ChubutLine.com "Periodismo Independiente" - Noticias, política y un análisis de la realidad diferente - directora@chubutline.com - redaccion@chubutline.com



14 julio, 2025

La pelea por la minería espacial: ¿Quién es el dueño del polvo lunar?

La minería espacial ya no es ciencia ficción. Con empresas privadas listas para extraer recursos en la Luna, el derecho internacional corre contra el reloj para poner orden en el cosmos.

En los relatos de ciencia ficción, las minas lunares son un clásico. Robots extrayendo minerales exóticos, corporaciones interplanetarias disputando el subsuelo de Marte y astronautas que, entre misión y misión, vuelven con un poco de “oro estelar” en sus mochilas. Pero lo que antes era puro guión de película, ahora está a la vuelta de la esquina.

El polvo lunar, también llamado regolito, y otros recursos como el helio-3, pasaron de ser curiosidades científicas a convertirse en bienes codiciados por empresas espaciales. No solo por lo que valen, sino por lo que pueden hacer: generar energía, alimentar cohetes, sostener misiones prolongadas… e incluso, en el futuro, tal vez abastecer industrias en la Tierra.

Una de las protagonistas de este nuevo capítulo es ispace, una empresa japonesa que firmó un contrato con la NASA para recolectar regolito y transferir su propiedad. Aunque su intento más reciente de aterrizaje con el módulo Resilience no tuvo éxito, marcó un precedente: por primera vez, se reconocía formalmente la idea de que una empresa privada pueda “poseer” una porción de la Luna.

Y ahí empieza el lío.

Un tratado del siglo XX para un problema del siglo XXI

El marco legal que regula estas actividades viene de otra época. El Tratado del Espacio Ultraterrestre, firmado en 1967 -cuando la humanidad apenas soñaba con llegar a la Luna-, dice claramente que ningún país puede apropiarse del espacio ni de sus cuerpos celestes. Pero no dice mucho sobre si está bien -o mal- sacar materiales del subsuelo lunar y venderlos.

La interpretación más aceptada es que no se puede adueñar uno del territorio, pero sí se pueden extraer recursos, siempre que no se reclame soberanía. Lo que para algunos suena a una fórmula elegante, para otros es una laguna legal gigante.

La minería espacial avanza más rápido que las leyes que deberían regularla. Y, como suele pasar, las empresas no están esperando.

Un mapa normativo lleno de parches

Ante la falta de reglas claras a nivel global, algunos países decidieron moverse por su cuenta. Desde 2015, seis naciones -entre ellas Estados Unidos, Japón, Brasil e Italia- aprobaron leyes que permiten a empresas privadas solicitar licencias para explotar recursos espaciales. El caso más completo es el de Luxemburgo, que diseñó un régimen legal detallado y otorgó la primera licencia a ispace.

Hasta la fecha, seis naciones han promulgado este tipo de legislación: Estados Unidos en 2015 , Luxemburgo en 2017 , Emiratos Árabes Unidos en 2019 , Japón en 2021 , Brasil en 2024 y, más recientemente, Italia, que aprobó su ley el 11 de junio de 2025.
Pero estas iniciativas tienen una cara B: la fragmentación normativa. Cada país con sus reglas, cada empresa con sus propios permisos. Y mientras tanto, el escenario se vuelve cada vez más competitivo y desigual.

Para intentar frenar este desorden anticipado, la ONU creó un Grupo de Trabajo sobre Recursos Espaciales, que ya presentó un primer borrador de principios generales. Allí se establece que el uso del espacio debe ser pacífico, seguro y sostenible, con protección del ambiente… incluso en el espacio.

¿El problema? Estos principios no son vinculantes. O sea, nadie está obligado a cumplirlos. Son, por ahora, una hoja de ruta más que un marco legal concreto.

Un problema legal que no puede esperar

La pregunta ya no es si la minería espacial se va a hacer. Se va a hacer. La verdadera discusión es cómo se va a hacer. ¿Quién autoriza? ¿Qué se puede extraer? ¿A quién le pertenece? ¿Qué pasa si dos empresas reclaman el mismo cráter?

El vacío legal es tan grande como el espacio que busca regular. Y aunque parezca abstracto, nos toca de cerca: el uso de los recursos espaciales no solo afecta al futuro de la exploración, sino también a la geopolítica, a la economía y al ambiente, aquí y allá afuera.

En este contexto, resulta clave avanzar hacia un sistema de gobernanza global, que evite que el espacio se convierta en un nuevo lejano oeste. La buena noticia es que el debate ya empezó. La mala, es que el tiempo vuela, y los cohetes también.

 

*MR/ by Cindy Fernández