18 diciembre, 2022
La Albiceleste de Lionel Messi consiguió la gloria máxima tras el triunfo por penales ante Francia en el Lusail Stadium, luego de igualar 3-3 en los 120 minutos. Jugó un enorme partido hasta el descuento de Mbappé y no mereció sufrir. El haberse impuesto en la mejor final de la historia no hizo más que inyectarle épica a una conquista trabajada, sufrida, pero cargada de mística… Y muy buen fútbol. Se trata de la tercera estrella para la Selección y la primera en el torneo para el astro rosarino que, a los 35 años, logró su gran sueño, como Maradona en 1986
Tenía que sufrir Messi. Tenía que sufrir Argentina. Pero se acabó el sufrimiento. Se acabó. Argentina es campeón del mundo. Sí, no es un sueño. Messi es campeón del mundo. Y es justicia. En Qatar. En un Mundial mágico que dejó una final mágica y exótica. Porque si se deja atrás todos los padecimientos, fue una final apoteótica. Con un Mbappé, en modo diablo, autor de tres goles que rescataron a Francia de una paliza. Pero Argentina tiene a Messi, que metió dos goles. Y tiene a Dibu Martínez que volvió a aparecer en una definición por penales. Y antes también. Y a gozar. Porque lo que acaba de pasar en este Lusail es historia. La Scaloneta domina el mundo. Y Messi… Sí, Messi. Y ya no hay discusión, es el mejor de todos los tiempos.
Hay que dejar atrás las emociones mientras Messi se abraza con Celia, su mamá. Mientras el estadio estallaba de locura. Mientras los jugadores se mezclan con la gente. Y se hace imposible escribir revoloteando lágrimas sobre el teclado. Pero hay que hablar del partido. Porque Scaloni planteó un partido perfecto. Fueron 80 minutos de dominio abrumador. Un baile mundial. Un baile que se cortó porque Mbappé es el heredero de Messi. Nada más.
Había sorprendido Scaloni eligiendo a Di María como titular. Y volvió a sorprender con Fideo como extremo por la izquierda. Fue una jugada de ajedrez, que incluyó el ingreso de Tagliafico por Acuña para cuidarle la espalda al as de bastos de este equipo que será inolvidable. Porque allí, el hombre de Juventus, que no era titular desde el partido contra Polonia, empezó a hacer daño. Y no sólo obligó a Kundé a no perderle el rastro, sino que también le hizo hacer horas extra a Dembélé.
Pero esa jugada no fue la única que puso sobre el tablero Scaloni. El equipo se hizo corto, con los centrales siempre atentos para cortar rápido, en especial Cuti Romero, y con un monumental trabajo de Alexis Mac Allister, Rodrigo De Paul y Enzo Fernández. Ellos manejaban el equipo desde el mediocampo y, curiosamente, convirtieron a Messi en un jugador complementario.
No es que Leo jugó mal esos 45 minutos. Todo lo contrario. Lo que sucedió es que esta vez los que tiraron de la carreta fueron otros.
Así llegó el gol del desequilibrio. Después de un toqueteo incesante, Julián abrió para Di María. Parecía que se iba larga la bola, pero Fideo no sólo llegó sino que clavó los frenos y enganchó para adentro. Así le sacó la ventaja a Dembélé, que en plena persecución lo tocó de atrás. Penal. Y gol de Messi, el sexto del torneo, en su partido 26, récord en Mundiales.
Dos minutos fatales.
De no creer. El fútbol no sabe de justicia. Al menos eso era lo que parecía.
Argentina intentaba salir del pozo. Pero Francia estaba en estado de gracia. Lo tuvo Thuram tras un centro de Mbappé. No llegó por nada. Enzo frenó justo el pie cuando volvía a molestar Thuram. Se paralizó el estadio. Pero el árbitro Szymon Marciniak, que manejó bien el partido, marcó para el otro lado y le sacó amarilla al punta. Alivio.
Los corazones se detuvieron otra vez con un desborde de Coman que encontró a Camavinga. Apareció Dibu. Con suspenso, pero apareció. Ya iban los ocho minutos de descuento. Francia seguía con la mira calibrada. Cada ataque era peligro de gol.
Messi tuvo la del final. La de siempre. La que no suele fallar. Lloris apareció en todo su esplendor para mandar la bola al córner. Al alargue. A sufrir.
El mini descanso le dio algo de paz a la Selección. Entró Montiel por Molina, que había padecido a Thuram. El medio se volvió a encender. Pero no como antes del doble mazazo.
El partido entró en un freezer. Hasta que Messi volvió a aparecer y armó un jugadón con Enzo y Argentina tuvo una doble chance. Lautaro no pudo con el cierre de Upamecano y Montiel cazó el rebote y le pegó de volea y Upamecano la sacó al córner. Enseguida, tuvo otra Lautaro, que quedó solo con Lloris y definía mal. Era offside. Terminó mejor la Selección.
Y también arrancó mejor. Messi probó con una volea que volvió a encontrar las manos de Lloris. Y llegó el premio. Una despeje de la defensa encontró a Lautaro, que se la bajó a Messi. Leo manejó y descargó para el Toro, que estaba habilitado por un glúteo, y fusiló a Lloris. El arquero dio rebote y la pelota le cayó Messi, que la tocó para que Lusail volviera a estallar. Otra vez arriba. Otras vez acariciando la copa. Pero faltaba mucho.
¿Penales? No había más en esta maravillosa final. Dibu Martínez le tapó la pelota de la final a Kolo Muani en una atajada de antología. ¿Penales? No, Lautaro cabeceó solo después de un desborde de Montiel y le erró al arco. Ahora sí. Penales.
Y los penales son la especialidad de Dibu. Atajó uno, el de Coman, y amedrentó a Tchouameni, que la tiró afuera. La Scaloneta no falló. Ni Messi ni Dybala ni Paredes ni Montiel. Y sí, capaz Diego hizo fuerza desde el cielo.