ChubutLine.com "Periodismo Independiente" - Noticias, política y un análisis de la realidad diferente - directora@chubutline.com - redaccion@chubutline.com



17 abril, 2021

Meditar en pandemia, un remedio contra la ansiedad

Como instancia de fluidez, permite mejorar los cuadros de estrés y ansiedad leves

Por Ignacio Brusco

En una época de estrés crónico, como la actual, son pocas las metodologías pasibles de implementar para mejorar los cuadros de ansiedad.

La meditación plena es una de ellas. Calmar el pensamiento, solo imaginar cuestiones simples, manteniendo la mayor parte de la mente y el cuerpo en reposo da rienda a lo conocido actualmente como proceso cerebral de fluidez.

La fluidez activa zonas corticlaes cerebrales específicas como el «precúneo», que es uno de los espacios cerebrales más grandes y diferenciables, una especie de huella cerebral entre personas. Hasta hace poco tiempo, no reconocido por encontrarse en la parte interna del lóbulo parietal del homo sapiens.

Durante el estado de fluidez se inhibe la importancia del exterior. El sujeto entra en un túnel de trabajo, que requiere lo que el científico Arne Dietrich, de la Universidad de Georgia, llama hipofrontalidad transistoria.

El lóbulo frontal de la corteza cerebral es esencial para la atención y la flexibilidad cognitiva. En la fluidez procedural disminuye su control consciente, inhibiendo la captación de información exterior (inhibición lateral), disminuyendo la flexibilidad a los estímulos externos o internos, que no estén relacionados con la función que se esté desarrollado.

Sería un estado parecido a lo que el fenomenólogo Edmund Husserl llamó «solipsismo», que implica hacer un paréntesis sobre todo estímulo externo al pensamiento puntual, como si todo lo externo no existiera. A esto, Husserl lo comunica como la segunda meditación cartesiana. Parecería entonces que para encontrar este solipsismo necesitaríamos el estado de fluidez cerebral.

Debe diferenciarse la meditación y la fluidez del divague. Divagar es «pensar en nada», lo cual genera una situación de peligrosa no conducción de la actividad del pensamiento. Algo parecido a los que sucede cuando soñamos, cuando es imposible conducir nuestra mente.

Se conoce actualmente que el cerebro adulto puede cambiar de forma a partir de estímulos externos; algunos de ellos, incluso, son capaces de producir cambios en el tamaño cerebral. Esto corresponde a un nuevo concepto llamado neuroplasticidad. Si bien era un concepto que se pensaba en el desarrollo embrionario y en la niñez, hoy se ha extendido incluso a los cerebros envejecidos.

Es así como personas que adquieren determinada destreza (por ejemplo, un pianista) desarrollan sus cortezas motoras a partir de nuevas conexiones de sus neuronas, lo cual agranda levemente sectores motores del cerebro.

Por el contrario, problemas tales como haber padecido un hecho en la vida que desencadenó un estrés postraumático y ansiedad crónica al revivir la situación estresante en forma reiterada generan una disminución del tamaño de cierta parte del cerebro que sirve para el funcionamiento de la memoria consciente, generando a su vez procesos de pérdida de recuerdos.

Ahora que la neurociencia está avanzado en nuevos proyectos, se produce una gama más interesante de estudios sobre muchas actividades que años atrás hubieran sido impensadas. Así, cuando en 2005 se presentó el Dalai Lama en un congreso de la Sociedad de Neurociencia de Estados Unidos (quizá el congreso más importante de neurocientíficos), muchos de los concurrentes pusieron el grito en el cielo. Pero cuando se comunicaron los estudios que se están llevando a cabo -que implicaban imágenes funcionales del cerebro y electroencefalograma más complejos que los convencionales- la cuestión fue cambiando.

Desde los budistas y los yoguis hasta los filósofos fenomenólogos han aplicado procesos de introspección a partir de diferentes concepciones del funcionamiento del cuerpo humano. Tanto es así que en un estudio de la Universidad de Emory, Atlanta, fueron analizados neurobiológicamente diferentes tipos de meditaciones, las que implicaban la meditación focalizada (que consiste en concentrarse en un solo punto), la meditación de consciencia plena (en la que se debe atender en forma sostenida todos los estímulos externos e internos sin distraerse por los estímulos externos) y la meditación compasiva (que considera ponerse en el lugar del otro, cultivando un sentimiento de bondad hacia terceros, sean amigos o enemigos).

Si bien los resultados fueron diferentes en cada uno de los estudios, en todas las meditaciones se beneficiaron áreas cerebrales intelectuales aumentando de tamaño y disminuyeron áreas relacionadas con la ansiedad, tanto en su función como en su tamaño. Esto redunda en una mejoría de la funciones cognitivas y emocionales, con mejores resultados ante tests de reacción, así como también una mejoría en los procesos emocionales e incluso en los tratamientos de problemas afectivos. Se ha planteado, además, una posible mejoría en la actividad celular, disminuyendo los procesos de envejecimiento de las células. Es decir, la meditación podría modificar los procesos de envejecimiento cerebral.

En el mismo sentido, existen estudios que muestran al yoga mitigando el estrés y aumentado el bienestar. En neuroimágenes realizadas a yoguis se aprecia un incremento de las áreas cerebrales dedicadas a la memoria y de las sustancias endógenas (una especie de clonazepam interno) que calman la ansiedad. Se plantea al yoga como apoyo posible en tratamientos de angustia y depresión.

Son interesantes también los proyectos que plantean los procesos de meditación para el enalentecimiento del envejecimiento cerebral, que repercutiría en el resto del cuerpo.

Si bien el estudio neurológico de las prácticas contemplativas y el cerebro es una ciencia que recién comienza, y faltan estudios a largo plazo, ya nadie duda de los beneficios que pueden generar los procesos de meditación para una vida y un cerebro más sanos.

La meditación como instancia de fluidez permite mejorar los cuadros de ansiedad y estrés leves, muchas veces sin la necesidad de otro tratamiento o apoyo.

 

1