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22 abril, 2024

La aparición del estoicismo nacional que puede transformarse en un consenso precario y efímero

Estas últimas semanas nos están mostrando como nunca la “potencia de las contradicciones argentinas” en todos sus ámbitos, sea la economía, la política o en la sociedad. Un excelente artículo aparecido en La Nación esta semana lo sintetizaba en forma ejemplar: “Allí donde existe lo maravilloso, también está lo aterrador”. Y no solo coincido, sino que agregaría: En ese delicado equilibrio se despliega la vida de cada argentino.

Por Sergio  Mammarelli*

Si pensamos en la economía, la macro está casi en un punto de inflexión mientras la microeconomía nos muestra una recesión brutal que no encuentra piso. En criollo observamos cómo baja todos los días el riesgo país del mismo modo que no paran de bajar las ventas. Los mercados financieros festejan sin cesar mientras todas las empresas rediseñan estrategias para no fundirse.

En lo político, periodistas como Majul al que lo tildan de “ensobrado del gobierno” considera que Milei está ganando la batalla cultural por mucho y junto con Caputo están ganando la batalla de la inflación. Desde otra óptica un poco más objetiva solo podemos ver a Milei como un “populista de derecha”, calificación que odia, aunque lo sea. Hoy el pueblo se llama “argentinos de bien” y sus enemigos “la casta que no la ven”, como bien nos enseña el profesor Loris Zanatta, verdadero estudioso y experto en populismo, que en el caso de Milei además agrega que su populismo tiene tintes religiosos. Es un camino bíblico hacia la salvación. Aquí no hay pluralismo o debates, él es el único depositario de esa misión trascendental y mística. Así los argentinos nos dividiríamos entre ser puros o ser casta, como una nueva versión de gorilas y peronistas.

En cuanto a la opinión pública, lo que más resalta es el estoicismo nacional, que se comprueba en los siguientes datos más o menos objetivos: El índice de confianza en el gobierno en marzo se ubicó en 51 pts (UTDT); la aprobación de la gestión del gobierno está en un 58% (Poliarquia, marzo) y la imagen positiva de Milei se mantiene en un 56% (Aresco, marzo).

Este estoicismo nos lleva a observar cómo en las redes sociales se percibe una especie de “celebración del sufrimiento”, disfrutar de las medidas del gobierno en si mismas, cuya implicancia es absolutamente negativa para cada uno de nosotros pero que vivimos como un “prólogo de un ciclo positivo a producirse en un futuro que además consideramos ineludible” (la profecía de la salvación).

Dicho esto, debo aclarar que no soy ningún ingenuo y sé perfectamente que las reformas que necesita la argentina no son ni simples y menos aún indoloras al igual que la necesidad imperiosa de que el gobierno en todo momento mantenga alto el espíritu en estos momentos difíciles. Sin embargo, hacer un culto de ello me parece un poco macabro e innecesario.

Siguiendo la misma observación, en abril aparecieron dos alertas muy interesantes que a mi juicio son el primer signo de preocupación en la sociedad, pero no en el gobierno. Primero, Inflación vs desempleo. Según la Consultora “Opina Argentina” en un reciente trabajo del mes de abril muestra que la preocupación de los argentinos en la inflación descendió al 32% y en cuanto a las expectativas el 50% de los encuestados piensa que seguirá disminuyendo. Por el contrario, la preocupación de los encuestados por el desempleo aumentó al 30% y el 31% de ellos opina que la desocupación aumentará. La segunda alerta, la dio la Universidad Di Tella. La pobreza alcanzó al 48,3 % y se sumaron 3,2 millones de nuevos pobres en el primer trimestre del año, alcanzando a 22,6 millones de argentinos pobres sobre un total de 46,8 millones de almas. Y si hablamos de franjas etarias entre 12 y 17 años la pobreza alcanza al 59,4%.

Si volvemos al título de nuestra editorial, la contundencia de la afirmación peligra con el riesgo de desvanecer: Ojo, no confundamos “estoicismo nacional” con “consenso precario que puede cambiar de humor en cualquier momento”. El tiempo lo dirá.

