Hedy Lamarr protagonizó el primer orgasmo femenino en la historia del cine mundial en el film Éxtasis (1933), brilló en la escuela por sus dotes intelectuales, fue ingeniera de telecomunicaciones y sentó las bases de las tecnologías que hoy conocemos como Wifi y BlueTooth. Hablar de Hedy Lamarr es además contar el calvario que vivió durante su matrimonio obligado, las persecuciones que atravesó y el reconocimiento que le llegó tarde, cuando su patente ya había caducado. Recordarla no solo es una forma de barrer contra esas injusticias, sino también traer a la memoria a una mujer clave en la historia de la ciencia y tecnología, a 108 años de su nacimiento.
Nació en Viena, Austria, el 9 de noviembre de 1914 y su nombre real era Hedwig Eva Maria Kiesler. Tocaba el piano a la perfección, instrumento que aprendió de pequeña al escuchar a su madre. Su padre era banquero y fue hija única. A los cinco años ya desarmaba y armaba cajitas de música, y a los 16 comenzó sus estudios en ingeniería. Los dejó tres años más tarde tras su sueño de ser actriz e ingresó a la Escuela de Arte Dramático en Berlín. Aún así, Hedy nunca abandonó su interés por la ciencia y la tecnología, y las vueltas de la vida la llevarían luego a poner sus conocimientos técnicos al servicio de la sociedad.
Rodó más de una treintena de películas, también fue guionista y productora, y se la conoce por el papel de Dalila que interpretó en “Sansón y Dalila”. Pero su popularidad la alcanzó en otro film: fue estrella de «Éxtasis», rodada en Checoslovaquia, la primera película en mostrar un orgasmo femenino en el cine y donde ella actuó desnuda. Una revolución para la época, en 1933. Aunque según declaró más tarde, sus planos sin ropa habían sido capturados por el director Gustav Machaty con un teleobjetivo, y ella no había dado el consentimiento porque le habían asegurado que se la vería borrosa por la distancia.
La película se hizo muy famosa, pero fue muy polémica y le valió censuras, condenas por escándalo sexual y hasta la prohibición del film en las salas de cine. Esto se convirtió en un problema para los padres de Hedy, por lo que a los 19 años la forzaron a casarse con el fabricante de armas austríaco Friedrich Mandl, quien compró todas las copias de la película para destruirlas, relató Valeria Edelsztein en su libro «Científicas. Cocinan, limpian y ganan el premio Nobel (y nadie se entera)». Se dice que Mandl gastó el equivalente a cinco millones de dólares actuales para adquirir todas las copias.
Su matrimonio fue un calvario: Mandl era muy celoso y ella no podía hacer nada sin la autorización de él. Vivía rodeada de lujos en el castillo de Schwarzenau, pero bajo la vigilancia y censura permanente de un marido autoritario y controlador, que no la dejaba ser actriz y además era miembro del partido nazi. Hedy luego se casó cinco veces más y tuvo tres hijos en total. Durante su matrimonio con Mandl, quien la tenía casi como una prisionera, aprovechó a retomar sus estudios de ingeniería y un día, después de cuatro años hartantes, finalmente logró escapar.
Pero no fue fácil porque los guardaespaldas de Mandl la persiguieron durante días, contó la física Laura Morrón en su sitio especializado de ciencia Los Mundos de Brana y Mujeres Con Ciencia. Cuando lo logró, se embarcó en el trasatlántico Normandie con destino a Estados Unidos y ahí conoció al productor cinematográfico Louis B. Mayer, uno de los fundadores de la Metro-Goldwyn-Mayer quien le ofreció trabajo. Pero con una condición, que se cambiase el nombre para que no la relacionaran con «Éxtasis».
Hedy Lamarr fue el elegido, en memoria de la actriz del cine mudo Bárbara La Marr.
La inventora del Wifi
Considerada la “mujer más bella de la historia del cine”, Hedy también es conocida como la inventora del Wifi. Junto a su amigo y pianista George Antheil, en pleno desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, descubrieron cómo interferir en el código de los torpedos teledirigidos, muy usados y con mucho éxito por los submarinos nazi en las batallas navales.
