12 febrero, 2021
Miguel Blesa, Luis De Vedia y Mario Mariscotti*
Dentro del campo de la metalurgia hay varios ejemplos que ilustran la importancia de la minería en desarrollos tecnológicos locales los cuales culminaron con una producción industrial relevante. En todos los casos el insumo básico es un mineral. En el pasado muchos minerales eran extraídos de yacimientos locales, pero éstos gradualmente han sido reemplazados por insumos importados. Argentina tiene un gran potencial minero, pero actulamente es, en buena medida, sólo eso: un potencial que valdría la pena aprovechar.
Dos de esos desarrollos estuvieron vinculados con la tecnología nuclear y con los esfuerzos para lograr independencia en el ciclo de combustible nuclear. Dioxitec S.A. fabrica dióxido de uranio de grado nuclear a partir de una materia prima conocida como concentrado de uranio. Todo comienza con la fase de exploración y minería por lixiviación “in situ”. La Argentina encaró un ambicioso proyecto de exploración y explotación de minerales de uranio, cuyo máximo exponente es el yacimiento de Sierra Pintada, en San Rafael, Mendoza. Allí se producía un polvo seco formado por uranio natural, llamado “yellow cake” (torta amarilla), que se vende en el mercado del uranio como U3O8.
Lamentablemente, esta instalación está inactiva desde hace muchos años, entre otros factores por la restrictiva legislación provincial sobre minería y actualmente la materia prima con la que Dioxitec fabrica UO2 de grado nuclear, se importa. Este dióxido de uranio es el insumo de la planta de CONUAR S.A. que fabrica las pastillas de UO2 sinterizado, y con ellas se construyen los elementos combustibles usados en las Centrales nucleares argentinas.
Estos elementos combustibles están formados por tubos de una aleación de circonio (circaloy) que contienen las pastillas de UO2. La fabricación del zircaloy es la otra pata de este elaborado ciclo industrial. El circaloy es fabricado en la Fábrica de Aleaciones Especiales en el Centro Atómico Ezeiza a partir de lo que se llama la esponja de circonio. El caso de este material es ilustrativo de la importancia de adquirir condiciones de autonomía en relación a ciertos insumos. En efecto, cuando Argentina encaró el desafío de fabricar los elementos combustibles nucleares buscó proveedores de este insumo, pero se encontró con que su importación estaba negada par Argentina. Esto condujo al desarrollo local de la tecnología de fabricación de esponja en el Centro Atómico Bariloche. Una vez que esto se logró, las restricciones a la importación fueron levantadas.
También existen interesantes desarrollos fuera del sector nuclear. Uno de ellos es el emprendimiento de Aluar que montó una planta de fabricación de aluminio en Puerto Madryn en la década de 1970. El aluminio es un elemento muy abundante en la corteza terrestre en forma de aluminosilicatos, pero la obtención de aluminio se dificulta por dos razones: en primer lugar, es un elemento muy electropositivo, lo que significa que se requiere mucha energía para transformar sus óxidos en el metal libre, y en segundo lugar porque los aluminosilicatos no son un punto de partida adecuado. Aluar usa alúmina (Al2O3), mineral que se importa, con agregado de criolita (Na3AlF6) para poder fundir el material a temperaturas más bajas en las celdas electrolíticas de producción de aluminio. El desarrollo del proyecto de Aluar implicó también la necesidad de una usina hidroeléctrica (Futaleufú) para alimentar la planta.
Otro ejemplo interesante de desarrollo tecnológico significativo es la fabricación de tubos de acero sin costura de la empresa Tenaris. En 2014, la Argentina era el cuarto exportador mundial de tubos de acero sin costura. Este producto es utilizado principalmente en la industria petrolera y gasífera, tanto para extracción como para bombeo y distribución de petróleo crudo y gas. Por ese motivo es también un insumo crítico para el desarrollo de Vaca Muerta en la cuenca neuquina. La materia prima para fabricar los tubos sin costura es el acero, el cual a su vez es fabricado a partir de arrabio (hierro con alto contenido de carbono) o chatarra de hierro, fundiéndolo con carbón. Argentina explotó sus yacimientos de hierro para producción de arrabio en los altos hornos de Zapla, en Jujuy (que sigue en operación actualmente, pero solo procesa chatarra) y en Sierra Grande hasta 1991. Hoy día esta importante industria depende de la importación de su insumo principal.
En todos estos casos pues, las etapas incluyen una fase de exploración y explotación minera, sin la cual sería imposible todo el proceso tecnológico posterior que permite transformar la materia prima en productos de alto valor agregado. El tema de la construcción de cadenas de valor a partir de minerales locales está cobrando especial relevancia en Argentina (y también en Chile y Bolivia), alrededor de la explotación de litio. Actualmente, la Argentina extrae litio del Salar de Hombre Muerto (en Catamarca) y en el Salar de Olaroz (en Jujuy) y lo concentra como carbonato de litio (Li2CO3) que es exportado a través de Chile.
Hay propuestas para reemplazar esta exportación de materia prima encarando localmente la fabricación de baterías de litio, producto que es el responsable de la demanda mundial actual de ese elemento químico.
En conclusión, el desarrollo tecnológico de un país es el sustento fundamental de su soberanía y de su “capacidad de decisión autónoma” y en la mayoría de los casos este desarrollo tecnológico requiere de insumos minerales. No todo se puede hacer en un país, pero existen ciertos insumos sin los cuales esa capacidad de decisión se resiente. Esta es una de las principales razones por las que es deseable que el país no abandone la exploración y explotación minera (como lo supo hacer) sino que por el contrario, la favorezca.
Los países centrales tienen en claro que su desarrollo tecnológico requiere de insumos críticos provenientes de la minería. Por ello a veces resguardan celosamente su propia producción minera, y a veces establecen agresivas políticas internacionales para garantizar la importación de insumos inexistentes en el país. La Argentina, si bien está lejos de ser un país central, desarrollado, tiene capacidades bien demostradas de elaboración y puesta en valor de insumos mineros. Queda claro entonces que es crucial contar con políticas mineras que permitan la producción de minerales base de la producción industrial. Además esas políticas deben ir acompañadas con el estímulo del establecimiento de cadenas de valor, desalentando la exportación de materias primas, e impulsando los desarrollos tecnológicos basados en las mismas.