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5 febrero, 2021

La muerte de Menem y la disputa por su herencia política

Por Javier Slucki

La muerte de Menem abre una incógnita que quizás vaya develándose en los próximos meses y años: cuál será su legado. La certeza, por ahora, es que todo parece más complejo de lo que pensábamos.

El fallecimiento del ex presidente disparó el debate sobre el impacto de las políticas que se aplicaron durante sus diez años de gestión. Y cuál es su impacto en la actualidad

En los años noventa, el menemismo dividía aguas entre quienes reivindicaban la estabilidad económica y el poder de consumo y quienes criticaban el desempleo y la pobreza que su modeló generó.

Hoy, esas dos líneas siguen existiendo. La primera, la que ve a los noventa de forma positiva, tiene la ventaja de que algunas de las características que destaca contrastaron con lo sucedido en las décadas posteriores. La inexistencia de inflación y devaluación son las más evidentes.

Pero también está la ausencia de una grieta ideológica en la clase dirigente: para el antimenemismo, el problema no eran las políticas sino la corrupción. Había en ese entonces algo que en la actualidad suena imposible: un consenso económico, que se dio en torno a la Convertibilidad a ambos lados del bipartidismo.

El mensaje de unidad alcanzaba también la dimensión social, y Menem se encargó de fomentarlo en todo momento, con los indultos como consecuencia más visible.

En este sentido, no resulta raro que la segunda línea, la que ve a los noventa de forma negativa, siga estando representada por el kirchnerismo, que ve la existencia de intereses contrarios entre diferentes sectores de la sociedad. Los Kirchner y Menem pueden haber sido aliados cuando a cada uno le tocó gobernar, pero los relatos históricos que buscaron construir son excluyentes. Para el espacio K, el menemismo fue una época de sufrimiento individual de millones de personas. Algo que Cristina marcó tácitamente hoy con el escueto y protocolar tuit con el que manifestó sus condolencias por la muerte del ex presidente.

El recuerdo de la era Menem también tiene otra dimensión de disputa: la cultural. Muchos, especialmente la izquierda y el progresismo, criticaron desde el vamos el paradigma de lo mediático, la frivolidad y el materialismo que el riojano representó. Otros se sintieron a gusto en ello, y podrán decir que ese espíritu, en la época de las redes sociales, llegó para quedarse.

Ambas líneas, al menos, están de acuerdo en algo: Menem fue un hombre de la democracia. Así lo muestran las elecciones que ganó, sus antecedentes personales previos a sus mandatos y lo que hizo por reducir al mínimo el poder político de las Fuerzas Armadas.

Allí, sin embargo, terminan las coincidencias. El problema, obviamente, son las diferencias entre el modelo de democracia que reivindica cada postura, una que enaltece la estabilidad económica y otra que rechaza la desigualdad social. Seguramente será el derrotero de Argentina en las próximas décadas el que dirá si alguna de ellas se asocia más al menemismo que la otra.