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12 mayo, 2024

La CGT vuelve a pintarse la cara, pero solo como resistencia al envejecimiento

La rebelión del gladiador Espartaco en 73-71 a.C. sigue siendo la rebelión de esclavos con más éxito de la historia de Roma al punto que se la conoce también como la tercera guerra servil. Karl Marx señaló una vez en una carta a Engels que Espartaco estaba entre los héroes más grandes, si no el más grande, del mundo antiguo, y lo encumbró como un ejemplo a seguir (Volumen 41, 265). Las hazañas de Espartaco y la revuelta de sus esclavos causaron efectos permanentes en la Antigua Roma. Julio César, por ejemplo, introdujo una serie de leyes para prevenir tales disturbios. Tal vez el ejemplo de Espartaco sea el más antiguo testimonio de una huelga general, aunque con resultados inmediatos desastrosos, como cientos de muertos para algunas mejoras menores.

Por Sergio Marcelo Mammarelli*

El pobre Espartaco aprendió algo muy importante. Ingresar al conflicto es facilísimo, sin embargo, lo difícil es salir de él en forma decorosa.

El movimiento obrero fue uno de los movimientos sociales más importantes y significativos de la historia, especialmente en el siglo XX. Ojo, dije Siglo XX. Durante este tiempo, los trabajadores de todo el mundo se unieron para luchar por sus derechos, mejores salarios, condiciones laborales justas y seguras. A menudo esas luchas fueron brutalmente reprimidas por las autoridades, pero su legado sigue siendo importante para la sociedad actual. Las huelgas fueron una estrategia importante para los trabajadores a medida que luchaban por sus derechos y los sindicatos durante todo el Siglo XX, jugaron un papel central en el movimiento obrero. Estos grupos representaban a los trabajadores en cuestiones laborales, negociaciones salariales y otros asuntos relacionados con el empleo. Los sindicatos también dieron lugar a la creación de organizaciones políticas y sociales que trabajaron en conjunto para mejorar la vida de ese colectivo social. Sin duda el siglo de oro del sindicalismo.

Todo es distinto en este Siglo XXI. Aunque el desempleo sigue siendo uno de los temas de mayor actualidad en el Derecho del Trabajo en todo el mundo, sus causas son muy distintas, en particular debido a las nuevas formas de empleo, que constituyen un fenómeno extendido que, junto a una pluralidad de causas, desde el cambio tecnológico a las nuevas formas de organizar la prestación de servicios, tiene un impacto real en los mercados de trabajo y en la vida de las personas. El problema de nuestro nuevo siglo es y sigue siendo el empleo y no precisamente las condiciones de empleabilidad. Las instituciones de todos los países están llamando la atención sobre este fenómeno, que les parece uno de los más relevantes del mercado de trabajo en las primeras décadas del siglo XXI.

A la par de este problema surgió otro no menor en este Siglo. El desprestigio del sindicalismo tradicional. Los sindicatos tradicionales, es decir, aquellos pertenecientes a las grandes centrales obreras, comenzaron a ser vistos como instrumentos del gobierno, a quien a su vez los trabajadores concebían como culpable de las crisis económicas en general y de las precarias condiciones del sector obrero en particular, es decir, no se identificaron más con esos liderazgos que respondían más a la política gubernamental que a los intereses de la clase trabajadora. En Argentina ese fenómeno se produce por esa unión inexplicable entre sindicalismo y Peronismo, que no solo condena al movimiento obrero a la suerte electoral de un partico político, sino que deslegitima cualquier tipo de representación y reclamo sectorial.

El resultado de todo este proceso en el mundo fue la radicalización del sindicalismo independiente, circunstancia que en nuestro país se observa con el avance de los partidos de izquierda en las organizaciones sindicales. Frente al justificado desprestigio del sindicalismo tradicional, tomaron fuerza en determinadas actividades, sindicatos independientes cuyos fines y prácticas toman distancia de las organizaciones tradicionales, del apoyo de partidos políticos de oposición, radicalizando sus posturas y planteos.

Este fenómeno en general se dio en todos los países, que fueron evolucionando a un corporativismo sindical y su alineación a los intereses del poder en turno. En Argentina ese fenómeno se acentuó aún más al punto de una mimetización del movimiento obrero organizado con el Peronismo y con el aparato gubernamental cuando éste tuvo oportunidad de gobernar nuestro país.

Este alineamiento provocó que las organizaciones sindicales en nuestro país perdieron la legitimación frente a los trabajadores como sus representantes y frente a los patrones como interlocutores por representar intereses del gobierno en turno, asumiendo posturas ideológicas del Partido Justicialista.

Así las cosas, el siglo XXI impone un mismo reto al sindicalismo mundial: renovarse o desaparecer. De acuerdo con lo que hemos analizado, la crisis del sindicalismo se ha traducido en una falta de legitimación y de representación real de la clase trabajadora, cada vez más, con honrosas y poquísimas excepciones. Casi pudiéramos pensar que es un problema solamente de la Argentina, pero lamentablemente es un fenómeno global. Esa falta de representación incluso provocó que los sindicatos ya no representan tampoco ni poder ni votos, y plantean el siguiente interrogante:

¿Son aún necesarios y justifican su existencia los sindicatos en la sociedad del siglo XXI?