Fuera de estos lógicos temores, al menos para alguien que sigue deseando que Milei y su gobierno triunfen en su empresa, me sigue revoloteando este enorme parecido del comienzo de este gobierno con un regreso del menemismo. Si tuviera que sintetizar en pocas palabras aquel período, a mi juicio nefasto de la historia argentina y cuyo ciclo concluyó con la crisis del 2002, deberíamos recordar que fueron 10 años de una política económica de nuestro país marcados por una enorme transformación económica, una enorme estabilidad monetaria, privatizaciones por doquier con elevado costo social, una duplicación de la desocupación y también de la deuda externa y un clarísimo aumento y consolidación de la pobreza estructural y de la concentración de la riqueza. El desempleo pasó del 6,7% a cerca del 20% y la pobreza trepó por primera vez en la historia argentina a un tercio de los habitantes del país. Es absolutamente cierto también que el menemismo rompió con el estancamiento económico de los 80, devolviendo una sensación de estabilidad a los argentinos que solo pudo durar 10 años. Ese cambio se fue fraguando a fuego lento en una sociedad cada vez más desigual, pese que la macroeconomía mostraba un crecimiento del PBI del 52,6% entre 1990 y 1999, convirtiendo a la argentina en un imán para inversores extranjeros y en una de las estrellas de los países emergentes. En ese marco económico particular, se desarrolló en el ámbito político un período de corrupción y frivolidad sin límites hasta ese momento, donde la corrupción política solo pudo consolidarse con el nacimiento por primera vez de una corrupción judicial que le brindo cobertura absoluta y que luego no se fue nunca más.

Todo lo que acabo de resumir del menemismo pareciera cumplirse hasta ahora en los primeros meses de la presidencia de Milei, incluso la llegada de la corrupción judicial según las últimas novedades. El gobierno consolidó la candidatura de Lijo y Manuel García Mansilla como candidatos para jueces de la Corte Suprema y Horacio Rossatti, presidente de ésta, nuevamente reiteró la espera para que la política resolviera la controversia por el DNU, pero esta vez agregó: “Si los temas no se resuelven en un plazo razonable, lo hará la justicia” aunque “no nos gusta que la judicialización sea el atajo para resolver los temas que no resuelve la política”. Si bien la semana también nos sorprendió con el primer fallo de ese alto Tribunal, rechazando dos amparos contra el DNU de Milei, su rechazo fue por cuestiones formales sin entrar en la discusión constitucional. En este sentido Milei tiene sus sospechas y tiene dicho que “al menos tres jueces de la Corte han tomado una posición poco amigable con el decreto” … postura que anuncia nubarrones en este frente y peligros para el famoso DNU. En este escenario volvieron a aparecer serios cuestionamientos del Juez Lijo de los últimos días por parte de gran parte del arco político opositor y colegios profesionales, como Garay como presidente del Colegio de abogados de la Ciudad y de Ricardo Gil Lavedra como presidente del Colegio Público de abogados que esta semana resultó reelegido por amplia mayoría. Las críticas sobre su postulación son directas y sin tapujos y también tiene que ver muchísimo con el menemismo: la desesperación por la construcción de una mayoría automática en la Corte y la consolidación de una casta judicial de impunidad. Esa síntesis menemista que parece repetirse pone en peligro todo el discurso presidencial contra la casta política, que jamás pudo existir sin una casta judicial que le diera impunidad comenzando con la cloaca de Comodoro Py y donde Lijo es su estrella favorita. En fin, todos estos parecidos me aterran y me crean la duda sobre la seriedad y permanencia del cambio que votamos la mayoría de los argentinos.

Coincidiendo con Pagni en su editorial clásico de su programa ODISEA ARGENTINA, la fenomenal crisis de nuestro país tuvo un desenlace raro en estas últimas elecciones. Los argentinos decidimos para su solución elegir a Milei donde yo mismo me incluyo en la lista en oportunidad de la segunda vuelta. Un candidato carente de senadores y diputados, sin anclaje territorial por falta de intendentes y gobernadores, con pésima relación con los sindicatos y claramente enemistado con la totalidad de los movimientos sociales. Ello quiere decir que pusimos a cargo de este fenomenal problema a alguien que nos pareció que podría tomar y llevar a cabo medidas muy desagradables, pero olvidamos que detrás de él tiene un equipo con una gran indigencia en términos institucionales, como lo vienen mostrando los papelones semanales y los funcionarios eyectados en tan corto tiempo.

En fin, será por todo esto que terminaría como comenzamos, allí donde existe lo maravilloso también está lo aterrador.

*Abogado laboralista, especialista en negociación colectiva. Ex Titular de la Catedra de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad Nacional de la Patagonia. Autor de varios libros y Publicaciones. Ex Ministro Coordinador de la Provincia del Chubut