traduce cierto conocimiento esotérico y secreto del Islam en una historieta que se lee casi como si fuera “El Señor de los anillos”, o “Games of thrones”.
-Pero en un contexto argentino…
-No es una historia de las “Mil y un noches”, es una historia que pudo haber pasado aquí y ahora. De hecho, muchas de las historias que se cuentan son verdades que ya han sucedido, con sufis argentinos. Se reúne en una Dargah, los espacios sufi donde nos juntamos los derviches en todo el mundo que está en el medio de Buenos Aires. Es una casa con parque no deja de estar rodeada de edificios
-¿Te parece un contenido apto para un público infantil?
-No diría infantil porque hay luchas muy cruentas entre ángeles y demonios. El cómic no está pensado para los niños, aunque ahora los niños ven cualquier cosa. Shams tiene que enfrentar situaciones bastante duras, hay sangre, episodios bastante tortuosos de su vida, de su pasado, que él tiene que atravesar, hay cierto drama, más allá de que es una historia luminosa, hay una lucha entre bien y el mal que lo va a entender más un adolescente o un adulto que un niño que se le pueden escapar ciertos guiños.
-¿Qué te gustaría lograr a través del cómic?
-Este cómic no deja de ser una historia divertida, entretenida, que a su vez nos informa de un conocimiento que normalmente está vedado para el público que no le interesa el Islam, o piensa que es algo truculento o violento, sin embargo hay todo un mundo muy rico narrativamente, que los musulmanes no saben contar, o lo contamos entre musulmanes. Al público de Occidente no le llega nunca esa información. El comic es un puente para contar toda esa información de esa tradición del Islam que llega al gran público que consume cómics que lo va a disfrutar como una gran aventura fantástica.
-Hay una gran tradición literaria en el Islam.
-Dentro del Islam, el sufismo sobre todo, siempre se eligieron formatos diferentes para llevar el mensaje. Uno fue la poesía de Rumi, que es el gran representante. También están las danzas sagradas circulares. De los trovadores a lo largo de la historia se decía que eran sufi, como las fábulas de Esopo. Siempre los maestros han llevado su conocimiento a otros formatos, a otros planos. Si hoy hubiera maestros presentes seguramente escribirían un cómic como Shams donde pudieran implantar su conocimiento, su lección, su sabiduría de toda esta tradición en un formato de una aventura que se lee como tal.
-¿Qué opinión te merece la inclusión de personajes musulmanes en la industria del entretenimiento estadounidense?
-Dentro de la concepción de los superhéroes hay algunos musulmanes. Pero no dejan de estar clonados dentro de lo que ya conocemos. Hay un Linterna verde musulmán. Hay un Capitán América musulmán. Está Nightrunner, que fue entrenado por Batman y tiene un murciélago en el pecho. Está la Señorita Marvell, que es musulmana de familia de paquistaníes. Sin embargo, originalmente no era musulmana. Lo que muestran es que sus papás son demasiado conservadores. Sigue ese estigma que si hay algo malo con ser musulmán, hay algo retrógrado. Eso no es real. Siente que en estos ejemplos en realidad no hay una historia por contar sino un público para satisfacer. El punto de partida es el departamento de marketing que piensa ‘vamos a hacer unos personajes para los musulmanes’ y no de un autor creativo musulmán que hace un personaje con toda la tradición.
-¿Te gustaría que «Shams» llegue al cine?
-“Shams” es una aventura que bien podría catapultarse como una película de cine, algo así como “Laberinto de Fauno” de Guillermo del Toro.
-¿Cuáles fueron las influencias a la hora de hacer un cómic?
-Me gusta mucho “Sandman” , todo lo que hace Neil Gaiman me gusta mucho. Obviamente Alan Moore. Él también tiene algo espiritual, un condimento de magia que trata de llevar en sus historias. Hay algo que trasciende. No son solamente historias de monstruos y superhéroes, siempre va un poquito más allá. Esa idea me gusta mucho. Por otro lado, hay toda una tradición que no tiene que ver con el cómic sino con el rock. Hay rockeros personificados dentro de los personajes. Algunos están del lado de los ángeles, otros de los demonios y otros de los santos. A medida que lo vean van a ver quién es cada uno y lo van a tratar de identificar. Aparecen rockeros contemporáneos internacionales, como Bob Dylan, Patty Smith y Robert Johnson. Me gusta este puente. Es mi propia vida. Es la música que escuché de joven.
-¿Seguís escuchando mucha música?
-Hay algo que sucede cuando estás en un camino espiritual verdadero: hay cosas que te dejan de gustar. Se desmagnetizan. Como cuando eras chico y jugabas con juguetes y de repente no pasa más nada. Me acuerdo de jugar con los He Man y ya tener diez años y ya te sentis medio un tonto, no te produce más nada. No hay más magia. Eso sucede cuando elegís un camino espiritual que te transforma por dentro, se desmagnetizan ciertas cosas. A mi por ejemplo me desmagnetizó el cine, lo mismo la música. No es que sea pecado pero me enamoré de otra música. Cuando escucho música, es música sufi. El camino espiritual verdadero es tan lindo, te llena tanto por dentro que todo lo demás te deja de importar.