¿Pueden los sindicatos recuperar legitimidad y en consecuencia volver a ser verdaderos representantes de la clase trabajadora para luchar por sus derechos y por condiciones justas frente a patrones y gobierno?

La respuesta más acertada condiciona esa posibilidad a un urgente cambio generacional en los liderazgos sindicales no sólo de las centrales obreras tradicionales, sino incluso de aquellas que comenzaron como independientes y que rápidamente asumieron las mismas prácticas de perpetuarse en el poder que los líderes de organizaciones que tanto cuestionaron.

Miremos por unos instantes lo que ocurrió esta semana con el paro convocado por la C.G.T.

1. Lo primero que destacó el periodismo nacional es una simple fotografía de aquellos que convocaban a la huelga. Dirigentes viejos, gordos y repletos de dinero sin capacidad para comprender la realidad de sus representados. No hubo un solo medio periodístico que dijera algo diferente.

2. Lo segundo que destacó el mismo periodismo fue su discurso. Viejo, vetusto y sin entender cuál es el verdadero problema de la empleabilidad en la Argentina. Un discurso viejo para trabajadores que ya no existen.

3. El método. La huelga como mecanismo vinculado a la auténtica representación que ya no existe. Todos saben que la ausencia casi absoluta de transporte fue la única causa de la construcción de algún éxito en la medida de fuerza.

4. Los números son los números y esto revelan una tendencia interesante: de los 46 paros generales desde el retorno de la democracia, el 63% ocurrieron durante gobiernos no peronistas, incluyendo tanto a presidentes radicales como a los de Cambiemos y La Libertad Avanza. Esto plantea la pregunta sobre si los paros son una expresión de descontento genuino con las políticas de estos gobiernos o si son utilizados como herramientas políticas por parte de los sindicatos.

El sacudón del jueves pasado produjo sin duda un shock en el mundo sindical desde varios lados, al punto que más que una medida de fuerza fue la simple demostración de una enorme debilidad.

Desde lo político, el sindicalismo desea mantener un atributo perdido hace muchísimo tiempo como aquel que lo consideraba la columna vertebral del Peronismo que hoy sufre de osteoporosis de grado terminal.

Desde lo social, el sindicalismo cuenta con un grado de desprestigio jamás visto en toda su historia. Es la casta en estado puro.

Aclarados estos aspectos volvamos a Espartaco. ¿Que estarán pensando nuestros aguerridos sindicalistas? ¿Organizarán una revolución? ¿Declararán la guerra al gobierno pasando a la clandestinidad? No imagino cómo será el próximo paso.

Sigo sosteniendo y repito que nuestro modelo laboral y sindical argentino, no es en sí mismo malo o bueno, sino simplemente viejo, porque el sistema actual mantiene un diseño para una generación de trabajadores que ya no existe y que en su mayoría están jubilados. Del mismo modo, la dirigencia sindical pertenece a una generación que no puede comprender estos cambios, por la misma razón: son viejos.

Sin duda el más beneficiado de lo que ocurrió el jueves fue el mismo Gobierno. Hubiera sido mucho más nocivo para Milei que los sindicatos hubieran anunciado que habían arreglado con el Gobierno la mini reforma laboral y que por esa razón levantaban el paro general. Les hubiera permitido teñir de casta al Gobierno y lo más importante: A diferencia de Espartaco habrían salvado la ropa sin ningún herido.

El paro del jueves, muy lejos de agredir, solo estrecho filas en el gobierno uniéndolos con la oposición dialoguista en busca de su famosa ley ómnibus. La prueba de ello fue la inexistente repercusión de la huelga en la prensa, redes, etc. El viernes simplemente se habló de otra cosa como si nada hubiera pasado. La agenda del Gobierno siguió siendo otra: las prepagas, la pelea con las empresas alimenticias, el disgusto del campo por el retraso cambiario y las retenciones, la pelea con las empresas eléctricas por la deuda con Camesa o los conflictos de los bancos con mercado pago.

Lamentablemente el Siglo XXI dejó al modelo laboral y sindical argentino, en el peor de los pasados. Ya nadie trabaja las mismas horas (horario fijo), en un mismo lugar (la fábrica), durante muchos años (ingresábamos para jubilarnos en el mismo trabajo), con salarios similares (por categorías rígidas) al igual que la calificación (era igualitaria por categoría). Ya no tiene sentido un Sindicato único (personería gremial) y un convenio colectivo de trabajo para todos los trabajadores que se desempeñaran en una misma actividad empresarial, sin distinción.

¿Cuantos millennials o jóvenes de la generación Z están sindicalizados? Es más, ¿cuántos lo están, perteneciendo a la generación X, que llega hoy hasta los 55 años?

Hoy nada de eso existe salvo una fabulosa precarización y desempleo provocado por este modelo, que precisamente el movimiento obrero pretende mantener solo para conservar sus privilegios de casta ignorando a un 50% de trabajo informal, un desempleo en aumento y una empleabilidad que requiere reformas urgentes.

En fin, todos tenemos paciencia con los mayores, pero también esa paciencia tiene ciertos límites.

 

*Abogado laboralista, especialista en negociación colectiva, Ex Titular de la Catedra de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad Nacional de la Patagonia. Autor de varios libros y Publicaciones. Ex Ministro Coordinador de la Provincia del Chubut