Ambos idearon «un sistema seguro de comunicación secreta de orientación por radio que utilizaba la tecnología de salto de frecuencia, desarrollado para ayudar a las fuerzas navales de los Aliados», comentó a Télam Carla Arias, líder de Formación y Desarrollo de la organización Chicas en Tecnología.
Edelsztein detalla que lo que lograban con su invención era controlar torpedos en forma remota por medio de cambios rápidos en la frecuencia de emisión, lo que se conoció después como «frecuency hopping» (saltos de frecuencia), sin que fueran interferidos. «Si no hay una única frecuencia es mucho más difícil que un tercero pueda detectarla y meterse en el medio».
El sistema, creado en base al mecanismo de una pianola, permitía que las señales de radio saltaran entre 88 frecuencias diferentes de manera coordinada entre el receptor y el emisor, mientras que uno no-autorizado solo escuchaba una señal inteligible. Hedy fue así la inventora de la primera versión de la técnica de sistema de espectro ensanchado, que patentó junto a Antheil en 1942 con el nombre de «Sistema de Comunicaciones Secretas» (US2292387A).
El Sistema de Comunicaciones Secretas «era brillante pero, como el desarrollo tecnológico de la época era muy pobre, no pudo ser puesto en práctica en ese momento», explicó Edelsztein. De hecho, continuó, tuvieron que pasar veinte años para su primera aplicación, en 1962, durante la crisis de los misiles, cuando los Estados Unidos descubrieron que la Unión Soviética había colocado misiles nucleares en territorio cubano. Lo usó la Marina en el control remoto de boyas rastreadoras.
En los ’80, el sistema «empezó a implementarse en la transmisión de datos sin cable y se convirtió en la base, no solo de la telefonía móvil celular 3G, sino de prácticamente todos los sistemas de comunicación digital inalámbrica modernos, como el Wifi, el Wlan y el BlueTooth«, destacó.
Ante semejante descubrimiento, Hedy no recibió dinero ni reconocimiento. Más bien le llegó demasiado tarde.
Una mujer brillante con reconocimiento tardío
«Al igual que muchas otras mujeres tuvo que hacer mucho esfuerzo para ser reconocida por su invento y,, de hecho, luego de patentar el invento no recibió ninguna retribución económica ni simbólica. Hedy Lamarr también era actriz y los prejuicios generaron que el reconocimiento fuera aún más difícil», subrayó Carla Arias.
Recién en 1997 (56 años después de presentar la patente) recibió el premio Pioneer Award. Cuenta Laura Morrón que la amargura por el tardió reconocimiento había crecido tanto en Hedy hasta el punto que cuando le comunicaron esta distinción «se quedó imperturbable y comentó escuetamente: ‘Ya era hora’ (it’s about time)».
Al año siguiente le concedieron la medalla Viktor Kaplan de la Asociación Austriaca de Inventores y Titulares de Patentes, y en en 2014 fue incluida al National Inventors Hall of Fame de los EEUU.
Murió el 19 de enero de 2000 y 14 años después de su fallecimiento la reconocieron finalmente en Viena, donde descansan sus restos (mientras que la mitad de sus cenizas fueron esparcidas por un bosque cerca de su casa natal). En Austria -y también Alemana y Suiza- se celebra el «Día del/a Inventor/a» cada 9 de noviembre, en homenaje a su nacimiento.
«Para las nuevas generaciones es muy importante contar con referentes mujeres, conocer su historia hace que otras chicas puedan imaginarse construyendo y diseñando tecnología. Desde niñas y adolescentes las mujeres enfrentan diversas barreras que las alejan de las disciplinas vinculadas a la ciencia y a la tecnología. Una de esas barreras es la falta de modelos a seguir y la falta de visibilización de experiencias de mujeres que las animen a buscar un camino en estas disciplinas y a conocer las oportunidades que tienen en ellas», enfatizó.
En 2015, Google le dedicó a Hedy Lamarr un doodle: una intervención artística de su logo para visibilizar su historia.
El logo de Google en homenaje a Hedy Lamarr
*telam