25 abril, 2021
Por Ignacio Zuleta
Se equivoca quien crea que el Blitkrieg emprendido por el gobierno contra Larreta es una decisión irracional e improvisada. Por el contrario, tiene una alta racionalidad, forma parte de una estrategia trazada antes del estallido de la peste, y busca proteger los intereses del oficialismo.
El objetivo principal es destruir a la fuerza de Juntos por el Cambio mediante: 1) el recorte de los fondos del presupuesto; 2) la amputación de la autonomía. Quitar dinero es sacarle la herramienta que logró la CABA en los años Macri para administrar con altas marcas de prestigio. En 2019 el ticket presidencial Macri-Pichetto alcanzó sus mejores resultados, aun perdiendo la reelección. Larreta reeligió con números todavía superiores. Sacarle la autonomía es destruir el poder que tiene Larreta como el gobernante del principal distrito en manos de la oposición. Tanto que lo convierte en una estrella de los sondeos de prestigio y en el candidato de JxC con más posibilidades de encabezar la fórmula 2023. No hay objetivo más importante. Eso anula las inhibiciones en el avance sobre la autonomía.
En estas horas la ministro de Seguridad le da órdenes a la policía porteña sobre cómo proceder en el enforcement de las medidas de control, de manera directa, como si no hubiera autoridades intermedias. No es una cuestión de estilo ni fruto de la improvisación. Es una medida que tiene la racionalidad clara de defenderse ante unas elecciones que pueden salirle mal, en especial en la provincia de Buenos Aires. Allí pone en juego, con una sola lista, las 19 bancas que obtuvo en 2017 con tres listas.
Para lograrlo tiene que obtener el 51% de los votos. No hay encuesta que vaticine esos resultados. Y los políticos les creen a las encuestas más que los periodistas. Si el oficialismo no mejora el número en la cámara de Diputados, no podrá arrancar a gobernar después de un año y medio de gestión intervenida por la peste. Los proyectos estructurales seguirían congelados, porque tener al Senado con mayoría abrumadora y con Cristina a cargo está demostrado que no le basta. Y la oposición pude celebrar que en ese año y medio no ha perdido legisladores en ninguna de las dos cámaras. La racionalidad del emprendimiento no asegura, claro, el éxito. Depende del choque con la racionalidad contraria de los adversarios del gobierno, que es tan firme que la de ellos.
La incomunicación entre oficialismo y oposición padece hasta de problemas de dicción, algo que hasta ahora se les atribuía solo a algunos de sus interlocutores. Casi mediante señas, Juntos por el Cambio respondió a la propuesta de postergar a las PASO por un mes. Demoró más de dos semanas en blanquear el acuerdo para un proyecto de postergación, con condiciones de dudoso cumplimiento: que el gobierno se comprometa a que no avanzará, llegada la necesidad, a la anulación de las primarias. El clima de sospechas llama al descreimiento.
El mismo que le hizo decir alguna vez a Juan Perón sobre el pacto con Frondizi: los pactos se firman para cumplirlos… o para no cumplirlos. O como los negocios: si son buenos, se hacen. Si no, se desbaratan. Los principals de la oposición – quienes marcan la estrategia desde un eje que va de CABA a Córdoba pasando por Los Abrojos y Capilla del Señor – creen que la intención del oficialismo de postergar y no suspender no es algo cerrado. Lo que busca es ganar tiempo, medir los efectos de la épica de la vacunación en las encuestas de intención de voto, y decidir recién en junio si hacer las primarias o no. Si el escenario es de derrota, el peronismo no va a ir mansamente a perder las PASO – la gran encuesta – ni las generales. Las va a suspender directamente.
El jueves Mario Negri reabrió los teléfonos para formalizar esa respuesta al borrador del proyecto enviado por Wado de Pedro. Se tomó tiempo para no intoxicar este acercamiento con las esquirlas de la batalla por las clases en el AMBA. Era, como ironizó Negri, ir a un velorio vestido de rojo. La demora se quebró porque el periodismo de filtración – género en el que ha derivado buena parte del periodismo de investigación – hizo bajar la noticia de que Sergio Massa tenía los votos para suspender las primarias. Desde la Rosada hubo filtraciones contrarias. Wado mandó decir que esa era una idea de Sergio, pero no del resto del gobierno.
