17 agosto, 2020
Por Roberto Colimodio*
A 170 años de la muerte de José de San Martín, muchas cosas en torno a su invaluable figura siguen vigentes, y una de ellas particularmente vinculada a sus restos mortales.
Los restos del Libertador descansan, desde 1880, en la Capilla Nuestra Señora de la Paz, en la Catedral Metropolitana, custodiado permanentemente por dos granaderos. Una de las leyendas urbanas que giran en torno José de San Martín es la que se refiere a la posición del féretro dentro del Mausoleo en la Catedral, con diversas variantes:
1-Que se colocó inclinado por ser más grande el sarcófago que el espacio destinado para ello porque no se sabía que su cuerpo estaba embalsamado;
2- Que se lo colocó cabeza abajo con inclinación de 33 grados por su condición de masón, en dirección al infierno y fuera de “terreno consagrado”.
Ambas versiones coinciden en que el féretro está ubicado inclinado. Pero ¿cómo surgió el dato de la posición? Y en todo caso ¿qué respeto merece la fuente de información?
El féretro fue colocado en el monumento destinado a tal fin el 27 de agosto de 1880 mientras avanzaba la construcción del Mausoleo y se recibían las últimas piezas de mármol. En el acta labrada por el Cabildo Eclesiástico ese día nada dice sobre cómo fue colocado:
“En Buenos Aires, a los veinte y siete días del mes de agosto del año de mil ochocientos ochenta, presentes en la Santa Iglesia Metropolitana, el Señor Dean del Cabildo Sr. D. Patricio Dillon, Exmo. Señor Vicepresidente de la República Dr. D. Mariano Acosta, presidente de esta Comisión Central de Repatriación de los restos del General San Martín, el Vocal Secretario de la misma Dr. D. Benigno Ocampo, el señor don Enrique Perisena, miembro de ella; el Director del Departamento de Ingenieros Don Guillermo White y el ingeniero arquitecto nacional encargado de la dirección inmediata de la construcción de la capilla don Enrique Aberg; se procedió a colocar el ataúd que contiene los restos del guerrero de la Independencia: Brigadier General don José de San Martín, en el monumento levantado con este efecto en la Capilla que lleva su nombre, anexa a la mencionada Iglesia Metropolitana”.
En cuanto a la versión que afirma que se desconocía que el cuerpo estaba embalsamado en cuatro ataúdes (2 de madera y 2 de metal) y que por ello sorprendió a los constructores las dimensiones del sarcófago, podemos especular que posiblemente así lo fuera en Buenos Aires, pero no así en Francia donde se construyó el monumento bajo la contratación y supervisión de Mariano Balcarce, yerno del General, quien no hubiera obviado el detalle de informarlo al escultor Carrier Belleuse pues disponía de los restos en la bóveda familiar en el cementerio de Brunoy como para tomar mediciones exactas.
Incluso Ernesto Quesada, que viajó a bordo del Villarino en 1880, describió que “el féretro mide 2 metros de largo por 60 centímetros de anchura máxima”, siendo “el mismo con que fue enterrado en Boulogne-sur-Mer, y que fue trasladado después a Brunoy. La familia no quiso poner las cenizas en una urna y se decidió a enviar el féretro mismo, contentándose con forrarlo de nuevo en paño negro con cintas de plata”.
Es posible que los arquitectos en Buenos Aires no supieran las medidas pero, una vez recibidos los restos tuvieron a la vista y dentro de la Catedral al féretro mientras se construían los cimientos y las bases del mausoleo. Recién en agosto de 1880 se colocaron los restos, es decir, hubo 3 meses para remediar el problema…
Entonces, ¿tanta impericia hubo por parte de los encargados: un arquitecto nacional como Aberg, dependiente del Gobierno y subordinado del ingeniero Guillermo White? Ambos presentes y firmantes del acta de ese día 27 ¿Callaron el asunto como el resto de los presentes, autoridades, invitados y curiosos? Lamentablemente, son preguntas sin respuestas.
Recién en 1947 en el número 16 de la Revista San Martín editada por el Instituto Nacional Sanmartiniano, aparece la versión referida de la pluma del mismísimo presidente del Instituto el Coronel Bartolomé Descalzo que firma el artículo “General D. José de San Martín” El Libertador. En dicho escrito reseña la repatriación de los restos en forma muy breve y en relación al día del funeral escribió:
“Se cantó un solemne funeral a las 14; el Ilmo y Rvmo. Señor Arzobispo pronunció un hermosísima oración patriótica, y el Excmo. Señor Presidente de la Nación Argentina, doctor Nicolás Avellaneda, que fue el propulsor de esta repatriación, acompañado por los ministros y altas autoridades, depositó los restos del Primer Argentino en la tumba no terminada. Como la cámara mortuoria resultó más corta que el ataúd, éste se colocó inclinado.”
