19 marzo, 2021
Por Enrique Zuleta Puceiro
Al cabo de un proceso complejo y seguramente demasiado costoso para su cada vez más exiguo capital político, el gobierno nacional acaba de inaugurar lo que en diversos momentos de la crisis vivida en estos días describió como «una nueva etapa» en el camino hacia la reforma de la Justicia.
Los daños ni pueden disimularse. Con la renuncia de Marcela Losardo, el presidente Alberto Fernández no sólo pierde al miembro probablemente de mayor confianza y competencia técnica de su gabinete; pierde también, en gran medida, la posibilidad de desarrollar una agenda política independiente en el área más difícil y hoy por hoy prioritaria para el Gobierno.
Losardo expresa, en efecto, al mejor de los muchos Fernández posibles. Al Fernández capaz de sintetizar pensamiento y gestión eficiente. Al Fernández paciente, experimentado y capaz de escuchar. Al Fernández profesor y consejero prudente y certero de presidentes como Menem, Duhalde y Kirchner. Es el Fernández del dialogo y la transversalidad, el tejedor paciente de la trama compleja de la unidad imposible, casi milagrosa, del peronismo de la victoria.
El Fernández que queda y que sale de esta nueva crisis es el Fernández superviviente, operador central, aunque por supuesto no exclusivo de una coalición cada vez más difícil de solventar. El articulador ansioso, impaciente y por momentos irascible de una nueva trama capaz de resistir a la escalada de presiones cada vez mas fuertes, provenientes del resto de la coalición.
El que queda es el Fernández constructor, no importa a qué costo, de nuevas líneas de resistencia ante la escalada de demandas de una sociedad cada vez más impaciente y cada vez menos dispuesta a comprometer sacrificios inmediatos en nombre de beneficios y promesas futuras de muy problemática concreción.
A partir de la crisis planteada por Losardo, el Gobierno pierde iniciativa, espacio y recursos para avanzar en una reforma consensuada. La única que admiten sistema complejos como la judicatura argentina. El Presidente pasa a ser su propio ministro de Justicia. A depender más de su intuición y rapidez de reflejos dentro de un área que cree conocer, que de una estrategia proactiva, meditada y, participativa, de tipo de la que exige un entorno paranoide e institucionalmente extremo como el de los operadores de la Justicia.
De aquí en más, el Gobierno solo podrá basarse en instrumentos primitivos, de muy problemática implementación. Acciones y reacciones destempladas, con efectos sistémicos impredecibles. Al igual que la reforma intentada por Mauricio Macri, la estrategia de consenso ha quedado prematuramente excluida.
Sin estudios de impacto y viabilidad de las reformas, el dialogo será imposible. Sin instancias de participación y de construcción en común, las únicas iniciativas posibles serán las el gobierno pueda implementar desde el Congreso, forzado a un papel de control sobre la judicatura claramente excluido por los principios y mecanismos constitucionales vigentes.
En el camino, el Gobierno jugo apresuradamente y perdió una carta ciertamente interesante como fue la de la comisión de expertos. En muchos lugares del mundo, las comisiones presidenciales de trabajo, los White Papers o las Agendas Anotadas suelen ser un expediente de urgencia, capaz de suplir las carencias de mecanismos de diálogos y de concertación.
De todos modos, la carta de la comisión fue jugada de un modo imprudente y no exento de improvisación: las más de 1000 páginas del dictamen final están muy lejos de ser el tipo de documentos de política pública necesaria para este tipo de procesos.
Es más bien un conjunto casi inutilizable de opiniones eruditas, en las que cada uno de los miembros, personalidades todas muy destacadas en su oficio, despliega posiciones propias son mayor relación con las de los demás miembros.
Muchas de estas opiniones son ya muy conocidas y en general con muy poco o nada poco que ver con las necesidades y urgencias que motivaron la convocatoria. Una tarea de edición experta y experimentado podría acaso haber suplido esta deficiencia. Se frustro así el posible valor de una herramienta que podría haber sido útil en la emergencia.
*EC