11 abril, 2022
«¿Cómo envejecer en un sistema que niega lo viejo?» es la pregunta que se hace desde hace años. Desde su impronta autodidacta, la artista lleva desarrollando hace más de una década su proyecto «Escuela de envejecer», sin una caducidad que la limite. La muestra se exhibe en el Parque de la Memoria hasta el 3 de julio.
«¿Cómo envejecer en un sistema que niega lo viejo?» es la pregunta que Gallardo desde hace años se hace y que continúa su trabajo sobre la violencia, sobre todo la de género, en sus obras. O ¿qué sucede con esos cuerpos envejecidos, jubilados, que por fin disponen del tiempo para hacer «lo soñado»? Son cuerpos transformados, invisibles, obsoletos, e incluso, molestos, para una sociedad que establece productividades modernas.
Desde su impronta autodidacta, la artista lleva desarrollando hace más de una década su proyecto «Escuela de envejecer», sin una caducidad que la limite. La muestra que hasta el 3 de julio se exhibe en el Parque de la Memoria reúne una totalidad de experiencias – videos, registros, activaciones- huellas de sus charlas íntimas, búsquedas compartidas de deseos no realizados, negados por mandatos sociales u otras imposibilidades.
Un caso particular sobre el que vuelve en la muestra y plantea con un instructivo para pintar paredes con arcilla por medio del tacto es el de Mariani Baumann, una mexicana que con más de 80 años retoma su contacto con el arte desde la plástica a pesar de su creciente ceguera y enseña a pintar paisajes con los ojos cerrados, a sentir, a vibrar con esas imágenes que se despliegan cuando el afuera se detiene: «¿qué significa no ver, que vemos cuando no vemos?», se pregunta Gallardo.
«Hay primero una relación afectiva, entablamos un vínculo íntimo y juntes resolvemos qué tipo de acción vamos a hacer», explica sobre su abordaje, mientras resignifica la vejez y de algún modo la transita.
«Hay primero una relación afectiva, entablamos un vínculo íntimo y juntes resolvemos qué tipo de acción vamos a hacer»Ana Gallardo
La vejez es un momento de oportunidad, resistencia y transformación. Una revancha posible. Un recuperar «los deseos perdidos en la juventud y los hallazgos de la vejez», porque «el deseo atraviesa. El poder de deseo y el poder de revancha», sostiene la artista en diálogo con Télam.
Con su trabajo, Gallardo (Rosario, 1958) expone ese «humus» desde el compost y residuo que la sociedad descarta, se nutre de él y lo comparte, lo explicita en sus experiencias con esos «viejos», devenidos maestros de saberes cancelados por una sociedad que descarta sus cuerpos, sus personas: la artista imprime nueva vida y deseo; realiza un trabajo sensible, íntimo, efímero, y sin gran despliegue, casi «austero».
Como puntos de partida están sus charlas con su tía que configura en «Rosita, la tía de Ana Gallardo» como un primer paso, en 2004. Ese mismo año comienza a reflexionar sobre el cambio de su propio cuerpo y el inicio de la vejez: «Ya era otro cuerpo y el sistema social, económico, el capitalismo feroz en el que vivimos nos descarta a las mujeres una vez que somos menopáusicas», argumenta. Y, a su vez, estás reflexiones se complementan con «Un lugar para vivir cuando seamos viejos» de 2008, que la llevan a desarrollar este proyecto de escuela.
Mientras tanto, un nuevo capítulo de esta escuela de la vida se extiende en «Existir la vejez» articulado con «La vejez» de Simone de Beauvoir, que se presenta este viernes en el Teatro Colón como parte de la Bienal de Performance.
P: Empezaste este proyecto cuando todavía eras bastante joven. Después de más de una década de transitarlo, ¿existe un balance y un cierre, o es algo que continúa expandiéndose? ¿Qué significa explorar la vejez hoy en día?
-Ana Gallardo: Es para mí muy conmovedor comprender que he vivido mi pasaje de una edad a otra, con este proyecto artístico. Sigue bajo mis pies, una cinta transportadora, que me acompañará siempre. El miedo es permanente, nunca desaparece. Solo sigo trabajando, no es que todo pase, solo sucede que lo ves, lo hablas. La vejez significa lo mismo siempre, es parte de la vida, como la muerte.
¿»Escuela de envejecer» tiene alguna relación con tu trayectoria previa?
-AG: Siempre he trabajado temas de género, la violencia sobre nosotras, las mujeres y sobre algunas cuerpas disidentes. Ese punto es el que une todo mi hilo.
En línea con lo anterior, comentabas que la violencia es un tema que abordaste como artista y que se retoma en este proyecto, ¿Por qué envejecer es violento? ¿Cómo se modifica desde el arte?
-AG: Envejecer en sí es violento, porque el cuerpo se transforma sin entender hacia dónde, sin querer que eso suceda. Con unas mentes lúcidas, muy lúcidas, la cuerpa no acompaña. Comenzamos, por ejemplo, a no poder decidir nuestra maternidad. Un hombre de 60 puede ser padre, nosotras no. Ese punto marca mucha violencia. No poder tomar decisiones es fuerte. No significa que una quiera seguir siendo madre, es simplemente una diferencia violenta.
En mi caso, mi práctica, me ha permitido sanar, pensar en lo político del tema, y confirmar que a mis amigas, a muchas, les transformó un poco la emoción, por lo menos. No nos sentimos solas.
Entiendo que ese formato, descarta otros. «Escuela de envejecer» propone pensar estas cosas, quién tiene la autoridad de decir lo que se puede o lo que no.
Muchas de las mujeres mayores se han sentido frustradas por no poder hacer en su juventud lo que deseaban. Lo hacen de viejas, bueno solo el gesto de hacerlo ahora, como quieren. Poder tomar ese derecho y desarrollarlo es un acto político, un acto de resistencia. Toda la gente tendría que aprender de este gesto, debería estudiarse en las escuelas.
¿Hay vida plena en la vejez, se puede desear, disfrutar? ¿Existe una posibilidad sanadora?
-AG: ¡Sí, obvio que hay vida plena, con deseo y disfrute! Solo que no se ve o no se comprende, porque nos han metido en la cabeza que esas emociones sólo son posibles, en un tipo de cuerpo, un cuerpo productivo.
¿Qué es el arte para vos?
-AG: El arte es una herramienta de transformación, política y amorosa.
¿Cómo dialoga «Escuela de envejecer» con «Existir la vejez» que se presenta en el Teatro Colón en el marco de la Bienal de Performance?
-AG: Es una pieza pensada en un principio por Julieta Azcar; ella me plantea un diálogo con el libro «La vejez» de Simone de Beauvoir y «Escuela de envejecer», y enseguida se suma Mariana Oberstein.
El libro de Simone es ferozmente vigente hoy en día. Su voz es mi voz, nuestras voces, las de todas. Las cuerpas de Margarita Balli y Margarita Fernández, son todo lo que estas dos piezas proponen.
Dentro de tu formación en los talleres de artistas (Víctor Grippo, Miguel Dávila, Jorge Diciervo y Juan Doffo), ¿que rescatás que se mantenga en tu práctica actual?
-AG: De ellos, el amor que les tengo. Hoy comprendo que mi formación real, ha sido con mis amigas y colegas. Rescato de ellxs el riesgo permanente, la lucha, el acompañamiento, el pensar otras cosas, generar ese espacio de resistencia. Todas frescas, valientes, sólidas, agudas, profundas, contemporáneas.