11 julio, 2023
El movimiento influencer está a la orden del día. ¿Quién no ha ido a comprar un conjunto que le ha visto a Dulceida o a María Pombo? ¿O se ha inspirado en el maquillaje que Rosalía usó en su concierto? El poder de las imágenes está más presente que nunca, pero tal vez esto no sea una novedad.
Por Patricia María Castiñeyra Fernández*
Desde siglos atrás la imagen femenina ha sido construida en función a un ideal impuesto por la sociedad, que elige a unas mujeres concretas para difundirlo a través de su ejemplo.
Las sociedades han necesitado desde tiempos inmemoriales la imagen como soporte visual para comprender y construir el mundo. Esto se encuentra especialmente relacionado con las mujeres, pues los poderes patriarcales han utilizado durante siglos la imagen para legitimar y difundir los diferentes ideales de mujer que se establecían en cada momento.
Los personajes femeninos relevantes para la sociedad –como la Virgen María, Venus o Isabel I de Inglaterra– eran usados para ilustrar a las mujeres sobre cómo debían comportarse, vestir o gesticular. Tenían un gran poder sobre otras mujeres, ya que se trataba de personas muy conocidas e influyentes. Y aquí está la clave.
El término influencer es usado en la actualidad para referirse a personas, en su mayoría mujeres, que, gracias al desarrollo de las tecnologías y las redes sociales, son capaces de llegar al gran público y predisponerle a hacer algo.
Estas mujeres no se diferencian mucho de los personajes femeninos anteriormente nombrados. La sociedad actual continúa necesitando del apoyo de la imagen para experimentar el mundo. Las influencers llevan a cabo la misma tarea que Eva o Pandora: son legitimadoras y difusoras de los ideales femeninos que la sociedad establece como correctos.
El poder religioso y político del Renacimiento estableció un nuevo ideal de mujer para intentar acabar con la cierta libertad que las mujeres habían conseguido a finales de la Edad Media. Necesitaban que las mujeres formaran y cuidaran a las familias que se convertirían en el motor del nuevo Estado moderno. Su rol se debía basar en ser una buena madre y perfecta esposa, que cuida del hogar y no abandona el ámbito privado de la vida.
Para ello, supieron usar el tirón que las imágenes tenían sobre la sociedad de la época y la influencia que estos sagrados o mitológicos personajes ejercían sobre las mujeres. Consiguieron que la Virgen María, Santa Ana o María Magdalena representaran diferentes modelos de comportamiento femenino: la perfección como esposa, la madre cuidadora o el arrepentimiento tras el pecado.
Por ejemplo, si María había dado de mamar a su hijo, ¿cómo no lo iban a hacer las madres mundanas? Para que las mujeres fueran conscientes de ello, durante el siglo XVI aumenta el uso de la iconografía de la Virgen de la Leche, donde se ve a María llevar a cabo esta tarea de una forma tan cotidiana y humana que cualquier mujer podría verse reflejada en ella.
También nos llama la atención cómo las santas son representadas en la pintura renacentista llevando los ropajes de moda en la época. Esto es debido a la necesidad de mostrarlas como mujeres reales, para que las demás féminas pudieran sentirse identificadas con ellas y seguirlas como modelo.
Las mujeres de la mitología estaban más dirigidas hacia el disfrute de los hombres, que encontraron en su representación un enorme placer visual… Así, mujeres como Diana, Minerva o Venus están retratadas siguiendo el ideal de belleza renacentista.
Este es el caso de la archiconocida Venus de El Nacimiento de Venus de Botticelli, cuya imagen se ha convertido en el ejemplo por antonomasia para ilustrar la belleza ideal renacentista. Obra con la que, por cierto, la “influencer” Chiara Ferragni se hizo una foto estableciendo una comparación precisamente con su belleza y la belleza renacentista de Venus.
Estas mujeres siempre poseen una larga melena clara, los ojos almendrados, un cuerpo sinuoso, una boca pequeña y sonrosada, o una piel tan delicada y blanca que la luz se refleja en ella. Aunque estas pinturas estaban enfocadas al disfrute masculino, las mujeres aprendían de ellas los cánones estéticos del momento.
¿No les suena nada de esto? Seguro que sí, porque actualmente la sociedad también ha construido estos ejemplos para nosotras.
¿Podrían señalar parecidos entre una foto del Instagram de María Pombo y una pintura en la que se representa a la Virgen María?
Los gestos son muy parecidos. En ambos casos aparecen con una cierta sensualidad tímida mostrando una imagen amable y serena. Ambas nos muestran el ideal de las “buenas mujeres”.
También comparten la belleza ideal: la suave melena en tonos rubios, los ojos expresivos y almendrados, los dulces pómulos o los labios sonrosados.
La influencer, además, es un ejemplo de buena madre y esposa, al igual que María, algo que conocemos gracias a las imágenes que sube a sus redes sociales junto a su hijo y su marido, que nos llegan a recordar directamente a las felices imágenes de las Sagradas Familias renacentistas.
Museo Diocesano de Huesca/Instagram María Pombo
En el otro extremo encontramos a Lola Índigo. La cantante utiliza en el videoclip de su canción Maldición la imagen de Eva, quien perpetúa el Pecado Original y transmite a todas sus herederas cualidades como la seducción o la maldad.
Museo del Prado/Vevo
Aparece en un entorno paradisíaco, lleno de árboles y manzanas, con una postura sensual que muestra sus curvas y una melena larga y rubia que tapa sus partes íntimas, tal y como es representada Eva en la pintura de todos los periodos artísticos. En este caso lo interesante es cómo Lola Índigo usa esta imagen de “mala mujer” para luchar contra estos estereotipos asociados a las mujeres durante siglos.
En definitiva, las sociedades siempre han construido el mundo a través de la imagen, y no parece que eso vaya a cambiar.
*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation