22 mayo, 2022
Sus amigos están preocupados y los ministros desconcertados. Las dudas y los pasos en falso. Cristina hace silencio y Wado de Pedro gana espacio. Cumbre presidencial con un enemigo público de la vice.
Opinión: La soledad de Alberto, intrigas en su entorno y una confesión en Olivos
Por Santiago Fioriti
—Buen día, señor, ¿a quién viene a ver?
—A Wado de Pedro.
—¿Su nombre?
—Gerardo Martínez.
—Un segundo, por favor.
—Mire que estoy llegando tarde. Me esperaba a las 10.
A las 10:03 del jueves, el líder de la UOCRA entró a la Casa Rosada, se anunció y fue directo al despacho del ministro del Interior. Eduardo De Pedro venía de la reunión de Gabinete. Se había sentado a la derecha de Juan Manzur. Los ministros habían deliberado durante dos horas y catorce minutos. Antes de levantarse, el jefe de ministros les hizo un pedido especial a sus pares: les propuso que, al otro día, asistan al acto en Esteban Echeverría, en apoyo de Alberto Fernández. No hay por qué dudar de las buenas intenciones de Manzur. Pero, apenas salieron del salón, varios ministros lo criticaron por lo bajo: ¿A quién se le ocurre pedir apoyo para un Presidente delante de todo su Gobierno y con los periodistas agazapados en la puerta?
Martínez tenía cita con Wado para hablar de lo mismo. Los ministros, los sindicalistas y los empresarios están preocupados por el rumbo del Gobierno y por los daños que provoca el no diálogo de la pareja presidencial. Empieza a expandirse la visión de Martín Guzmán. No hay plan posible para bajar la inflación si no se produce antes -ya no un acuerdo de políticas como, por ejemplo, antes de anunciar la suba de tarifas- sino un mínimo pacto de convivencia entre Alberto y Cristina. Por eso también cuesta pensar en un eventual reemplazante para Guzmán. Uno de los economistas que suena para ese puesto, y que desde hace algunos años goza de la simpatía del establishment, ironiza: “Me gustaría asumir si hubiera un gobierno. No te digo un buen gobierno. Me alcanzaría con que hubiera uno y no dos”.
La reunión de Martínez con De Pedro fue corta, cordial y expeditiva. El ministro le dijo al sindicalista que lo disculpara, pero que no iba a poder asistir al acto. Adujo un encuentro impostergable en Salta, con posibles inversores que había conocido en su viaje a Israel. Frente a los ojos incrédulos de su invitado, Wado prometió que iba a tratar de convencer a sus amigos, a los que no identificó, aunque se supone que se refería a sus compañeros de La Cámpora. No pudo. O quizá ni siquiera lo intentó. Los camporistas tienen sus propios dilemas. Suele decir Florencio Randazzo: “A estos pibes les gusta jugar a la payana con granadas”.
Alberto encabezó el acto el viernes. Celebraron los puestos de trabajo que recuperó el gremio de la construcción en los últimos dos años. Según la UOCRA, es un número impactante: alcanzaría para compensar la merma de los últimos dos años de Mauricio Macri y los primeros dos años de la pandemia. Unos 200 mil puestos nuevos. Pero Martínez le viene diciendo a Fernández que nada es suficiente si no se ataca la suba de precios y no se busca un acercamiento con Cristina. “El pueblo votó una lista y esa lista decía Alberto y Cristina. Es inédito que no hablen”, planteó en uno de sus últimos encuentros.
Manzur y algunos otros ministros trabajaron para tener una platea concurrida. El gremio colaboró con 20 mil personas, pero la postal alcanzó a ser menos que discreta en términos de presencias políticas. Estuvieron la mitad de los ministros. Un solo gobernador. Ningún senador, ningún dirigente camporista y ningún intendente peronista, pese a que se hizo en la provincia de Buenos Aires, el distrito que más alcaldes tiene. La Cámpora no perdona y su líder, menos. Máximo Kirchner trabajó con el teléfono y su trabajo fue eficiente. El de Axel Kicillof, también. El gobernador hace los deberes, pero nada le alcanza para tener un sueño apacible por las noches: se siente sitiado por Máximo y por Martín Insaurralde.
