En el mismo momento en que las paritarias privadas convergen en torno al 35% es evidente que el mensaje es potente.
Con una inflación anualizada que en el último registro superó el 46% y aun aceptando que en el segundo semestre disminuyera tal como estima el gobierno, está claro que el 29% presupuestado quedó en el olvido y finalmente el aumento esperado no bajará del 40% si todo marcha bien.
Por eso la señal es tan poderosa, dado que en modo alguno el gobierno debe promover paritarias por debajo del 40% si es que quiere cumplir con su contrato electoral del año 2019 y que efectivamente los salarios crezcan por sobre la inflación.
Un 40% de aumento salarial es un piso mínimo desde donde empezar y es imposible imaginar uno menor, sobre todo en año electoral y con las estratégicas elecciones de noviembre donde se define no solo la continuidad o no del modelo de gestión popular democrática hasta el final del mandato dado el tipo de oposición obstruccionista y desestabilizadora existente, sino un nuevo cambio de régimen donde el paradigma neoliberal vuelva a asolar a la sociedad argentina.
¿Y por qué es tan importante la señal dada por Cristina Kirchner y Sergio Massa?
Insistimos en nuestra hipótesis ya anticipada en otras columnas de Perfil: porque la decisión electoral corresponde al 40% de la población integrante de los segmentos medios y medios bajos que vota de acuerdo a la mejora o no de sus condiciones de existencia material.
Como ya señalamos, pero es bueno reiterarlo hasta aburrir, se observa hoy un 40% de lectores aún indecisos allí donde las fronteras ideológicas se tornan líquidas que definirá su voto estrictamente sujeto a la lógica de mejoras socioeconómicas.
Se trata de segmentos medios y medios bajos con ingresos en línea con la canasta de pobreza de su hogar o superiores, pero que no logran duplicarlos que orientará el voto de acuerdo a “como les vaya en la feria” al momento de votar.
Hasta hoy los datos oficiales conocidos son poco favorables para estos grupos que sufren el doble flagelo de aumento del desempleo abierto y caída de ingresos familiares de la mano de la inflación, en especial del aumento de alimentos y bebidas que se ubica por sobre el nivel de aumentos generales.
Estos segmentos medios y medios bajos son estratégicos y reiteramos, representan al 40% de la población ubicada –como se observa en el cuadro– entre el tercer y sexto decil de ingresos, se apropian del 24% del ingreso total mientras que el 10% más rico toma hoy el 32% del ingreso total.
Son sectores muy castigados por la caída en el poder adquisitivo del salario que representa la modalidad dominante de ingresos de su grupo familiar.
Alejados de los salarios por sobre el promedio general de la economía y sin beneficiarse de la trama de subsidios del Gobierno Nacional ni su trama clientelar, estos segmentos medios descansan su ingreso básicamente en jubilaciones, pensiones y salarios privados cercanos al mínimo, vital y móvil, complementados muchas veces por changas y son los más refractarios a ingresar en la polarización creciente y habitual que signa el comportamiento electoral en las últimas décadas.
En este segmento resulta potente la señal dada por Cristina Kirchner y Sergio Massa de ir por sobre el techo conocido de paritaria y el aumento de Jubilaciones, pensiones y salario mínimo asignado por el gobierno.
Con una campaña de vacunación masiva exitosa y que gana volumen día a día, donde ya hay más de 10 millones de vacunados y sigue en acenso, el gobierno nacional no puede ni debe enfrentar las elecciones de noviembre desconociendo la cuestión socioeconómica.
En especial, insistimos, debe tomar nota del deterioro manifiesto de las condiciones de vida de segmentos medios y medios bajos, sectores amplios y decisivos a la hora de consolidar o no con su respaldo electoral el rumbo popular democrático iniciado el 10 de diciembre del año 2019 tras la larga noche neoliberal.
*Director de Consultora Equis.