16 marzo, 2022
Lejos de la tónica que las interpretaba como un simple distractivo que ayudaba a alienarse del mundo, algunas series fueron resultando un espacio para la reflexión, para la introspección o el debate sobre la vida cotidiana e imaginar nuevas búsquedas o bien, para procesar la angustia y la inseguridad del mundo moderno.
Por Ana Clara Prez Cotten
Como parte de una estrategia para lograr tramas más carnosas, para estar en sintonía algorítmica con el humor epocal o como simple eje temático, las series se acercan a la filosofía y así el uso desbocado de la tecnología en «Black Mirror», la vida después de la muerte en «The good place», la remake de «Sex and the city» alineada con la revolución feminista o la avaricia en «Succession», instalan desde la ficción los grandes debates y capturan a los espectadores para encender una conversación fluida con la realidad.
¿Es el oportunismo el que guía a los creadores de las series a tratar los temas de fondo? ¿O es el viejo don de la ficción de adelantarse a la época? ¿Es posible abordar la muerte, la inteligencia artificial o los problemas éticos de la clonación en una dinámica que va de la cadencia de los episodios a la obra de los grandes filósofos?
Los especialistas de la pantalla coinciden en señalar que somos contemporáneos a la «segunda era dorada de la TV», marcada por una cantidad inédita de series de calidad, profundidad y talento a escala mundial. Cómo podría, entonces, la televisión mantenerse al margen de los temas que interpelan a la sociedad.
El doctor en Filosofía, periodista y docente Tomás Balmaceda (1980) defiende en su último libro, «Filosofía on demand (primera temporada)», la idea de que los productos de la cultura popular pueden ser una puerta de entrada a la reflexión filosófica. «El análisis no está reservado solo para ámbitos vitales de gran densidad o que requieren una gran terminología específica. La ficción puede ser una aliado útil para nuestra cotidianidad», advierte.
A partir de esa hipótesis, entreteje el análisis de veintiún episodios de distintas series a la luz de clivajes existenciales: se pregunta con «Los simuladores» si siempre está mal mentir, con «Succession» aborda qué tiene de malo ser millonario en un mundo tan desigual y con «Lost» piensa en qué pasaría si el destino estuviera escrito.
Filosofía y Series. Lost y la reflexión acerca de qué pasaría si el destino estuviera escrito. (Foto archivo)
«En Estados Unidos surgió, en los últimos años, un corpus bibliográfico que relaciona las series con la filosofía: por ejemplo, ‘Los Simpson y la filosofía’, de William Irving. Sin embargo, estos libros están pensados más para los seguidores de las series que para los amantes de la filosofía», sostiene Balmaceda en diálogo con Télam para explicar por qué le interesó articular un libro que fuera de la ficción a la filosofía en una relación de mayor intercambio y diálogo.
«La ficción permite abrir nuevos mundos, debates y escenarios y esa rutina de trabajo es, en el fondo, muy filosófica porque de lo que está hablando es de la posibilidad de pensar en escenarios alternativos que hackeen nuestros valores o nos hagan pensar en si estamos en el camino que realmente creemos que es el correcto. Las preguntas me fueron guiando a las series. Y hubo algunas tiras que no quise dejar afuera porque me interpelaban en lo personal como ‘Los Simpson’, ‘Friends’ y’ Succession’: creía que tenían que estar sí o sí», cuenta el autor sobre cómo pensó el texto.
Para Balmaceda, la sintonía entre las producciones y los debates está en el origen mismo del producto aún cuando es cierto que después ganan espesor cuando se instalan como productos culturales: «En estos quince años de ejercicio del periodismo pude conocer a varios showrunners -como hoy se llama a los creadores de las series- y guionistas. Me acerco con admiración y curiosidad. Y me sorprende que siempre, de manera más o menos explícita, tienen un bagaje filosófico detrás porque en el fondo lo que motiva a las historias son los valores humanos y eso siempre está lindante con la reflexión filosófica».
En «El futuro del bienestar», el periodista y economista Sebastián Campanario explora la nueva agenda del bienestar y recorre las principales innovaciones científicas y tecnológicas pensadas para mantener en forma nuestro cuerpo y nuestra mente. La ficción le resultó de gran utilidad para dar cuenta de cuestiones tan reales como la salud y la economía. En las primeras páginas del libro, vincula un capítulo insignia de Seinfeld, «¡Serenidad ya!», con diversos asuntos que afectan hoy la salud mental de los individuos. «A fin de año, empecé a ver por quinta vez ‘Seinfeld’ con mi hijo Nicolás y nos topamos con `Serenity now´ que me pareció que estaba muy bien para incluir en ese capítulo.
En el libro, pero también en mis columnas, uso muchas referencias a series, películas y otros elementos pop porque creo que le dan dinamismo y cercanía al texto», cuenta Campanario sobre cómo recurre al entramado ficcional para, en definitiva, abordar lo más árido de la realidad. Desde su mirada, «Seinfeld», «Curb your entusiasm» y «The office» son «series que lo tienen todo» y advierte que hay MBAs y cursos de economía que remiten a esas ficciones porque justamente son «cajas de herramientas para abordar la realidad».
Black Mirror con captulos distpicos son el disparador de reflexiones crticas sobre la cultura tecnoglobal
En 2019, el filósofo y escritor Esteban Ierardo escribió dos libros inspirados en la serie «Black Mirror», «Sociedad pantalla» y «Mundo virtual» publicado por Ediciones Continente, donde los capítulos distópicos de la ficción son el disparador de reflexiones críticas sobre la cultura tecno-global. Sin ser un fanático de las series, se enteró de la existencia de «Black Mirror» por el comentario que le hizo una alumna en el marco de un curso sobre problemáticas contemporáneas que daba en Rosario.
«Efectivamente, después de ver la serie comprobé que giraba alrededor de las dificultades que afrontamos por el exceso de tecnología que incorporamos en nuestras vidas y los problemas alrededor de la libertad que tanto nos cuesta procesar», recuerda Ierardo sobre el puntapié que lo llevó a teorizar en el marco de la que, en aquel entonces, era la serie del momento. Para el filósofo, ese recorrido que va de la ficción a la realidad es cada vez más necesario porque es «una herramienta para abordar desde la imaginación la complejidad absurda que ha tomado el siglo XXI marcado por la soledad, la falta de libertades, la pandemia y la guerra y sin discursos teóricos que puedan atender, reflejar y problematizar semejantes desafíos».
Por estos días, Ierardo -ya más familiarizado con el diálogo entre las superproducciones y los debates- mira «Dune», la serie de HBO que desde la ciencia ficción aborda la carrera espacial y la supervivencia de la especie. Cree que la ficción «interpela al espectador, articula debates y permite que aflore cierto inconsciente colectivo sobre las grandes cuestiones».
Solía pensarse que las series funcionaban como mero entretenimiento para degustar pochoclo y alienarse del mundo, pero también resultaron ser una medicina cotidiana y accesible para pensar y procesar la angustia y la inseguridad que enfrenta el ser humano de cara al futuro.