El discurso presidencial, al cabo, quedó teñido por las idas y vueltas de la Casa Rosada en torno a las retenciones al campo. Alberto dijo una cosa a las 9 de la mañana y Julián Domínguez, el ministro de Agricultura escribió en Twitter exactamente lo opuesto tres horas más tarde. El mensaje de Fernández volvió a ser confuso no solo en ese punto: “Nos quieren desunir”, dijo en el camping de Esteban Echeverría. ¿Hablaba de Cristina? Sonó a frase de ocasión. El recurso de acusar al periodismo está gastado. Hasta la prensa militante, o la que creyó en Alberto de buena fe y se emocionó con la jugada de Cristina en 2019, hoy toma distancia. Basta oír sus programas o revisar sus redes sociales.
Como si no fuera suficientemente grave el panorama, hay funcionarios del riñón albertista a los que les cuesta identificar hacia dónde propone ir su jefe. ¿Se puede tolerar un año y medio más de gestión a este ritmo? ¿Se puede avanzar sin pensar en cambios? Son preguntas instaladas en los despachos. La soledad de Alberto comienza a inquietar hasta a su círculo. Ahora que nadie piensa en el encierro, por más que los casos de Covid se multipliquen, Alberto parecería encarar un período de aislamiento.
Sus amigos de toda la vida, algunos cansados de haberle pedido sin éxito una emancipación de Cristina cuando todavía era posible, se atreven a decir: “No sabemos con quién toma las decisiones, a quién consulta”. Otros describen la situación casi con nostalgia: “No es el Alberto que conocimos”.
Se nota fatigado al primer mandatario. En su reciente viaje a Europa se burló de la inquietud de una periodista alemana, pero cuando quiso contestar la parte que le correspondía dijo que no recordaba el contenido de la pregunta. En Radio Con Vos le pasó algo similar, incluso peor. El periodista Ernesto Tenembaum le preguntó por la pelea en la cúspide del poder y Alberto respondió (se cita textualmente): “A ver, Ernesto, y con esto voy a dar por terminado el tema de la interna. Pido permiso, pero… yo, perdón que te quite, te conozco hace muchos años. Y los tuteo a todos con todo respeto. Por favor, disculpas, que nadie lo tome como una falta de respeto. Emm… ehh… ¿cuál era la pregunta?”.
Alberto, sin embargo, todavía cree que tiene chances en 2023, aunque se desdijo en Europa, primero anunciando que “definitivamente” iba a postularse por un segundo mandato y luego afirmando que no estaba pensando en eso. En la intimidad asegura que sí lo hará. “Yo estoy trabajando para la reelección”, le confesó a Luis Barrionuevo, en un inesperado encuentro en Olivos. Inesperado porque el primer mandatario ha recibido duras críticas de su parte. El líder de los gastronómicos es un histórico enemigo de Cristina. Ella nunca le perdonó que en una visita a Catamarca la gente le haya arrojado huevos. Pero Alberto volvió a contactarlo, en reserva.
Almorzaron a solas durante dos horas en la Quinta Presidencial. Barrionuevo le sugirió prescindir de Cristina. No escucharla más y avanzar. Fue intuitivo o dijo lo que el anfitrión quería escuchar: es justamente lo que Alberto está haciendo. El cambio viene desconcertando a Cristina y a sus fanáticos. Antes se hacía lo que ella quería; ahora, haga lo que haga, ni siquiera la escuchan. Más no le han podido tirar a Guzmán. Y el ministro no solo no se va, sino que parecería acumular poder.
En los últimos meses se ha producido una extraña convivencia de Barrionuevo con el universo oficialista. ¿Un nexo? Podría ser. Por caso, Wado De Pedro asistió días atrás al plenario de secretarios generales en Mar del Plata. Barrionuevo lo hizo sentir a gusto: “Se siente/se siente/Wado presidente”, cantaron los asistentes. El ministro se sacó fotos y se quedó más tiempo de lo previsto.
En la Casa Rosada y en el Instituto Patria se oye que está trabajando para su propio proyecto. De Pedro no movería un dedo sin el consentimiento de Cristina, aunque eso no quiere decir que no haya recelos en La Cámpora. Para alguno de sus compañeros, por lo pronto, dejó de ser un intocable. El ministro se enoja cuando lo impulsan como presidenciable. Dice que alguien está potenciando su nombre para desgastarlo.
De Pedro acaba de inaugurar un nuevo mensaje. “Hacer política es hablar con los que tenés diferencias, no con los que pensás igual”, dijo. Podría ser una frase de Alberto de la campaña de 2019, pero pertenece al máximo referente camporista en el Gobierno, dos años después, en plena crisis, y con Cristina en silencio. Rarezas de la época. Habrá más.
El camino hacia 2023 asoma incierto, demasiado largo y tortuoso. A los hombres y mujeres los mueven las pasiones y las ambiciones. La voluntad de poder, también.
*EC/ NA