13 agosto, 2023
Hablar solos es una manera de explorar el mundo interno y trae un sinfín de ventajas como la mejora de la atención, mayor seguridad y autoconfianza
“Cuando pierdo algo, cuando estoy enojada o cuando me quiero felicitar, me paro enfrente del espejo y me hablo a mí misma”, dice Paula Feige (57) que vive con su gata Luana, con quien también suele tener conversaciones. Según cuenta, la costumbre de dialogar con ella misma la tiene arraigada desde hace años y confiesa que le hace bien: “Me ayuda a liberar energía que de lo contrario me quedaría estancada”. Y entre risas cuenta: “Es como si me hiciera un show de stand up personal cada vez que me hablo”.
Pero no es la única. Noelia Moreira, una joven de 28 años también revela que habla en voz alta con ella misma. “Muchas veces cuando organizo mi agenda semanal, voy recitando mi vida. Es una táctica que me ayuda a bajar la ansiedad”, reflexiona. Por otro lado, “en lugares donde estoy sola, por ejemplo, mientras manejo o cocino, aprovecho para practicar conversaciones que me ponen nerviosa o me incomodan; hablarlo en voz alta de ante mano, me relaja”, agrega.
Conversar con uno mismo se conoce técnicamente como soliloquio y tiene que ver con un hábito más común y saludable de lo que se cree. “Hablar solo muchas veces se asocia con un comportamiento infantil o con ser una persona que no está dentro de sus cabales. Y la verdad es que es todo lo contrario”, dice Sol Buscio, licenciada en psicología (M.N. 71610). Y ahonda: “Está buenísimo que podamos tener la capacidad de hablar con nosotros mismos y exteriorizar lo que pasa en nuestro mundo interno: tanto lo que sentimos como lo que pensamos. De lo contrario, si nos lo guardamos, se nos dificulta resolver conflictos y aliviar el estrés”.
Por su parte, para el licenciado en psicología Matías Braslavsky: “No podemos dejar de hablar incluso estando solos porque estamos atravesados por el lenguaje y las palabras de manera permanente. Hay algo que tiene que ver con una cuestión estructural del ser humano, las ideas nunca cesan”.
Desde la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos (NIH por sus siglas en inglés), definen al diálogo personal como una costumbre que propicia beneficios en lo que respecta a la atención y el estado emocional, y puntualizan que su práctica es muy útil para las personas que sufren depresión y ansiedad, como también para los deportistas y académicos. Una charla de esta envergadura, cuando se funda de contenido positivo “puede potenciar la cognición y el ánimo; pero cuando los dichos son negativos, se lo relaciona con herirse emocionalmente”, ahonda un informe de la institución norteamericana.
Cuando se trata de tener conversaciones con uno mismo, las razones abundan: “Hablar solos es una manera de explorar nuestro mundo interno, de poder debatir con nosotros mismos lo que estamos vivenciando y de construir una forma de moldear nuestros pensamientos”, relata Buscio. Por ejemplo, “si hay algo que nos genera estrés o nos preocupa, decirlo en voz alta brinda la posibilidad de frenar un poco aquellos pensamientos negativos, reflexionar con uno mismo y dilucidar las formas de resolverlo”, señala la psicóloga. De esta manera, las personas suelen recurrir a esta práctica cuando “necesitan descargar lo que pasa dentro de su cabeza”, suma la especialista.
Por otro lado, muchas veces hablar en voz alta es algo que a la gente le sale automático, no se da cuenta. En este sentido Marcos Apud, psicólogo y wellness coach explica que las personas “solemos hablar solas porque tenemos voces mentales que habitan en nuestro cerebro: diálogos y monólogos internos que muchas veces los terminamos expresando de forma inconsciente”.
Otra de las posibles razones que lleva al soliloquio, dice Apud, es que “lo hacemos para organizar una charla o algo que tenemos que decir en público y el hecho de practicarlo en voz alta nos hace sentir seguros y nos ayuda a reducir la ansiedad que esta situación nos genera”. Sumado a ello, Buscio agrega que en ocasiones, no es algo que se planifica: “A veces lo hacemos sin darnos cuenta cuando no nos queremos olvidar de algo”.
Y un claro ejemplo de esto es el de Victoria Esmerode, una administrativa de 30 años, que cuenta que hablarse a ella misma es parte de su vida cotidiana desde que es chica: “Suelo tener conversaciones en mi cabeza y me las respondo en voz alta. Por ejemplo pienso: ´¿Hoy tengo entrenamiento?´ y me contesto en voz alta: ´Sí, hoy voy a entrenar´”.
Este ritual de dialogar con uno mismo, señalan desde la NIH, está asociado a una variedad de funciones mentales superiores que incluyen el razonamiento, la resolución de problemas, la planificación, la ejecución de un plan, la atención y la motivación, y puntualizan que es considerado un aspecto central de la salud mental de los individuos.
«Hablar solos es una manera de explorar nuestro mundo interno, de poder debatir con nosotros mismos lo que estamos vivenciando»
Los especialistas consultados coinciden en que dialogar con uno mismo puede ser la puerta de entrada al mundo interno de cada uno. “Este hábito nos permite desarrollar la autoescucha. Al ser uno su propio emisor y receptor, la persona puede materializar a través de las palabras aquello que no puede nombrar”, comenta Braslavsky. Así, “logra generar autoconciencia entre lo que piensa y siente. Esta situación trae calma y ayuda a encarar conflictos con otra perspectiva”, ahonda el psicólogo.
Para Buscio, otra de las ventajas de tener este tipo de conversaciones es que “nos hace ser más conscientes de nosotros mismos y de lo que pasa dentro de nuestra cabeza. Es una manera de reflexionar con nosotros y no dejar pasar de largo lo que nos pasa”.
Y así es el caso de Sol V., una joven artista de 24 años y ferviente adepta de esta costumbre, quien cuenta que hablar en voz alta la ayuda a ordenar sus pensamientos y que le aporta claridad: “Me permite conocerme con mayor profundidad”, especifica. Además, “me da la posibilidad de saber cómo estoy, cómo me siento, qué pienso, qué quiero, por ende puedo orientar mis decisiones y acciones hacia ese lugar”, añade. Pero hay más. Tal como dice esta joven, luego de tener estos diálogos, “siento más coherencia entre cómo me siento y lo que estoy haciendo para acompañar esos sentimientos”.
En el otro extremo, el soliloquio también ayuda a la memoria y a mejorar el foco sobre un tema: “Repetir los temas en voz alta permite fijarlos y que no me los olvide. Por ejemplo, cuando estudio para un examen o para una presentación”, dice Buscio. En consecuencia, “se adquiere mayor seguridad y autoconfianza”, coinciden los expertos consultados.
Consultado acerca de si se puede evitar hablar en voz alta con uno mismo, Apud comenta que solo vale la pena en caso de que perturbe, “muchos se sorprenden cuando se escuchan hablando solos”, dice. En este sentido, quienes quieran dejar de hacerlo, “deben estimular sus voces internas: pensar sin hablar”, precisa. No obstante, se trata de una práctica “de la que no hay que alarmarse porque es totalmente sana”, agrega.
Por último, Buscio brinda una reflexión final: “Tener soliloquios también es darnos la posibilidad de saber que no estamos solos, que contamos con nosotros mismos”.
*LN/ by Melanie Shulman