Un sector de Juntos por el Cambio, la línea Olivos – sede de las oficinas de Mauricio Macri – se apuró a precipitar una respuesta, de manera de zanjar el debate. Una manera de tomarle la palabra al gobierno sobre la postergación. Negri acordó los términos de la respuesta con la mesa del interbloque de Juntos por el Cambio de Diputados en la tarde del miércoles, y liberó la respuesta. Bullrich se la apropió para la mesa nacional, con la venia de Macri. El proyecto de anular el sistema de primarias es anterior a cualquier emergencia. Este cronista lo adelantó en la edición del 5 de enero de 2020. Los motivos para hacerlo siguen vigentes como entonces, con la misma fuerza que los otros dos emprendimientos estructurales del oficialismo: demoler el fortín CABA, santuario de la oposición, y no pagar la deuda. Más aún, se han agregado para justificar la cancelación de un sistema que creó el peronismo en 2010 pero que se le volvió en contra. Suspenderlas, como quiere Massa, no es un proyecto educativo ni sanitario es un proyecto político. Y en política manda la necesidad sobre el deseo.
La convicción de que las vacunas son el motor del resultado electoral le costó al gobierno la principal baja en el gabinete, que fue la salida de Ginés González García. La estética de la renuncia del ministro más importante – en su rol de comandante en jefe de la guerra contra el virus – fue la del escándalo. La realidad tiene otras perspectivas: los protagonistas admiten que hubo una cama tendida por los adversarios del ministro.
Ginés abrió, apenas asumió, varios frentes de pelea: 1) la militancia en favor de alguna u otra vacuna – soviéticos contra astrazénecos, en todo caso -; 2) la disidencia con los vigilantes de la soberanía sanitaria (los “cubanos” de Gollán & Co) a favor de la estatización del sistema, contra privados, laboratorios y sindicatos; 3) la hipótesis electoral, que resolvió a los anteriores.
El contradictor principal del exministro fue el gobernador Kicillof y el motivo fue el reparto de las vacunas. – Tengo el 40% de la población; me tenés que dar el 40% de las vacunas. – Pero no tenés el 40% del personal de salud, que son la prioridad. – Si no me dan las vacunas, el Pelado va a ganar las elecciones. Ahí terminó todo. El gobernador, que carece de visión periférica, precipitó la salida de Ginés por su fe en que la jeringa trae votos. La historia lo juzgará.
En esta batalla, además, el presidente cuenta con el apoyo de los gobernadores, siempre dispuestos a disputarle fondos y poder a la CABA y a la provincia de Buenos Aires. Es un apoyo que no tiene para otras disputas, porque el país federal tiene intereses encontrados. El poder de la ciudad se basa en la autonomía que le dio la constitución de 1994 y que le reconoció de nuevo esta semana la Corte. Como dice el constitucionalista Julio Raffo, la ciudad es más provincia que otras – por ejemplo, las que antes eran territorios nacionales como Tierra del Fuego, o Chaco – porque fue capital del Virreinato del Río de la Plata.
En la constitución argentina, las provincias preexisten a la Nación. Las provincias, por su lado, confrontan sin unidad en otras batallas. Se nota en estos días con la ley de biocombustibles, que enfrenta a las petroleras y extractivas con las agropecuarias. El proyecto que oficializó el gobierno el jueves lleva la firma del diputado del Pro, Domingo Amaya. Se concilian intereses de su provincia, la azucarera Tucumán, pero choca con las productoras de granos como Córdoba, cuyos legisladores, de todos los partidos, creen que ese proyecto es invotable. No hay que descuidar el rango institucional de la pelea por la autonomía, que parece hoy capturada por los abogados. Se explica en interés del oficialismo en que el Congreso avale cuanto antes el DNU de cierre de las aulas. Lo quiere legalizado y con moño cuando antes.
