16 julio, 2021
Las PASO, una prueba de fuerza para las instituciones
Por Enrique Zuleta Puciero
El cierre de la presentación de listas electorales 2021 vuelve a sorprender, con cifras que transparentan el grado de atomización extrema del sistema de representación política. Distribuidos a lo largo de los tres niveles nacional, provincial y municipal, centenares de partidos vuelven a disputar su presencia en un sistema cada vez más anacrónico de listas-sabanas, encubiertos en frentes, alianzas, coaliciones y plataformas, difícilmente interpretables por el ciudadano común.
El carácter intermedio de las elecciones amplifica el efecto de la explosión. Se votan cargos legislativos en 24 distritos y, en muchos de ellos, se sustancian procesos electorales al mismo tiempo elecciones provinciales y municipales. Cabe tener en cuenta existen hoy en el país 44 partidos reconocidos a nivel nacional y 654 a nivel distrital. Firman además las alianzas otros tantos partidos aún en trámite de reconocimiento. Todos comparten siglas bastante semejantes que resultan de una combinación entre no más de diez vocablos -Cambio, Juntos, Frente, Nuevo, Trabajo, etcétera – y la publicidad no aporta tampoco mayor claridad. La publicidad política, ya se sabe, es a la publicidad lo que la música militar es a la música.
El sistema de partidos renueva así su aporte a la confusión y desaliento general. Veamos algunas muestras significativas de un fenómeno que los precipitados inventores del sistema de las PASO jamás imaginaron.
En una provincia como Mendoza, que nadie dudaría en considerarla ejemplar por su desarrollo institucional, la oferta electoral se agrupa en torno a siete espacios diferentes. El frente oficialista Cambia es una alianza que integra a 9 partidos. El Frente de Todos retiene a su vez 12 partidos, Compromiso Federal agrupa 4, el tradicional partido demócrata se convierte a su vez en una alianza entre 9 partidos, Ciudadanos por Mendoza agrupa a 2 y el Frente de Izquierda Unidad se subdivide en 4 partidos. Es decir que, en una provincia de partidos históricos, y representativos compiten hoy 40 partidos de cartón. Algunos registran las viejas siglas partidarias, vaciadas ya hace tiempo de contenido. Otros, ofrecen el espectáculo abigarrado de franquicias, sellos de goma y nombres de fantasía que ocultan a una nube de emprendedores políticos sin más propósito que el de insertarse en las listas sábana de las coaliciones mayores.
Si esto ocurre en una provincia de severa tradición republicana, imaginemos lo que ocurrirá en otros distritos en los que desde hace ya tiempo el sistema se viene descomponiendo en partidos, corrientes de partidos, flash partes y alianzas de diversa naturaleza.
La importancia cuantitativa de este proceso esta verdadera bomba de fragmentación se ve agravada por una dimensión cualitativa aún más significativa, como es la que surge de la heterogeneidad interna de las nuevas construcciones. Veamos, a título de ejemplo, el caso muy expresivo de Córdoba. La coalición Hacemos por Córdoba conducida por el gobernador de la provincia registra partidos tan heterogéneos como los siguientes: Partido Justicialista, Democracia Cristiana, Partido Socialista, Partido GEN, MID, Partido FE, Apec, Compromiso Federal, País, Frente Federal de Acción Solidaria, Movimiento de Acción Vecinal, Liberal Republicano, Unite por la Libertad y la Dignidad, Vecinalismo Independiente, Estamos y Unión Vecinal. Por el lado de la oposición de Juntos por el Cambio, la alianza logra integrar a los partidos UCR, PRO, Frente Cívico, Coalición Cívica, Liberal Republicano y Primero la Gente. Adhieren Confianza Pública; UNO y Alternativa Republicana Federal. Terciara en las decisivas elecciones cordobesas el oficialismo nacional con el Frente de Todos, coalición que, a su vez, agrupa a los partidos Partido para la Victoria, Nuevo Encuentro, Frente Grande, Kolina, Partido Solidario, PC, Patria Grande, PI y Partido del Trabajo y del Pueblo.
Podría multiplicarse la referencia a la fragmentación del sistema, tanto a nivel de cada una de las 24 provincias como de los miles de municipios en los que a su vez se multiplican los partidos municipales.
Basta esta referencia para ensayar algunas preguntas y conclusiones para una indispensable reflexión constructiva. ¿Qué es realmente, en la Argentina de hoy un partido político? ¿Qué es lo que lleva a alguien a integrarse y constituir un partido de esta naturaleza?
Han quedado ya lejos las referencias a los partidos fundacionales de la Argentina moderna. Poco o nada sobrevive a la crisis de las culturas políticas tradicionales.
Es que lo que tiende a polarizarse en la Argentina actual no son los partidos sino las grandes coaliciones de naturaleza puramente electoral, empeñadas en cultivar una política adversarial, basada en la crispación permanente, la construcción de enemigos y en el no tan secreto propósito de cancelar o suprimir al adversario.
Al interior de esas coaliciones que protagonizan el escenario macro-político, tiende sin embargo a multiplicarse -ya en un nivel micro-político, la Argentina plural. Conviven así un sistema «a la americana» , con dos grandes coaliciones no muy diferentes entre sí, que apenas logra ya retener las energías centrifugas de otro sistema «a la europea», caracterizado por múltiples alineamientos políticos y socioculturales, multipolar, fragmentado, cambiante. Con un cuadro de tonos y semitonos políticos e ideológicos abigarrado y dinámico.
Es muy probable que esa Argentina de la dimensión macro-política este expresando, con efecto retardado, inercias antinómicas del pasado. Que sobreviven con el solo impulso de la venganza y el ajuste de cuentas. Es igualmente muy probable también que esta otra Argentina micro-política, que emerge hoy bajo la forma de una multitud de partidos este expresando la Argentina que viene y que pugna por hacer estallar las costuras de ese traje de confección diseñado por los sastres de la ingeniería electoral. Que detrás de esa impugnación a la dirigencia tradicional y de esa voluntad de tomar parte, de hacerse cargo a toda costa, alienten nuevas formas de voluntad popular que pugnan por expresarse
Si esta hipótesis es correcta, estaríamos ante una nueva evidencia de la salud de nuestro sistema político. En un contexto de crisis de las democracias, el sistema argentino podría ser considerado el más robusto y fuerte de todo el continente. Un sistema que expresa representa, canaliza y administra muy mal las demandas de sociedad. Que atrasa en sus ideas, y fracasa en el objetivo de generar esquemas sostenibles de gobernanza de calidad. Pero que, sin embargo, funciona. Visto, por supuesto, comparación con el funcionamiento del resto de las democracias de la Región.