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9 octubre, 2020

Fruta Fina: La zafra en vilo por falta de cosecheros, flete y peligro de plagas

La gran esperanza de los productores es la satisfacción que representa el fruto de la tierra y el trabajo en un mundo que pospandemia, requerirá fundamentalmente alimentos y de buena calidad como los que producen en la Comarca Andina. La preocupación es la falta de políticas acordes y las múltiples complicaciones que generó la coyuntura de la pandemia, posiblemente determinante para producciones tan sensibles como la fruta fina.

En la Comarca Andina Chubutense, anualmente la zona recibe entre 300 y 400 cosecheros, además de “otros que directamente se han radicado y han formado aquí su familia”. En producción hay unas 300 hectáreas que generan unos 24 mil kilos de fruta fina por hectárea. Después del turismo, es otra de las actividades económicas por excelencia. El problema que ocupa a los productores este año es precisamente la falta de cosecheros por la pandemia y las restricciones de desplazamiento, y también de fletes.

El ingeniero Javier Mariño (Inta) adelantó la llegada de los primeros cosecheros del norte del país, ocupados en cada temporada por los productores locales para la recolección de la fruta fina que caracteriza a la región. No obstante, acotó que “un porcentaje importante de chacras no puede asegurar la cosecha con los trabajadores locales, toda vez que no hay cantidad suficiente de mano de obra calificada”.

Según recordó el técnico consultado, “es un tema que se viene abordando desde hace 10 o 15 años”, fundamentando que la provincia del Chubut “los podría formar para abastecer la demanda, pero en verano aparecen muchas actividades emergentes relacionadas al turismo que convocan a este sector laboral”. A modo de ejemplo, antepuso que “la frambuesa que no se cosecha un lunes, para el martes ya está pasada y se pierde”.

En cambio, los trabajadores golondrinas que “llegan desde hace muchos años de provincias como Jujuy y Chaco forman equipos especializados –al igual que las comparsas de esquila o los cosecheros de manzanas-, y garantizan a los productores que se quedan desde noviembre hasta abril, con una estabilidad importante para toda la cosecha de fruta fina”

Una industria silenciosa y artesanal

 

“No existe la frambuesa en otros lugares del país. Hay gente que viene a nuestras chacras a conocer los cultivos de moras o frutillas. Es un sector de suma al turismo. Por otro lado, en toda la comarca hay unas 30 fábricas de elaboración de dulces, jugos y conservas, que también ocupan mano de obra y dan una característica especial al sector”, agregó Mariño.

En la actualidad, “junto con los municipios de El Bolsón, El Hoyo, Lago Puelo, El Maitén y Epuyén, se está operando sobre los protocolos biosanitarios, en el marco de la pandemia mundial por el coronavirus, para recibir a los jornaleros. El abordaje incluye desde el traslado, los lugares de residencia y las prácticas de cosecha y poscosecha, desde la utilización del alcohol, los barbijos, el distanciamiento y la cuarentena cuando llegan”, detalló.

Turismo también condicionado

 

Asimismo, Mariño puntualizó que “muchos de los productores tienen la incertidumbre de no saber qué pasará con el turismo estival, ya que todo el corredor cordillerano, desde San Martín de los Andes hasta Corcovado, vuelca a ese sector mucha de la fruta fina que se produce en la Comarca Andina. Quizás tengan que buscar otro mercado sobre la marcha, que tampoco es fácil”.

Sumó que “desde hace varios meses no hay transporte público. Sin vuelos o micros de larga distancia, todos los envíos se hacen por charters privados que cuestan cinco veces más que un traslado común. Esto hace que todo el sistema productivo de la fruta fina se vuelva complejo”, recalcó.

 

El momento de la capacitación

 

Comparando datos oficiales que indican que la zona (debido a la pandemia) ya ha perdido unos 12 mil empleos, Mariño coincidió en que “sería el momento para capacitar a jóvenes como cosecheros”, aunque insistió con que “los productores necesitan seguridad en la cosecha. De lo contrario, las pérdidas son importantes porque no son frutos que pueden esperar en la planta. En tres días pierde la calidad comercial y hay que tirarla”.

 

Del virus a la plaga

 

En otro orden, Javier Mariño se refirió a la mosca “Drosophila Suzukii” que afecta las plantaciones de fruta fina y “se viene monitoreando junto al Inti y Senasa. Comenzó en 2014 en el Alto Valle de Río Negro y Neuquén y llegó a la zona en 2016. Su población está aumentando cada año y la premisa es que los productores puedan convivir con ella y manejar la plaga. Como es algo nuevo, se está trabajando en medidas preventivas y en laborales culturales”.

Remarcó que “se ha observado que en las chacras que están más limpias, el ataque a la fruta es menor que en aquellas que están sucias. Lo mismo ocurre en lugares donde hay mayor riego. Las tareas incluyen además la observación de productos biológicos y orgánicos o químicos que contribuyen a su control, para el caso que se dispare la plaga”.

Dicho insecto es muy difícil de combatir ya que es de un tamaño muy pequeño y afecta a las cerezas, frambuesas, frutillas, entre otras frutas finas. Su ataque produce que los frutos se enfermen justo en el período de maduración.

 

*DJ