Aquí Descalzo comete un grave error diciendo que los restos se colocaron el día 29 de Mayo una vez terminado el funeral “en la tumba no terminada”. Se ha probado documentalmente por el acta correspondiente (que Descalzo no menciona), y así también lo consignan los periódicos de la época, que el sarcófago fue depositado ese día 29 de Mayo en el Panteón de Canónigos… y recién trasladados el día 27 de Agosto a su destino final, acto en que el presidente Avellaneda no asistió.
El autor al final del párrafo, insertó una nota al pie que dice textualmente:
“En un trabajo próximo haré una exposición en detalle sobre este punto, utilizando una narración hecha por el último sobreviviente de los que presenciaron el acto de colocar el ataúd definitivamente en la cámara mortuoria. Es el señor Juan Manuel Terrero. La narración fue hecha en la capilla del mausoleo, en la Catedral de Buenos Aires”.
Pasando en limpio, un testigo presente en 1880 contó a Bartolomé Descalzo aproximadamente 66 años después de ocurridos los hechos esta particularidad muy curiosa sobre la posición del féretro, confundiendo la fecha y autoridades presentes.
Juan Manuel Terrero, sobrino de Manuelita Rosas, había nacido en 1864 en Buenos Aires y es mencionado en los programas de festejos como uno de los “maestros de Ceremonia” que acompañaban y organizaban el desfile cívico por las calles el 28 de Mayo. Es decir, estuvo positivamente presente en los actos, y mencionó en su ancianidad lo que vio en la Catedral, confundiendo las fechas.
En la misma publicación, Descalzo insiste en el tema aclarando previamente que los restos del Libertador están embalsamados y no son cenizas y que el cadáver “está depositado en la parte inferior del monumento, no horizontalmente, sino muy inclinado, de forma que su cabeza está aproximadamente a la altura de la cabeza de una persona que de pie contempla el mausoleo”.
En nota al pie de este párrafo agrega: “El señor Juan Manuel Terrero ha regalado al Instituto Nacional Sanmartiniano una maqueta hecha personalmente en homenaje al general San Martín, de la forma como está el ataúd del mismo dentro de la cámara mortuoria, lo cual el vio realizar. El señor arquitecto Hugo M. Rosso hace análogo trabajo, pero en forma completa.”
Descalzo en breves párrafos y en dos páginas de su artículo insiste en la inclinación del féretro según los dichos del testigo Terrero, quien incluso donó un croquis de cómo se encontraba el ataúd y además el perfeccionamiento del dibujo realizado por un arquitecto. Todo publicado en el mismo número de la Revista San Martín de 1947.
Nuestra primera reacción al leer esta primera versión -que consideramos sin duda la original, la fuente primitiva y origen de todo lo escrito- fue de sorpresa y no precisamente grata. Como historiadores respetamos las tradiciones orales y más si provienen de quiénes puede probarse que estuvieron o posiblemente estuvieran en el lugar de los hechos… Pero siempre estos dichos deben ser contrastados con documentos o al menos apoyados por otras fuentes orales distintas e imparciales. No conformes supusimos, y con razón, que el Coronel Bartolomé Descalzo, presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano, habría consultado otras fuentes al respecto para refrendar su fuente testimonial y darle valor histórico. Es aquí donde entran otros actores e instituciones que dan su opinión y testimonio.
En las notas y cartas que veremos a continuación publicadas en 1948 en el Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos (Número 10. Año X. Págs. 382/385) observaremos que Bartolomé Descalzo antes de publicar su artículo en la Revista San Martín, consultó otras fuentes.
El Libertador murió el 17 de agosto de 1850 en Boulogne Sur Mer, Francia, país al que había llegado luego de un exilio voluntario comenzado en 1824. En ese momento final, estuvo acompañado por su hija Mercedes y su yerno, Mariano Balcarce, quien fue portador de su deseo póstumo: que sus restos descansaran en su Patria.
Iremos analizando cada nota luego de la correspondiente transcripción de lo editado en el Boletín en forma compilada bajo el siguiente título: Mausoleo del General San Martín, (Informe sobre la posición en que está colocado el ataúd)
«Buenos Aires, 8 de abril de 1947 – Al señor Director de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, coronel Don Aníbal F. Imbert – Tengo el agrado de dirigirme al señor Director, solicitándole quiera servirse informar al Instituto Nacional Sanmartiniano, referente a la orientación del ataúd que guarda los restos del General Don José de San Martín en el mausoleo de la Catedral Metropolitana, como también –en caso de duda- la forma de comprobarlo. Al agradecerle por anticipado esta importante y patriótica colaboración, me es grato saludarle con mi consideración más distinguida. (Bartolomé Descalzo- Presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano)
En este primer contacto con la Comisión, Descalzo evidentemente ya tenía la “versión Terrero” respecto de la posición del féretro. Nada dice en su nota sobre la inclinación, utilizando el término “orientación” hábilmente para obtener información, dejando además, el interrogante de comprobación en caso de duda.
