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7 diciembre, 2020

La fascinante relación de Violeta Parra y el pueblo mapuche

Por Paula Molina

«Arauco tiene una pena/Que no la puedo callar/Son injusticias de siglos/Que todos ven aplicar/Nadie le ha puesto remedio/Pudiéndolo remediar/Levántate, Huenchullán». Esta canción en que Violeta Parra lamenta y reivindica las demandas mapuche se llama «Arauco tiene una pena», y fue grabada por la compositora, investigadora y figura principal de la música chilena y latinoamericana en Argentina en 1962.

Es una – tal vez la más elocuente – de las piezas en que Parra (1917-1967) se refiere al pueblo originario del sur de Sudamérica, sobre el que realizó un intenso trabajo de recopilación e investigación, del que se sabía muy poco hasta que 2014 aparecieron unas grabaciones que lo sacaron a la luz.

«Mi primera reacción fue llorar muchísimo. Lloré porque sentí que Violeta de alguna manera me estaba mandando esa cinta. Fue un llanto largo, de mucha emoción, por encontrarme con una parte de nuestra historia»,afirma la doctora en literatura y académica chilena Paula Miranda.

«Pero lo que más sentí fue que dentro de lo que se niega de Violeta también se niega esta parte mapuche de ella, su parte indígena». afirma Miranda, quien junto a Elisa Loncon y Allison Ramay, trabajó durante tres años en la revisión de las grabaciones para el libro «Violeta Parra en el Wallmapu. Su encuentro con el canto mapuche», publicado en 2017.

 

El canto de los «ülkantufe»

 

Además de prolífica y destacada compositora – su canción «Gracias a la vida» es un himno que reinterpretaron Chavela Vargas, Joan Báez y Mercedes Sosa, entre otros -, Parra desarrolló una elogiada carrera pictórica, en la que destacaron sus coloridas arpilleras.

Además de ser la principal figura musical de Chile, Violeta Parra fue una artista multifacética y su obra está expuesta en un museo que lleva su nombre en Santiago.

De hecho, en 1964 fue la primera artista latinoamericana que expuso en el Museo del Louvre, en París.

Pero también realizó un extenso trabajo de recuperación de la cultura tradicional chilena, rescatando un patrimonio de canciones y costumbres que de otra forma se habría perdido con el tiempo.

Una labor que su hermano, el fallecido poeta Nicanor Parra, Premio Cervantes 2012, describía así en su poema «Defensa de Violeta Parra»: Has recorrido toda la comarca/Desenterrando cántaros de greda/y liberando pájaros cautivos/Entre las ramas.

Con ese afán, en los años 1957 y 1958, viajando en autobús y en tren y cargando una pesada maleta con su grabadora, Violeta se internó en busca de los cantos del pueblo mapuche, que resistió la conquista española y sólo fue incorporado a los Estados de Chile y Argentina a partir de mediados del siglo XIX .

Con humor, empatía y ternura, como se escucha en las cintas encontradas, registró en los alrededores de Lautaro, la ciudad en la región de la Araucanía donde vivió de niña, y otras zonas del sur, a seis mujeres y un hombre «ülkantufe» o cantores mapuche: Juana Lepilaf, Juan López Quilapan, Juana Huenuqueo, Carmela Colipi, María Quiñenao y Rosita y Adela,de quienes no se registran sus apellidos.

En conversaciones con Violeta Parra, interpretan 39 «ÜL» o cantos dedicados al amor, al trabajo, a la espiritualidad; cantos para dormir a los niños, para lamentar engaños.

 

Una sorpresa en Ginebra

 

Recientemente, se hallaron en Suiza dos grabaciones que se cree podrían ser el primer testimonio del prolongado encuentro que Parra sostuvo con la machi y autoridad religiosa mapuche María Painen Cotaro, quien, según Miranda, habría tenido una influencia decisiva en el trabajo creativo de la artista chilena.

La investigadora Paula Miranda con Nicasio López, esposo de Juana Lepitaf, una de la cantoras entrevistadas por Violeta Parra. La machi tenía unos 50 años cuando recibió la visita de la recopiladora.

 

«Violeta habría quedado encandilada con ella, con su metro noventa de estatura, con su delgadez y con su pelo crespo», indica el libro. En su ruka, que visitó durante un mes, Parra habría asistido a sanaciones y ceremonias, como las que luego inmortalizaría su canción «El guillatún», donde describe la ceremonia religiosa/espiritual mapuche.

