11 marzo, 2021
Con la novela «Klara y el sol», el escritor británico de origen japonés indaga en lo ontológico de la humanidad, a partir de una historia de ciencia ficción no muy lejana en torno a la pérdida, el futuro y la soledad desde un punto de vista muy singular: una inteligencia artificial.
Por Milena Heinrich
Con «Klara y el sol», el escritor británico de origen japonés Kazuo Ishiguro publica su primera novela tras la obtención del Premio Nobel de Literatura en 2017 y una vez más vuelve a poner en el centro una narrativa reflexiva y sensible que indaga en lo ontológico de la humanidad, a partir de una trama en la que construye una historia de ciencia ficción no muy lejana en torno a la pérdida, el futuro y la soledad desde un punto de vista muy singular: una inteligencia artificial.
Sus siglas son A.A -de amiga artificial- y cada modelo tiene sus cualidades, pero Klara, la protagonista de esta novela, tiene una sensibilidad especial, una preocupación filosófica en un cuerpo de máquina: es curiosa, muy observadora y aprende rápido; su avidez por comprender la vida social supera el interés que manifiestan sus pares, las más de las veces preocupados por la amenaza de la obsolescencia que se inyecta con fuerza cada vez que a la tienda donde se venden llegan nuevos modelos.
Estas inteligencias programadas para funcionar como amigos de niños y adolescentes necesitan un poco del sol, no mucho pero sí el suficiente que justifique no estar tapados en depósitos, por lo que Klara siente cierto alivio cuando deciden ponerla en exhibición en la vidriera porque allí recibe algo de la luz natural del exterior. La novela comienza precisamente ahí: mientras espera que alguien la compre, Klara observa, vive y experimenta la calle, revuelta entre taxis, gente que camina rápido, abrazos, discusiones, por momentos alguna suerte de quietud, en otras una explosión de estímulos alienados. Klara presta atención a muchas de las cosas que los humanos, de tan internalizadas, no registran: los gestos, el tiempo que puede durar un café, el modo de caminar.
«Mi interés real radicaba en los seres humanos: mirar a los seres humanos a través de los ojos de esta máquina. Lo importante es lo que Klara observa en los seres humanos. Es una metáfora de los impulsos humanos», dijo el autor en una conferencia con medios de América Latina y España, que tuvo lugar este lunes al mediodía a propósito de la publicación de la novela en abril próximo, de la mano del sello Anagrama.
«Lo que me interesa es la falta de perspectiva de las personas. Por eso me gustan las personas que tienen una visión limitada y Klara tiene una visión muy restringida y llega a la historia sin historia, sin prejuicios. Cada vez que me siento a escribir una historia agonizo durante mucho tiempo para ver qué tipo de limitación debe tener el narrador», contó el autor nacido en la ciudad japonesa de Nagasaki en 1954 y radicado desde 1960 en Inglaterra, que en 2017 se alzó con el máximo galardón de las letras por sus «novelas de gran fuerza emocional», como destacaba el fallo.
Si bien este libro «pertenece al género de la ciencia ficción, los robots o algo parecido» en realidad «vino de las historias georgianas, en particular historias para niños pequeños. Klara es una criatura que está en el centro de esta historia infantil. Puede ser como un oso de peluche», sostuvo el creador de esta singular protagonista, que a lo largo de la novela funcionará como un dispositivo programado para cuidar, acompañar y en esa función, mientras tanto, comprender algo de lo que ocurre en la realidad de seres humanos que la rodean, una realidad futurista pero no lejana. En ese sentido, el autor expresó que le preocupaban más «cambios radicales» como «el desempleo masivo» que la incorporación generalizada de las inteligencias artificiales.
«Mi interés real radicaba en los seres humanos: mirar a los seres humanos a través de los ojos de esta máquina. Lo importante es lo que Klara observa en los seres humanos. Es una metáfora de los impulsos humanos», según Kazuo Ishiguro
Aunque el contexto inmediato obliga a leer la novela con referencias a la hiperdigitalidad que aceleró la pandemia, Ishiguro explicó que la historia la venía escribiendo hace tiempo. «Si puede parecer que haya ecos en el mundo de Klara es una coincidencia con la realidad», dijo el escritor sobre y también advirtió que si bien es el primer libro que se publica tras su obtención del Nobel eso no tuvo efectos en la escritura porque «ya llevaba una tercera parte del libro cuando recibí el galardón».