“Buenos Aires, abril 12 de 1947 – S.E. el Cardenal Primado Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor doctor Santiago L. Copello. Tengo el honor de dirigirme a S.E. el señor Cardenal, a objeto de solicitarle que quiera tener a bien hacer saber a esta Comisión Nacional si en los registros de ese Arzobispado existen constancias de la forma en que fue colocado el ataúd que guarda los restos del General San Martín, depositados en el Mausoleo de la Catedral Metropolitana. Interesa a esta Comisión Nacional conocer la orientación que se dio al referido ataúd, y estima que puede existir una constancia de alguna acta labrada con motivo de la ceremonia que tuvo lugar al inaugurarse el Mausoleo, o en el momento de ser depositados los restos. Con este motivo, saludo a S.E. con mi más respetuosa consideración. Aníbal Imbert – José Luis Busaniche”.
Aquí la Comisión deriva la nota al Cardenal Arzobispo de Buenos Aires solicitándole directamente si hay registros o constancias de la forma en que fue colocado el ataúd y su orientación, sugiriendo que habría actas respectivas.
“Buenos Aires, 5 de mayo de 1947 – Al señor Director Interino de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, Coronel Aníbal F. Imbert. Tengo el agrado de dirigirme al señor Director Interino de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, en respuesta a su atenta nota del 12 de abril ppdo., para poner en su conocimiento que, de acuerdo a lo manifestado por un testigo presencial de la traslación de los restos del General D. José de San Martín al Mausoleo que actualmente ocupa, el ataúd está orientado de N. a S., de tal manera que la cabecera se encuentra hacia el altar Mayor de la Iglesia Catedral. Sin embargo su posición no es horizontal, pues excediendo el ataúd las medidas de la cavidad destinada para el mismo, fue menester dar a aquél una inclinación de aproximadamente 15°. En cuanto al acta labrada en esa oportunidad fue depositada dentro del Mausoleo.
Hago propicia esta oportunidad para saludar al señor Director Interino con mi consideración más distinguida. Santiago Cardenal Copello”.
¡Oh! ¡Sorpresa! El Arzobispo tiene la versión de un testigo presencial aunque más desarrollada: el ataúd orientado de N a S con su cabecera hacia el altar Mayor, siendo su posición no horizontal con una inclinación aproximada de 15 grados. No constan actas sobre el hecho. Otra vez la tradición oral, presumimos que del mismo testigo D. Juan Manuel Terrero.
“Buenos Aires, mayo 9 de 1947 – Señor Presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano, Coronel (R)
D. Bartolomé Descalzo. Me es grato dirigirme al señor Presidente, con referencia a su nota de fecha 8 de abril ppdo., relativa a la posición del féretro que guarda los restos del General San Martín en la Iglesia Catedral metropolitana. Al efecto, cumplo en transcribirle la nota de S.E. el señor Arzobispo, Cardenal Copello, en la que se consignan los datos suministrados por un testigo sobreviviente que asistió a la traslación de los restos, y a la ceremonia de la inhumación. Esta información fue solicitada por el señor Director interino de esta Comisión Nacional, Coronel Aníbal F. Imbert, actualmente en Estados Unidos, y para satisfacer un pedido del Instituto Sanmartiniano. En ausencia del señor Director, saludo al Presidente con mi consideración más distinguida. José Luis Busaniche”.
“Buenos Aires, 22 de mayo de 1947- Al señor Director de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos en la persona del señor Secretario Don José Luis Busaniche.
Por disposición del señor Presidente: Tengo el agrado de avisar recibo de su atenta nota del 9 del actual, a la cual se sirve adjuntar la transcripción de la nota de S.E. el señor Arzobispo Cardenal Copello, referente a la posición del féretro que guarda los restos del General San Martín en la Catedral Metropolitana. Al agradecerle esta valiosísima colaboración, lo saluda con mi consideración más distinguida. Aníbal Eugenio Sorcaburu. Secretario General del Instituto Nacional Sanmartiniano
Con este intercambio de notas, de preguntas y respuestas, Bartolomé Descalzo, consideró suficientemente refrendada su fuente testimonial, el Sr. Terrero. Viendo estas últimas cartas nos preguntamos por qué no incluyó algunos datos extras que se le dieron, y supuestamente por el mismo testigo al que definió “como el último sobreviviente de 1880”.
