Según datos del Ministerio del Interior, la participación en la segunda vuelta alcanzaba un 63,23 por ciento, dos puntos menos que en 2017 (65,3%).
Esta cifra también marca un descenso de casi dos puntos con respecto a la participación a esa misma hora en primera vuelta (65 por ciento).
El balotaje se dio con las encuestas en favor del actual mandatario, pero la acotada diferencia con la dirigente de la extrema derecha configuraba en un delicado y expectante escenario a futuro en Europa, marcado por el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia y el temor por el ascenso de figuras conservadoras.
La segunda vuelta surgió del resultado de las primarias en las que el presidente centrista se impuso con el 27,85% de los votos ante la líder de Agrupación Nacional que obtuvo un 23,15%, pero que, aún así, resultó insuficiente y tras el primer debate presidencial televisivo durante el último tramo de la elección.
La clave en la elección estaba en cómo votarían los seguidores del candidato de extrema izquierda Jean-Luc Mélenchon, dado que en 2017, los votantes que responden a Mélenchon en la primera vuelta se volcaron, en su mayoría, por Macron y tan solo un 5% eligió a Le Pen. Pero casi un total del 45% de los votantes de izquierda optaron por no asistir a votar o hacerlo en blanco.
Con base en el malestar económico y la tensión internacional, las encuestas manifestaban que las abstenciones o votos en blanco podrían haber aumentado durante esta elección.
El actual mandatario comunicó que votó a través de un gift publicado en sus redes sociales en el que se lo ve depositando el sobre de papel madera en la urna.
«He votado. A los miles de franceses y francesas que permiten que se lleve a cabo la votación: gracias. En los colegios electorales de nuestras ciudades y pueblos, ustedes son el corazón palpitante de nuestra democracia», tuiteó Macron.
Algunas horas antes, lo hizo Le Pen y lo dio a conocer de la misma manera, con un mensaje más escueto.
Si Le Pen hubiera ganado se convertía en la primera jefa de Estado de extrema derecha en la historia del país y en toda Europa.
Los roles de ambos candidatos en el marco de la guerra entre Rusia y Ucrania fueron bien dispares, mientras el actual presidente se mostró abierto al diálogo y como mediador en la contienda, la líder derechista es una aliada directa de Vladimir Putin, por lo que si hubiera ganado fortalecería a Moscú, debilitaría a la OTAN y generaría crisis en la Unión Europea.