15 marzo, 2023
La inflación hunde la candidatura de Massa y el kirchnerismo debate si abre un nuevo frente interno
Por Marcos Novaro
El 6 de diciembre pasado Cristina Kirchner renunció a toda candidatura. El 16 de ese mismo mes, Massa lanzó la suya, prometiendo una inflación que ´en abril empezará con 3´. El sueño duró hasta hoy, tres meses después, en que se reveló claramente el alcance del plan de estabilización del ministro.
La esquizofrénica relación del kirchnerismo con Sergio Massa está entrando en una nueva fase de locura. Los camporistas hacen lo posible por diferenciarlo del presidente, dado que lo necesitan para aislar a este último, y saben que le deben su supervivencia, pero cada vez más bombardean su relación con el Fondo y cuestionan todo lo que hace.
Cuando Massa asumió en Economía, optó por una receta que minimizó los costos inflacionarios inmediatos, pero suponía más riesgos al respecto a mediano plazo. Minimizó los costos inmediatos porque evitó un salto sensible del tipo de cambio, que hubiera implicado poner fin a la recuperación que todavía entonces hacía crecer la actividad y el consumo. Y eso significó más costos mediatos porque obligó al fisco a financiar dicho nivel de actividad con dólares que debería proveer a los importadores, e indirectamente a todas las empresas consumidoras de bienes importados, muy por debajo de su valor real. Y porque si se quedaba sin dólares ya no podría devaluar sin provocar una fuerte recesión en medio de un duro trance electoral.
Se habla mucho de subsidios a los servicios en estos días, pero esos son subsidios en pesos, mientras que poco y nada se dice del generosísimo subsidio en dólares, que todos pagamos a quienes tienen la suerte de comerciar con dólares oficiales. Pese a que este es socialmente mucho más regresivo y económicamente más insostenible que aquellos.
La fórmula massista también conllevaba hacer buena letra con el FMI en al menos algunos terrenos, la acumulación de reservas y la moderación del déficit fiscal ante todo. A lo que Cristina se avino, porque era la condición para evitar una devaluación, por donde empezaba y probablemente terminaba el camino alternativo.
Fue así que se evitó un shock devaluatorio durante el año pasado, y todos, el Fondo, Cristina Kirchner y Massa, pudieron ser felices por un tiempo.
La clave de toda esa felicidad residía en que el financiamiento que aportaba el organismo internacional alcanzara para devolverle el crédito caído del programa con Macri, y sobrara un puchito, cosa que las reservas se mantuvieran levemente por encima de la inanición, sin tener que cerrar demasiado el grifo de las importaciones, que la política oficial de subsidio vía retraso cambiario siguió incentivando.
Cristina Kirchner no querrá nunca reconocerlo en sus conferencias, pero ahora que se ha vuelto experta en economía bimonetaria tal vez debería hacerlo, pocos programas económicos han sido más ´fondodependientes´ y ´proimportadores´ que el que le avaló a Massa para tratar de llegar a las elecciones sin más problemas.
Mientras esto se ponía en práctica en el terreno económico, y el nuevo ministro sacaba pecho por haber evitado un estallido, a lo que luego sumó el mérito de estar ´dominando paulatinamente la inflación´, cosa que pareció refrendarse con los datos del Indec de los últimos meses del 2022, Cristina le hizo un imprevisto regalo político.
Renunció a toda candidatura, enfurecida por la condena recibida en la causa Vialidad, con los jueces y los fiscales, con Alberto Fernández y hasta con sus propios fieles, que parecían más interesados en las tramoyas para conservar sus cargos que en la suerte de quien les había hecho el favor de conseguírselos en primer lugar.
Massa entendió entonces que los planetas se alineaban a su favor. A su éxito en domesticar el monstruo inflacionario sumaba ahora una inesperada oportunidad electoral, el oficialismo se quedaba sin su candidato más potente. Seguramente concluyó que ya nada lo separaba de una nueva postulación a la presidencia, ahora en representación de todo el peronismo.
Cristina anunció su repliegue el 6 de diciembre pasado. Massa esperó apenas 10 días y el 16 lanzó su campaña, con un anuncio resonante, ´la inflación de abril próximo va a empezar con un 3´ dijo, a poco de que se conociera el dato de noviembre, que empezaba con un 4. Algunos dudaron, pero pocos lo cuestionaron, y la mayoría fue a mirar las encuestas. La imagen del ministro estaba levantando, mientras la de todos los demás miembros del oficialismo seguía cayendo.