Sin embargo, a pesar de tener la comunicación del cardenal Copello, Descalzo nada dice sobre la orientación Norte a Sur mirando hacia el altar Mayor, tampoco menciona la inclinación de 15 grados sino que escribe “muy inclinado”.
Los croquis conocidos tampoco parecen coincidir en el ángulo de inclinación… exagerándola.
Igualmente queda una gran duda… ¿Es suficiente con los dichos de un testigo, por más respetable que fuera, para dar por sentada sus aseveraciones sin más datos o contrapruebas?
Creemos que no es suficiente y hasta ponemos en duda -humildemente- que el féretro esté inclinado solamente como teoría basada en el sentido común, o que si lo está por un grosero error de cálculo, no lo sea como se lo representa.
Con los datos obtenidos en las publicaciones y en los documentos consultados podemos analizar algunas de las cuestiones, a pesar de que no hemos podido acceder a la documentación de planos y croquis del proyecto presentado por el escultor Carrier-Belleuse ni tampoco conocer las dimensiones de los bloques de mármol como para poder, con certeza, desarrollar teorías alternativas. Sin embargo, podemos afirmar que:
Si tomamos como cierta la “versión Terrero”, es decir, el féretro está inclinado, y a su vez sumamos las “precisiones” de Copello sobre la orientación y grado de inclinación, estos documentos dan por tierra la “versión masónica” de que los restos de San Martín están “cabeza abajo” en un ángulo de 33º por su carácter masón, pues el testigo dijo -y lo reproduce Copello en su nota- que:
El ataúd está orientado de N. a S., de tal manera que la cabecera se encuentra hacia el altar Mayor de la Iglesia Catedral. Sin embargo su posición no es horizontal, pues excediendo el ataúd las medidas de la cavidad destinada para el mismo, fue menester dar a aquél una inclinación de aproximadamente 15°.
Al respecto escribió Alcibíades Lappas en 1966 en La Masonería Argentina a través de sus hombres pág. 353:
“(…) la Comisión que tenía a su cargo esta patriótica labor pensó colocarlos provisionalmente en la Catedral de Buenos Aires. Entonces la Iglesia planteó un grave problema, puesto que las autoridades eclesiásticas basándose en el hecho de que los cánones apostólicos romanos prohíben depositar los restos de un masón en un lugar consagrado, y Mitre había decretado la secularización de los cementerios únicamente. Después de muchas deliberaciones, gestiones y consultas, la Iglesia encontró la solución admitiendo la construcción de un mausoleo junto al edificio de la Catedral, es decir, fuera del recinto o cuadrilátero consagrado, para que se guardasen los restos del más grande de los argentinos, por ser un masón. Pero esto no fue todo: Las autoridades eclesiásticas no estaban conformes y colocaron el ataúd con la parte superior inclinada hacia abajo, con lo cual se aludía a la premisa de que los que mueren fuera del seno de la Iglesia van al infierno, que según ella, se encuentra en las entrañas de la Tierra”.
Sin embargo, no hubo tales cuestionamientos por parte de la Iglesia, ni muchas deliberaciones, gestiones y consultas, sino que las respuestas fueron unánimes e inmediatas en Acuerdos del Cabildo Eclesiástico. Decir, además, que la solución fue construir un recinto fuera de terreno consagrado es desconocer la historia de la Catedral de Buenos Aires.
La Catedral desde sus orígenes no tuvo las dimensiones actuales, su edificio era más pequeño y fue ampliándose, transformándose y reconstruyéndose a través de los siglos. Para la construcción de la “Capilla San Martín” se derribó el muro lateral, utilizando parte del pasillo lindero que correspondía a terrenos del Arzobispado anexándolo al edificio principal. En la superficie agregada había funcionado hasta 1822 el cementerio, obviamente terreno consagrado. Circunscribir como terreno consagrado al “cuadrilátero” edilicio es acomodar las circunstancias al pensamiento. Y por último, asignar la responsabilidad de la colocación del féretro a la Iglesia es también desconocer o no querer verlo, que los restos del General estaban bajo la autoridad de la Comisión Central de Repatriación y que luego fue traspasada a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires quien se hizo cargo del mantenimiento y guarda del Mausoleo.
Seguramente las polémicas seguirán en el tiempo, fogoneadas por los admiradores de leyendas, pero como sanmartinianos y como historiadores que buscamos la verdad documentada, exhibimos pruebas que desdicen y recortan las alas de la fantasía.
*historiador y genealogista sanmartiniano
*ISM, I, NA