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14 marzo, 2022

Mano negra: el FMI interviene la economía y rediseña el escenario político

El plan de ajuste del FMI fracturó al oficialismo y cohesionó a la oposición. Al rechazarlo los legisladores de Cristina Kirchner debilitaron a Fernández y generaron dudas sobre la gobernabilidad.

Por Sergio Crivelli

En ningún lugar del estatuto del FMI dice que entre las competencias del organismo está la de intervenir en los procesos políticos de los países miembros, pero en el caso de Argentina eso es lo que sucedió como consecuencia de la reprogramación de los vencimientos de la deuda. El sueño húmedo de la izquierda vuelto realidad.

¿Qué derivó de las exigencias del Fondo? En primer término, el gobierno de coalición peronista se partió. Desde su origen había exhibido excentricidades, por ejemplo, que el poder real es de la vicepresidenta y no del presidente, pero la mayor sin duda ha sido quebrarse a mitad de mandato por un acuerdo formal de dudoso cumplimiento.

Ese acuerdo compromete un ajuste de variables macro de cuyos efectos electorales Cristina Kirchner no quiere pagar. De allí que haya mandado a sus legisladores a votar en contra o abstenerse. Sobre 118, casi 40 rechazaron el entendimiento con la “bête noire” del progresismo mundial.

Frente a esta situación Alberto Fernández debió pedir auxilio a Juntos por el Cambio. Otra excentricidad: una parte del oficialismo ejerciendo de oposición y la oposición ejerciendo de oficialismo. Insólitamente el kirchnerismo cree que estos absurdos malabares constituyen una estrategia política.

Pero para votar a favor del nuevo endeudamiento Juntos por el Cambio forzó a Alberto Fernández a modificar el proyecto que había enviado al Congreso. Otro golpe a un poder presidencial que se diluye.

A causa de su nula idoneidad política, el ministro de Economía había redactado una iniciativa con trampa: ataba la autorización para tomar deuda al programa económico comprometido con el Fondo. En pocas palabras, pretendía dejar a la alianza opositora pegada al ajuste.

Esta torpeza fue el mejor regalo que pudo hacerle a los “halcones”, porque cohesionó a toda la oposición inmediatamente. En la interna de Juntos por el Cambio había por lo menos dos facciones: la que quería ayudar a Alberto Fernández bajo cualquier circunstancia y la que se negaba a votar cualquier proyecto, si no lo hacían los partidarios de la vice. El error de Martín Guzmán les permitió unir posiciones: votarían sólo la autorización de endeudamiento y no el programa económico.

Cuando el tironeo estaba en su momento de mayor tensión Sergio Massa convenció al presidente de que la única manera de salir del atolladero era capitulando. Como la Cámpora y los cristinistas votaban en contra, la amarga verdad era que necesitaban sí o sí los votos del macrismo, los radicales y Elisa Carrió.

Acto seguido Guzmán fue enviado a una reunión de petroleros en Houston (ver Visto y Oído), mientras Massa se hacía cargo de firmar la paz con los opositores. Eso le permitió conseguir más de 200 votos a favor además de allanar el camino del proyecto en el Senado.

A raíz de este episodio aumentaron las versiones sobre el despido del ministro, ya que no cumplió con ninguno de los objetivos para los cuales fue convocado. Agravó la crisis, se rindió ante el Fondo y por poco su mala praxis no hace naufragar la aprobación del acuerdo en Diputados. Un egresado de Columbia con un master en errores políticos.

Pero los errores de Guzmán son menos de él que de quien lo eligió, Alberto Fernández. De igual manera que los errores de Fernández son menos del presidente que de Cristina Kirchner que lo puso en la Casa Rosada y ahora paga los platos rotos, aunque intente tomar distancia.

La decisión de la vice de no repudiar el proyecto pero tampoco apoyarlo genera dudas sobre el futuro del oficialismo. En primer lugar respecto de la gestión y en segundo, respecto de la propuesta electoral para el año próximo. La ruptura en el Congreso representa un encapsulamiento del cristinismo. Una maniobra que ya empezó a generar críticas desde el peronismo bonaerense. Objetan que Máximo Kirchner deserte del oficialismo y siga siendo el presidente del partido en el distrito.

En ese marco debe ser ubicada también la reacción de Cristina Kirchner ante el apedreamiento de su despacho en la Cámara de Senadores durante incidentes provocados por grupos marginales de izquierda. La vice subió a las redes un mensaje en el que mostró con voz compungida los destrozos en su oficina a la vez que recordaba su antagonismo y el de Néstor Kirchner con el Fondo. Se victimizó, ignoró al presidente y al grueso del peronismo que ratificaban al mismo tiempo en la otra Cámara el endeudamiento con el organismo y exhibió su “inmensa pena”.

En suma, una representación para un escenario reformulado a medias por el FMI y a medias por las erradas tácticas del peronismo. Un escenario en el que los roles se confunden y el Frente de Todos comienza a disgregarse.

 

*NA/LP