3 febrero, 2021
Grupos conservadores del sector agropecuario y su expresión política y mediática están en una campaña de sembrar confusión acerca de los diferentes eslabones que forman los precios de productos básicos del presupuesto de los hogares.
Por Arturo Jorge Videla * y Matias Strasorier **
Hace unos días, un página digital publicó un artículo titulado “Distorsión en el precio de los alimentos”, afirmando que la “mayor incidencia en los valores finales corresponde a los costos de logística e impuestos”. Se basaba en un estudio de precios realizado por la Asociación de Productores de Marcos Juárez, a partir de valores relativos de la zona, que difundió con placas gráficas dividiendo el precio entre lo que representa el monto que perciben las y los productores y lo que “se quedan” el Estado y el resto de la cadena. Las gráficas muestran lo que percibe el productor y en rojo, industria, transporte, comercialización e impuestos.
¿Por qué escribieron impuestos en mayúsculas mientras industria, transporte y comercialización, en minúscula? En ese sutil y casi imperceptible detalle hay un mensaje de claro posicionamiento ideológico a favor del libre mercado y la no intervención del Estado en la economía. De ese modo quisieron impresionar con que los impuestos implican mucho más que industria, comercio y transporte. “El problema no es el productor” titularon en cada placa gráfica, algo con lo que estamos de acuerdo, pero sugieren que el problema es el Estado.
Por si la sutileza subliminar de la gráfica no alcanzara, el página digital lo refuerza de manera textual: “La Asociación de Productores Rurales del mencionado distrito cordobés intentó aclarar que el problema no es el productor agropecuario, sino el resto de la cadena de logística y distribución que está compuesta por la industria, transporte, comercialización y los impuestos, que terminan acrecentando los costos para el consumidor final”.
Muestra entonces que el «asado en la góndola que está a 639,99 pesos por kilo, la cadena logística y el Estado se quedan con 486,66 pesos, mientras que el productor recibe sólo 153,33 pesos por el kilo del novillito vivo».
En el caso del maíz toman el kilo de polenta: 158 pesos en góndola y afirman que «tiene costos industriales, logística, transporte e impuestos de 141 pesos, por lo cual el productor recibe apenas 17 pesos por cada kilo de maíz».
Con el sector lácteo, toma el sachet de leche a 49,50 pesos por litro y explicita que “tiene incluido un costo total de 34,40 pesos en la cadena industrial, mientras que el productor se queda sólo con 15,10 pesos por cada litro”.
Lo que no muestran esas gráficas ni se aclara en el artículo es la integralidad económica y el desarrollo territorial que se produce con el agregado de valor, donde por ejemplo, basándonos en la misma información de la asociación de Marcos Juárez, si el maíz se comercializa en grano solo genera 17 pesos por kilogramo, pero si se convierte en polenta genera 158 pesos el kilogramo.
¿Cuánto dinamizó la economía local desde una mirada integral? ¿Podrían motorizar el desarrollo territorial y transformación integral en lugares menos desarrollados?
Por otra parte, los precios finales al consumidor son los del programa Precios Cuidados pero que no abarca ni a todos los productos ni a la totalidad de los volúmenes producidos. Esa presentación vista en conjunto se encuentran las y los productores, las y los empresarios y las y los trabajadores industriales, del comercio y del transporte. Y también un Estado presente con salud y educación pública, caminos, calles asfaltadas, rutas, electrificación e iluminación pública, coparticipación a las provincias, satélites, planes de vacunación, AUH, ATP que se financian con impuestos.
* Director Nacional de Lechería.
** Director del Centro de Estudios Agrarios.