«Su hijo Ángel Parra (fallecido en 2017) cuenta qué Violeta llegó una vez con esta grabación del canto de la machi y que estaba vuelta loca, que decía que era una música de otro mundo y claro, era esta música mágica, sanadora, con la que se había encontrado en 1957», señala Miranda.

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«El aviso nos llegó de un archivo en Ginebra. Estamos corroborando que sea la machi», dice con esperanza.

 

«Demasiado respeto»

 

Curiosamente, si bien el trabajo recopilatorio que Violeta hizo en el centro y norte del país fue sistematizado e incorporado de manera muy visible a sus tareas de difusión y creación, su labor sureña permaneció por años en la oscuridad.

Y los cantos mapuche que grabó no formaron parte ni de sus conferencias ni cursos, no los mencionó en entrevistas, ni difundió en discos.

«La versión de Ángel es que Violeta tenía demasiado respeto por esa cultura y pensaba que no estaba preparada para darla a conocer de una manera apropiada. Imagino también que ella tenía cierto respeto o aprensión porque no conocía el mapudungún (la lengua mapuche), no sabía hablarlo y tampoco lo comprendía», afirma Miranda,

Y agrega: «Yo creo que coincidió con que ella estaba en una labor muy intensa en ese momento, que pronto se iba a ir de Chile. Pero también que tuvo conciencia de que era un momento difícil para asumir esta tarea, porque le dice a su hijo que vendrán personas en el futuro que estarán a la altura de estos cantos y puedan divulgarlos».

 

Vía virtuosa

 

Miranda, que es autora también del libro «La poesía de Violeta Parra», piensa que el material que la compositora recopiló en el sur tiene especial valor en el momento actual, en que el tema de las demandas históricas de los mapuches han encontrado un importante apoyo de la población chilena.

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«Las tensiones han sido parte de nuestra historia desde la conquista, pero sobre todo desde la ocupación del territorio mapuche por el Estado chileno; por lo tanto, para Violeta Parra también era manifiesto ese conflicto, representado por el despojo, el racismo, la desvalorización de la cultura mapuche», explica la experta.

«En toda su obra existe sin duda una vía virtuosa de acceso a la riqueza de la cultura tradicional mapuche, a su saber medicinal, a sus cantos-acciones, a su ética amorosa, a la importancia otorgada a la familia, a su reciprocidad con el entorno y a su irrestricta defensa de la naturaleza, a su humor, a su permanente «lucha por la ternura» como nos dice el poeta mapuche Elicura Chihuailaf», cita.

«Pero también en esa obra accedemos a la difícil historia padecida por los mapuche, a sus derrotas, sometimientos y marginalizaciones, a la prohibición de su lengua y al despojo de sus territorios. Es lo que está en ‘Según el favor del viento’, ‘Arauco tiene una pena’ o ‘Santiago penando estás’. De esta horrible historia, también debemos aprender», plantea.

«En su ‘Arauco tiene una pena’ está poetizado la reivindicación urgente y el «ya no más»», dice la investigadora .»Lo que ella nos enseña, es que debemos subsanar esas heridas urgentemente a través de la conversación y de la escucha, de la valoración mutua, del intercambio desjerarquizado, de la disposición a aprender de la cultura mapuche, y no solo integrarla exigiéndole que se homogenice a la cultura oficial».

«Violeta Parra apostó porque asumiéramos la rica diversidad de la que estamos hechos. Su plena identificación con la machi María Painen, la valorización de esos cantos y su relación amistosa con las seis cantoras y con el cantor son genuinas muestras de ese diálogo intercultural tan necesario en la época de Violeta, tan urgente hoy», plantea la académica.

Para Miranda, la más universal de las canciones de Violeta Parra, «Gracias a la vida», es también la que mejor puede reflejar la profunda huella que dejó en la artista su investigación entre cantores mapuche.

«Es muy impresionante porque le preguntamos a unos amigos mapuche qué canción ellos encontraban que era la más mapuche de la Violeta Parra, y nos dijeron: sin duda «Gracias a la Vida», porque en ella se hace lo mismo que hacemos nosotros en el Guillatún, que es agradecer por todo lo que hemos recibido, y en ese agradecimiento aseguramos que nos va a ser devuelto».

«Si le agradecemos a la naturaleza, la naturaleza nos va a devolver esas ofrendas que nosotros le estamos haciendo a través de la palabra. Con ‘Gracias a la Vida’, nos dijeron, está todo dicho, todo hecho».

 

*Este artículo es parte del «HAY Festival Arequipa 2020», que se celebra de forma virtual entre el 28 de octubre y el 8 de noviembre