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8 julio, 2024

Murió en prisión el «Hombre Gato», condenado a perpetua por matar a su madre y a su tía

El israelí Gilad Gil Pereg, que maullaba desde su celda, murió en un hospital penitenciario a causa de una descompensación.

El israelí Gilad Gil Pereg, más conocido como el “Hombre Gato” que fue condenado en 2021 a prisión perpetua por el crimen de su mamá y su tía en Mendoza, murió en las últimas horas en un hospital penitenciario a causa de una descompensación.

Fue en 2021 cuando un jurado popular encontró culpable a Gil Pereg de los crímenes de Pyrhia Saroussy y Lily Pereg en 2019 en la localidad mendocina de Guaymallén, por lo que la Justicia le otorgó la pena de prisión perpetua.

A tres años de su condena, en las últimas horas del domingo se confirmó que Gilad Gil Pereg falleció en el hospital penitenciario El Sauce de Mendoza tras sufrir una descompensación.

Fue en enero de 2019 cuando los investigadores hallaron los restos de su mamá y su tía en el fondo de una propiedad perteneciente al acusado.

Según informaron los médicos, intentaron reanimarlo con maniobras de RCP durante varios minutos, pero no pudieron estabilizarlo.

En sus últimas palabras durante el juicio, el acusado expresó: “Me están intentando culpar a la fuerza. Quieren decir que yo hice cosas que yo no hice… Es fácil usarme como un target. Por eso, apenas hice la denuncia de que desaparecieron mi mamá y mi tía, enseguida empezaron a buscar la forma para acusarme a mí de su desaparición. Por eso, me hicieron tantos allanamientos en casa”.

Sin embargo, los restos de las dos muejeres fueron encontradas enterrados en el fondo de una de sus propiedades.

Extraña defensa

Durante su estadía en prisión, el ingeniero electrónico obtuvo un sobrenombre por maullar en su celda. Allí los otros reclusos y las propias autoridades lo catalogaron como el “Hombre Gato” por sus extrañas acciones dentro del penal.

En el juicio, el fiscal Fernando Guzzo lo describió como un “asesinato despiadado” con “plena consciencia de la criminalidad de sus actos”.

“Ni el maullido más fuerte puede acallar ni distorsionar la realidad de la humanidad del acusado y su juicio crítico al momento del hecho”, ratificó.