Al contrario, bromeó, «el proyecto ya estaba muy sólido. Al volver de Estocolmo esperaba que todos mis problemas de escritura hubieran desaparecido, yo tenia un estudio muy desordenado y pensaba que se iba a ordenar pero no. Todo estaba como lo había dejado antes de ir a Estocolmo. Y tenía los mismos problemas· Es como si el Nobel se me hubiera otorgado en otro planeta y cuando volví a casa seguía con los mismos problemas».
En cambio esta obra sí tiene un diálogo con «Nunca me abandones», donde había incursionado en la ciencia-ficción, como en esta novela: «Creo que hay una relación pero cuando escribía ‘Klara y el sol’ no era demasiado consciente de ello. Fue después cuando que me ocurrió como una respuesta ‘Nunca me abandones’, porque quería escribir una historia que fuera a un territorio parecido pero que expresara la esperanza, por eso para mi era muy importante que no perdiera esa esperanza desde el punto infantil, como una creencia, una bondad, una fe».
A diferencia de otros libros de Ishiguro que abordan el tema de la memoria o el pasado – por caso, «Pálida luz en las colinas», su debut literario- «Klara y el sol» hace un sentido inverso: «Klara es una máquina y al principio no tiene recuerdo, a medida que avanza el futuro va acumulando recuerdos. Alguien que no tiene recuerdos y va acumulando evidencias del pasado paso a paso, como lo haría un niño. Por tanto, este libro versa menos sobre la memoria como sí del futuro».
Klara será adquirida por Josie, una niña de 14 años que está enferma. Ese vínculo gravita en la segunda parte de la novela y pone en tensión otro tema, como sugirió Ishiguro: «La historia gira en torno a ese problema. Si ella muere ¿puede ser sustituida? Esta pregunta no se planteaba antes, no había posibilidad de reemplazar pero en el mundo de ‘Klara y el Sol’ en el horizonte la posibilidad se plantea. Quizá tenemos la manera de saber tanto de una persona y hasta el corazón humano suena una distopía. Me interesaba sobre todo el tema de las emociones humanas: ¿esto afectará el amor humano? «.
Ishiguro, de 66 años, dijo sentirse más optimista que en épocas anteriores: «Me siento más optimista respecto a los seres humanos individuales, aunque soy menos optimista respecto a los sistemas políticos y el modo en que organizamos nuestras sociedades» y consideró que en un mundo en el que las big data invaden «nuestra vida cotidiana» tendrá «un impacto en esa idea de que tenemos un alma que nos hace especiales, si ese es el caso ¿qué vamos hacer? ¿Qué significa que un ser humano ame a otro ser humano, somos únicos, somos irreemplazables o somos reemplazables?».
Por otro lado, el escritor de 66 años, contó que con los años se volvió más optimista, o mejor «quiero celebrar lo que me parece bueno, me siento impresionado por los seres humanos porque hay algo memorable, en especial cuando intentan expresar una devoción o una protección para con los demás. Por eso creo que mis libros más recientes intentan tener este lado optimista. Creo que es importante encontrar una esperanza y para eso necesitamos pequeños mundos, pequeños oasis».
«Klara y el sol» es la octava novela del Nobel. «No escribo todos los días. Yo dedico mucho tiempo a leer, a reflexionar, me gusta mucho dialogar. A menudo lo que hago es perseguir una idea, algo que me interesa, pero antes de que me sienta a escribir realmente pasa mucho tiempo. Y cuando me siento pasa bastante rápido. No quiero escribir un libro cualquiera, tengo que saber qué quiero hacer», confió.
Acaso eso se vincule con su mirada de la literatura, como contó: «La ficción es una manera de intercambiar ideas y sentimientos. Y por eso es muy importante la ficción porque las ideas podemos cambiarlas a través del periodismo, el ensayo pero los sentimientos se intercambian a través de la música, del cine, de los libros».