21 febrero, 2021
«En los sueños comienza la responsabilidad» – William Butler Yeats
Es necesaria una mínima cuota obsesiva para ser exitoso. Sin embargo, la superresponsabilidad puede ser sumamente disruptiva. También puede llevar al fracaso en las decisiones inmediatas por aumento de la ansiedad, dispersión de la ansiedad y el congelamiento de la actividad. Puede ser también desgastante a largo plazo, llevando a un estrés crónico y generando un desgaste profesional («burnout»), alterando la tarea a realizar y modificando la capacidad del actor.
Un trabajo realizado por los científicos Yoshinori Suguri y Brian Fisak publicado en la revista International Journal of Cognitive Therapy plantea que las personas demasiado responsables pueden enmarcarse incluso dentro de patologías como el trastorno de ansiedad generalizada (TAG); es decir, una preocupación excesiva sobre cuestiones con poca probabilidad de que sucedan en el futuro, tanto a la persona, la familia o el trabajo. Esta angustia anticipada genera un cuadro de ansiedad patológica crónica que puede confundirse y, a veces, asociarse con otra problemática como es el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), que lleva a una ideación puntual y perfeccionista sobre un tema en particular. TOC y TAG pueden ser un problema asociado a personalidades con rasgos obsesivos de importancia
El grupo de Suguri y Fisak describen en su estudio tres tipos pensamientos problemáticos en las personas excesivamente responsables. Una de ellas es la autoculpabilidad , más relacionada con el TAG. La otra es el exceso de responsabilidad para desarrollar una tarea y, por último, el temor a generar un daño excesivo a otros, este último punto más relacionado con el TOC. Sin embargo, estas ideas y emociones pueden imbrincarse y generar pensamientos problemáticos, existiendo un comorbilidad ente TOC y TAG y dificultando la identificación del problema real y su consecuente tratamiento.
Se sabe que toda superresponsabilidad produce una fuerte ansiedad anticipatoria, angustia y estrés agudo, disparando al sistema autonómico corporal, provocando sudores, opresión del pecho, taquicardia, falta de aire y un heterogénea gama de síntomas corporales y psicosomáticos.
Al prolongarse estos pensamientos se transforma en un estresor crónico permanente, generando así una clara disrupción cerebral, corporal y conductual. Cerebral porque afectará la cognición y la emoción, así como posiblemente la epigenética y la conformación de nuestro cerebro. Impactando en un sinnúmero de patologías psicosomáticas, metabólicas y endocrinólogas y alterando el sistema de equilibrio interno u homeostasis.
Es interesante la clasificación que realizó el científico Don Hamacheck, un investigador del perfeccionismo que trabajó en la Universidad de Michigan. Él clasificó al perfeccionismo en «normal», ya que consiste en la realización de una actividad con esfuerzo positivo pero «sin preocuparse excesivamente por la perfección del resultado final». Y por otro lado, el «perfeccionismo neurótico», que consiste en los que se obsesionan por un «resultado perfecto».
Las superperfección leve pueden suceder en personas como rasgos normales llamados rasgos «lógicos», que requieren de un mayor ordenamiento, como conducta habitual y normal, sin problemas graves.
Pero si la hiperresponsabilidad aumenta a un TOC y/o TAG como trastorno de ansiedad, aparecerán pensamientos intrusivos, recurrentes y persistentes, que producirán inquietud, temor o preocupación asociado a conductas repetitivas dirigidas a reducir la ansiedad asociada. Estos trastornos de aumento de responsabilidad, en general, alteran la toma de decisiones y cronifican al estrés.
En el TOC, al ser más específicas las ideas obsesivas, se pueden observar actos compulsivos que calman la tensión. Pero, una vez realizadas estas compulsiones, generan mayor ansiedad ante la sensación de fracaso. Las personas con trastornos obsesivos tienen conciencia de realidad y situación, pero las ideas obsesivas les generan angustia y conflicto con su self, llamada sensación egodistónica.
Las ideas perfeccionistas son entonces displacenteras y las personas las reconocen como anormales. Es decir, surge una idea que el sujeto considera atípica o sobredimensionada, como lavarse las manos excesivamente, hacer rituales permanentes, ponerse alcohol en todo momento, tener una cábala antes de salir de la casa, buscar simetrías espaciales o numéricas o hiperpreocuparse por la casi todas las actividades del día en el TAG .
Estos pensamientos son egodistónicos; es decir, disruptivos emocionalmente. Luego de haber realizado un acto que se sabe es anormal, se generará una conducta de angustia ansiosa. Cuando sucede, se producirá más ansiedad que puede disparar una nueva idea de perfección. Así se produce un circuito de retroalimentación negativa.
El estrés crónico que se genera en el desgaste profesional genera hormonas como el cortisol y el CRH (corticotrofina). Esta cronicidad afectará varios sistemas mentales y corporales.
Existe un cruel modelo de estrés crónico creado Porslt y colaboradores en 1977 en ratones llamado «prueba de natación forzada» . Los roedores eran sumergidos en agua generando la amenaza de ahogamiento; en un principio, ante el estrés agudo, los animales luchaban fuertemente por su vida y disparaban el sistema simpático-adrenérgico. Pero luego se dejaban ahogar, perdían la capacidad de lucha y se inundaban de cortisol, el cual aleja la motivación y disminuye la respuesta conductual, los neurotransmisores del placer y de la inmunidad.
El estrés puede producir no solo cambio psicológicos sino físicos, como demostró Eric Kandel (premio Nobel de Medicina en el 2000), que ante la injuria ocasionada en un rata ésta cambiaba su conducta abandonando las crías y dejaba de sintetizar una proteína clave para el manejo normal de su conducta maternal. Si se inhibía esa proteína, el animal no cambiaba su conducta y la proteína no se producía. Tesis y antítesis. Es así como un fenómeno ambiental puede producir cambios orgánicos y viceversa.
Es necesario comprender que el perfeccionismo neurótico dificultará el éxito. Sin embargo, el que no se obsesiona por el resultado final sino que otorga su mayor energía al objetivo, pero sin autoculparse, podría ser más exitoso que el resto. Jeff Bezos planteó hace tiempo que la raíz de un negocio exitoso es que «todo tiene que estar perfecto». Ese tipo de responsabilidad, probablemente, sea la que no se obsesiona por el resultado.
Es muy importante autorreconocer, en una tarea metacognitiva, nuestro grado de perfeccionismo neurótico. Sabiendo que su exceso puede generar angustia, pensamientos oscuros y una gran pérdida de la asertividad.
*JCT, BAEN