11 diciembre, 2021
Y llegó Diciembre, mes navideño por excelencia. En esta semana, en muchos países por tradición se arma el Árbol Navideño y para quienes quieren seguir con este rito y se plantean si es ecológico… lamentablemente les confiramos que no. ¿Pero es posible una Navidad sostenible, al menos tener un arbolito menos contaminante?
Todos los años muchas personas compran árboles de Navidad nuevos, plásticos, pese a la tradición de que se cambian cada 7 años. Presos del consumo y las apariencias, eligen árboles más caros, de otro color, con más luces y adornos.
Otros, comprar árboles naturales de cultivo, pero lamentablemente el 80% de esos árboles, terminan en la basura. Algunos intentan transplantarlos al exterior, pero luego de días de confinamiento en el interior de las casas cargando luces y adornos, sin los cuidados apropiados es muy raro que sobrevivan.
Comprar un árbol natural pareciera algo más ecológico que armar uno de plástico, pero estas plantas son cultivadas con gran cantidad de agrotóxicos bajo condiciones artificiales. También aparece el factor consumo de combustibles para su traslado a las ciudades.
Por todo esto comprar el típico árbol de Navidad no es ecológico.
Primero, debemos reflexionar sobre algunas costumbres y entender que ni el árbol ni ningún adorno hacen la Navidad. Para quienes deciden celebrarla, la Navidad la hacen las personas con sus actos.
Una opción es elegir algún árbol de interior (u otra planta) para cuidarlo todo el año y no apenas un mes, ejercer la responsabilidad y decorarlo cuidadosamente.
Y por qué no considerar la opción de que el árbol esté fuera, para que crezca naturalmente. Y en lo posible plantar uno autóctono, no tiene por qué ser sí o sí un pino.
Contamos con alternativas más creativas, esto es algo que le gusta especialmente a los niños. Podemos fabricar nuestro propio árbol de Navidad reutilizando materiales: papel, cartón, latas, botellas, maderas, tubos de papel higiénico, corchos de botellas, ramas que encontremos… aunque seguramente también terminarán en la basura. Pero con un poco de responsabilidad podremos disponerlos en los cubos correspondientes para su posterior reciclaje.
Recordemos el sentido y origen de la Navidad, lo más adecuado sería celebrarla con sencillez. Esto no implica rechazar todas las tradiciones, pero sí hacerlo de manera responsable tratando de evitar consumir por ejemplo adornos plásticos, hechos en China, llenos de purpurina con microplásticos o fabricados con trabajo casi esclavo.
También debemos reflexionar sobre los adornos eléctricos o peor aún, a pilas. Luces y estrellitas por demás pueden incrementar considerablemente el consumo de energía durante el mes Navideños.
Acotemos el uso de este tipo de decoración solo al día de celebración, 24 a la noche, en lugares puntuales, utilizando luces de bajo consumo.
No es necesario llenar la casa de luces… cada año parece una competencia a ver quién pone la mayor cantidad de iluminación en ventanas, balcones, terrazas… como si en la ciudades no existiera ya el problema de contaminación lumínica.
El uso de velas es otro punto a repensar. Muchas velas provienen de cera de abejas, y durante estas fechas hay una sobreexplotación de estos animales. La alternativa son las velas de soja que, aunque veganas, provienen de un cultivo altamente contaminante por su manejo con agroquímicos.
El sentido de entregar un presente a los seres queridos no debería ser una competencia material de quienes obsequian mas y mejores cosas, por el contrario es un gesto de darse a sí mismo, de entrega y reconocimiento hacia los otros. Sería tiempo de pensar regalos sencillos, de producción local, comprados a emprendedores o por qué no, realizados por nosotros mismos.
Y en lo posible, elijamos regalos fabricados con materiales sostenibles, nobles, duraderos. Pensemos en quién realmente “necesita” recibir un regalo. Son los niños, por tradición a quienes se les hacen los regalos, no a los adultos.
El llamado “espíritu navideño” es un sentimiento interior de unidad con la familia, de solidaridad con los demás, de alegría por compartir y por pasarlo bien de fiesta, así como de comunión inerior, espiritual o incluso religiosa. No debemos permitir que ese espíritu implique olvidar, atentar contra el Planeta que nos contiene.
*EP