El problema fue que mientras Massa creyó que estaba abriéndose su oportunidad, y que se iniciaba su etapa de auge en la gestión así como en el frente oficialista, en verdad se le estaba terminando el combustible. El típico problema que se enfrenta cuando la gente busca despejarse el corto plazo, y el mediano plazo se le viene encima.
Para no tener un fogonazo inflacionario a mediados del 2022, Cristina y Massa habían acordado una fórmula estrambótica de subsidios en dólares, transferencias del Fondo y cepos varios que tal vez hubiera sobrevivido hasta las elecciones de este año, sino fuera porque La Niña decidió que no lloviera un pomo en la pampa húmeda y sus alrededores. Con lo cual se repitió la historia de 2018, aunque agravada. Entonces la sequía significó la perdida de unos 5 a 7.000 millones de dólares, y como regían amplias libertades financieras alcanzó con eso para que el mercado cambiario volara por los aires. Hoy las pérdidas ya rondan los 20.000 millones, y los cepos le hacen creer a las autoridades que van a poder timonear los efectos, solo que la recesión y la inflación se cuelan por los agujeros que dejan las regulaciones, y van demoliendo esa expectativa más de a poquito.
La reacción de los involucrados no deja de sorprender. Cristina Kirchner y los camporistas hacen lo único que saben hacer, más actos, con los mismos militantes de siempre, para despotricar contra sus enemigos eternos, para empezar, el Fondo. Al que de nuevo la vicepresidente reclama que se anule lo acordado un año atrás, y recomiencen las tratativas como si no se hubiera firmado nada. Mientras tanto Massa está consiguiendo exactamente lo contrario, que el organismo haga aún más la vista gorda a las inconsistencias del programa que firmó. Y le permita al gobierno argentino gastar todavía más dólares que no tiene, y que le vamos a tener que devolver por lo tanto más adelante, vaya a saber con qué condiciones, seguro no unas tan generosas.
Para lograr esa concesión, el ministro está teniendo que ceder en otros terrenos, ante todo en el retiro de los subsidios en pesos, lo que va a acelerar aún más la suba de precios, derrumbar el consumo y agravar por tanto la caída de la actividad. Es que ya no puede evitar elegir entre males, es eso o una fuerte devaluación en pleno año electoral, que a esta altura equivale a muerte súbita para todos en el gobierno.
Probablemente intenten, de todos modos, repetir lo que han venido haciendo con los subsidios desde que se firmó la renegociación, declaman a los cuatro vientos estar haciendo recortes, que en la práctica se demoran y terminan afectando solo a una porción acotada de los consumidores. Aunque con eso es también probable que alcance para que el malhumor con su gestión crezca.
Desde que en enero la inflación empezó a remontar lo retrocedido en los meses previos, la imagen de Massa volvió a compartir la suerte de la de sus colegas en las encuestas. Hoy está tan mal como Cristina Kirchner y Alberto Fernández, con apenas un poco menos de rechazo que este, pero bastante menos apoyo que aquella. Y el clima interno hacia él sigue la misma dirección. Todavía los K no lo tratan como al presidente, en gran medida porque siguen necesitándolo para el objetivo prioritario, aislar al jefe de Estado y condenarlo al ostracismo, pero han ido desapareciendo las muestras de reconocimiento que meses atrás recibía.
Cuando despotrican contra el FMI, no lo mencionan, pero tampoco le festejan sus supuestos logros. Sobre la reducción de los compromisos de acumulación de reservas no han dicho absolutamente nada, y es seguro que sobre el tema tarifas van a patalear hasta cansarse. Falta muy poco para que empiecen a identificarlo como lo que es, el que les vendió una estrategia que apenas si sirvió para ganar unos meses, a costa de no pocos millones y la indignidad de aceptar condicionamientos del ´norte´.
Si lo hace, el kirchnerismo se va a morder de vuelta la cola, porque como se vio con Alberto Fernández y con Guzmán, despotricar contra sus socios no le aporta nada. Pero a esta altura, es imposible que revea su estrategia, seguirá haciendo lo que hace, simplemente porque no se le ocurre otra opción, y porque al menos en su fuero interno le cierra, los convence a ellos y con eso están conformes.
Descartado Massa, puede que la presión interna para que Cristina Kirchner acepte encabezar una fórmula se intensifique, o puede que se resignen a postular otra vez a Scioli. En cualquier caso, con una tasa mensual firmemente instalada arriba de 6, y una anual que no va a bajar de 100, la cuestión es secundaria, lo central es si logran o no evitar que la situación empeore mucho más.
*TN/NA