La moda rusa por la Sputnik debe haber inspirado estos ademanes de Alberto. Putin le dijo a Ucrania en 2014: Crimea era tuya, ya no lo es más; y la anexó a Rusia. Alberto ahora le dice a Larreta: la educación era tuya, ahora no lo es más. Te la manejo. Para Putin, Crimea es estratégica como puerta hacia el Mar Negro. Su país alimenta a Europa con el 34% del gas. Una mitad se trafica a través de Ucrania.
Para Alberto, es solo una disputa de poder: pelea salud, cuando Nación le administra unos pocos hospitales; pelea educación cuando no administra escuelas; pelea seguridad cuando las policías son provinciales. Su clientela no son ni los niños, ni los enfermos, ni las víctimas del delito. Son los políticos, ante quienes necesita reivindicar poder, que es la capacidad de mostrar futuro.
Por eso sus gestos tienen como destinataria a su propia fuerza, el peronismo. Que solo lo seguirá si ofrece futuro. No le importa pelearse con la oposición, ni con el público de los grandes distritos, furiosos por los efectos de la lucha de clases. (El juez Marcelo Aguinsky sólo habla por sus sentencias – como corresponde al estilo tribunalicio – pero guarda para los amigos muestras punzantes de ingenio. Como describir la trama de las revolving doors – puertas giratorias – de las escuelas porteñas, como episodios de, literalmente, la lucha de clases.
Ahí la tienen quienes esperaban verla alguna vez, por fuera de los textos del marxismo de antaño – falta que aparezcan la plusvalía y, desde ya, la dictadura del proletariado, que ya va llegando tarde). También se pelea el presidente con su entorno, que le reprocha la salida de Ginés cuando era Olivos quien pedía esas vacunas VIP, o que no se sirva de apoyos como el de los gobernadores para alzarse ante sus socios Cristina y Sergio.
Ya perdió dos funcionarios de sus entrañas como Ginés y Marcela Losardo. Se quedó sin un ministro que maneje el área de Salud, que ha sido entregada a Kicillof-Gollán-Kreplak en el peor momento de la peste. ¿Cuánto le durará, por nombrar a alguien de su riñón, un Claudio Moroni, en Trabajo? Puede haber cansancio del material con una crisis como la de Neuquén, en donde harían falta acciones de Salud y Trabajo de la Nación.
Los cortes que resienten la producción de gas y petróleo los hacen los sindicalistas de ATE-Salud. La ausencia de autoridad motivó la amenaza del sindicalista de los petroleros, Guillermo Pereyra, de movilizar entre 15 y 20 mil trabajadores del sector para levantar los piquetes “anárquicos” de quienes “no voy a llamar compañeros”. «La paciencia tiene un límite», repite. Sindicalismo por mano propia ante la ausencia de autoridad. Otro capítulo de la lucha de clases, ahora sin aulas.
Este es el compromiso que explica la racionalidad del ataque a los fondos y a la autonomía de la CABA, y es donde se juega Alberto Fernández su futuro. Si no ofrece una chance ganadora al peronismo, puede renovarse la amenaza de división, algo nada inusual en ese partido.
Este peronismo, que no quiso que Cristina fuera candidata a presidente y la aisló en el Senado, no querrá ir a perder. Alberto sabe además que sus socios en la trifecta presidencial no lo van a ayudar. Cristina no defendió a Amado Boudou ni a Julio de Vido. Es un antecedente. Como tampoco Sergio Massa es un campeón de la lealtad.
Para probarlo no hace falta recurrir a los focus groups de Jaime Durán Barba que concluían con que “Massa te va a fallar”. Su trayecto orbital entre 2009 y 2019 lo ha mostrado como un ejemplo de deslealtad. Es entendible que Alberto se fugue hacia adelante con la pelea sobre las clases, con desprolijidad argumental que no esconde la racionalidad del envión, que se entiende como una necesidad de supervivencia.
*NoTiAr