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4 febrero, 2022

ICB: en 2021 se registraron 45 ballenas muertas en Península Valdés

Un total de 45 ballenas aparecieron muertas en las costas de la Península Valdés, en Chubut, a lo largo de 2021, según reveló un informe del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) que alertó sobre el elevado número de hembras adultas fallecidas.

Se trata de las conclusiones de una nueva edición del «Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral», que detallan que «como resultado de los relevamientos realizados y reportes recibidos, se registraron un total de 45 ballenas francas australes muertas en 2021 de las cuales, 25 fueron crías nacidas en la temporada, 7 juveniles y 13 adultos».

Para los investigadores, el dato de mayor relevancia ha sido el número de adultos muertos (en su mayoría hembras) que fue el más alto en un año desde que se inició el monitoreo, en 2003.

Al respecto, la científica Marcela Uhart, codirectora del Programa, reconoció que «el dato llamativo es el alto número de ballenas adultas muertas, 13 ejemplares, de los cuales 12 son hembras».

El programa lleva registradas 855 ballenas muertas en Península Valdés, lo que permitió contar con una base de datos y de muestras recolectadas de gran relevancia para el estudio de la especie

 

La cantidad de decesos puede tener relación con la presencia cada vez más creciente de ejemplares en la zona de influencia de península Valdés, sobre el extremo noreste del Chubut, es decir que aumentan los decesos frente a una población mayor.

Pero la preocupación radica en que, al ser en su mayoría hembras las fallecidas, se está ante un fenómeno «poco habitual y atípico» que representa un gran desgaste porque el género necesita de años de crecimiento y desarrollo para llegar a ser adultas reproductoras.

«Además, la muerte de ballenas con cría en lactancia muy probablemente cause la muerte de la cría huérfana», advierte la doctora Uhart.

En la publicación, los investigadores resaltan que los eventos con un número inusualmente alto de ballenas adultas muertas en un corto período de tiempo y en una misma área, pueden ser indicadores de variables ambientales locales que contribuyen a la muerte de las ballenas.

El otro dato llamativo es que «las ballenas adultas muertas en 2021 no presentaban evidencia de lesiones traumáticas ni enmallamientos y se encontraban, durante su inspección, en aparente buen estado nutricional», aseguró la médica veterinaria Agustina Donini, a cargo de los estudios post-mortem en el campo.

La información generada por el Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral es clave para conocer el estado de la población y desarrollar políticas que sean efectivas para su protección

Las estadísticas se desprenden del Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral (PMSBFA) que se implementa desde el 2003 y estudia cada cadáver divisado en las costas de Península Valdés y alrededores, a los que se les realiza la necropsia y se les extraen muestras biomédicas para aprender sobre la salud de la especie.

«La finalidad es conocer las causas de mortalidad e identificar potenciales amenazas, tanto naturales como de origen humano» se explica desde el instituto para valorar la importancia del PMSBFA.

El Programa es un esfuerzo colaborativo entre el Instituto de Conservación de Ballenas, Ocean Alliance, Wildlife Conservation Society, Fundación Patagonia Natural y las universidades de California, Davis, y Utah.

Desde 2003, el programa lleva registradas 855 ballenas muertas en Península Valdés, lo que permitió contar con una base de datos y de muestras recolectadas de gran relevancia para el estudio de la especie.

 

Cada año miles de ballenas llegan a la Península Valdés y la mortandad de cetáceos siempre preocupa a las comunidades

 

Entre 2020 y 2021 se publicaron cinco artículos científicos a partir de muestras y datos colectados por el Programa y se aportó información relevante para el Plan de Manejo y Conservación de la ballena franca del Atlántico Sudoccidental (CBI).

Así lo explicó el codirector del Programa Mariano Sironi, quien sostiene que «gracias al trabajo sostenido de muchos voluntarios y colaboradores a lo largo de casi dos décadas, hemos aportado datos y hallazgos relevantes, como la ingesta de plásticos o el impacto de los ataques de gaviotas en la salud de las ballenas».

Los investigadores agradecen «el apoyo indispensable de una red de personas comprometidas como guardafaunas, pescadores, pobladores, prestadores turísticos, capitanes, guías de avistaje, operadores de buceo y turismo, navegantes, aviadores y tantos otros que cada año reportan la mayoría de los ejemplares varados».

La información generada por el Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral es clave para conocer el estado de la población y desarrollar políticas que sean efectivas para la protección de las ballenas y la conservación de su hábitat.

 

*ICB/Télam