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11 junio, 2023

Entretelas de la política: Una trama de partidos, no de candidatos

Los votos se ordenan por coaliciones políticas. Candidatos que surgen por delegación y nacen condicionados.

Una trama de partidos, no de candidatos. Y sin misterios

Por Ignacio Zuleta*

La fiebre de este sábado a medianoche tiene un solo motivo: el convencimiento de los protagonistas de que las elecciones son una situación de candidatos. Una ilusión, porque las elecciones son una situación de partidos o familias políticas, articuladas hoy en la Argentina en coaliciones. Estas confrontan en situación de mercado, en condiciones de gran eficiencia.

Un mercado es más fluido cuando tiene transparencia, cuando los votantes tienen la máxima información posible sobre sus competidores. En la Argentina la combinación de las tendencias históricas del voto, con el alto nivel de participación, deja a los candidatos un margen muy estrecho para aprovechar las franjas del voto volátil, o para quebrar la identificación de los votantes con sus familias políticas.

Los electores se concentran en grandes coaliciones que mantienen su protagonismo a lo largo del tiempo, con muy escasa variabilidad. La vigencia del voto obligatorio, y una tradición de participación alta le quita misterio al resultado final de cada elección.

Pese a esas constancias que no son difíciles de probar, la suerte de los candidatos está echada. De todas formas, una de las condiciones de todo candidato es la voluntad de torcer el rumbo de las cosas y buscar su lugar en una historia que hasta ahora no le daba ningún rol.

Ese es el terreno fértil donde medran asesores, gurúes, estrategos y otros entornistas que hacen fortuna merced a la ilusión de los candidatos. Estos profesionales de las quimeras aplican recetas aprendidas en países con voto voluntario, donde es decisivo el swinging vote, una rareza por estas costas.

 

La manía de la lista única

El oficialismo justifica la necesidad de que haya una lista única a presidente y vice en la confianza de que eso permite disfrazar la fuerza de las coaliciones por sobre los individuos.

El argumento para que se imponga esa lista única desde arriba es evitar que cuando se conozcan los resultados de las PASO, el público quede prendado del ranking de los más votados. Diríase (según la mayoría de las encuestas): 1° Larreta o Bullrich, 2° Bullrich o Larreta, 3° Milei, 4° el candidato del peronismo.

Este cuadro es una pesadilla para quienes creen, en el oficialismo, que el público se deja llevar por esas imágenes del día después, que va a jugar a ganador, y va a concentrar los apoyos en quienes aparezcan en primer orden.

Como si un votante del peronismo fuera a abandonar sus convicciones y apoyar a Larreta-Bullrich-Larreta. No existe tal sujeto electoral. ¿Acaso en 2015 en la grilla de las PASO el primer lugar no fue para Scioli, que en la general perdió frente a Macri?

En la oposición, el argumento del macrismo para anotar a Patricia acompañada por Luis Petri fue que este exdiputado aportaba un ingrediente de «novedad» al ticket. Como si las elecciones fueran un desfile de modas de temporada y el público se moviera por emociones de cambio.

Por la misma intención de dar una sorpresa, Larreta y Morales demoraron hasta el final la decisión sobre la fórmula. En la política social del mercado hay mucho de casting, hasta con artistas de variedades para animar las listas.

 

Las trampas de la fe

Si las elecciones fueran un negocio de candidatos, Julio Cobos hubiera sido elegido presidente en 2011 y Sergio Massa en 2015. Los dos encabezaban, en el año previo a esos dos turnos, las encuestas de imagen y de intención de voto.

Cobos ni pudo entrar en las PASO de 2011 (el debut del sistema pergeñado por los Kirchner en 2010) y Sergio no entró ni el ballotage de 2015.

Cuando se conozcan los resultados y las encuestas vuelvan a chocar como lo han hecho en todo el mundo, será tarde. Muchos se declararán engañados por sus asesores y por la realidad.

El testimonio de Macri al conocer el resultado de las PASO de 2019 es valioso: «Locura. Día lunes. Anoche estaba listo para salir al escenario a dar un discurso de esperanza y optimismo y llegó la catástrofe más grande que vi en mi vida. No entiendo nada, nada, nada. Estoy destrozado». («Primer tiempo», pág. 247, Pablo Avelluto, gran pluma).

Les había creído a las encuestas, como después le pasó a Jair Bolsonaro, a Donald Trump, y siguen los testimonios. La lección: en política no hay que tomar decisiones exclusivamente sobre los datos de las encuestas, un jugador invisible, sinuoso y difícil de contradecir desde la razón y la experiencia; como el virus Covid, el enemigo sin rostro que paralizó al universo durante un año. Y que, como vino, se fue.

 

Candidatos por delegación

Porque las elecciones son un negocio de colectividades políticas, es posible que el poder se desdoble de quien lo ejerce de manera formal. La Argentina tiene el ejemplo de 2019, cuando el peronismo puso de candidato, y ganó, a Alberto Fernández.

Un presidente «puesto», no construido desde abajo sino señalado desde arriba y sin debate de las bases. La señal era, como con Cámpora-Perón en 1973, que Cristina de Kirchner ejercería el comando de las acciones de este presidente por delegación. No le funcionó al país, ni a ella ni a Alberto.

Ahora el armado supone que el peronismo perderá las elecciones, según la afirmación de la vicepresidenta.

Las dos razas de Cambiemos

En la oposición Bullrich aparece como vicaria del proyecto de Macri, que la impuso como presidente del PRO y como candidata. Visto el caso con crudeza, el aspira a ejercer un comando a distancia de un eventual gobierno de Cambiemos. Ella dice y dirá que no acepta indicaciones. Pero está donde está por mediación de Macri, tal como Alberto ha gobernado por mediación de Cristina.

En la oposición hay dos razas en la confrontación de las PASO. La orgánica de la política la representa la alianza de Larreta con los radicales de Gerardo Morales – jefe del único partido que ejerce el debate entre sus militantes en convenciones, peñas y tertulias – y con la Coalición de Elisa Carrió.

Nadie podrá negar que no ha habido debate al menos en los partidos de la fórmula. El PRO intentó alguna unidad entre Larreta y Bullrich hasta el miércoles, cuando la candidata anunció que nombraba a Petri como vice. Este radical no representa a ningún sector gravitante del partido, aunque nadie le cuestiona los pergaminos. Pero cerró cualquier camino a un entendimiento con Larreta-Morales.

Consta que hasta ese momento hubo esfuerzos para unificar posiciones antes del cierre de este sábado. ¿Hubo un encuentro de Macri y Larreta en sus oficinas el jueves por la mañana? Horacio – o un socias – parecía hacer tiempo en un café frente a las oficinas de Mauricio en Acassuso. “Sólo sé que hablaron por teléfono”, llegó a admitir un testigo de esas conversaciones. La historia juzgará, cuando se conozcan los resultados, si las decisiones fueron acertadas.

Después del cierre de este sábado, la política deja de ser un negocio de dirigentes y pasa a ser un negocio de urnas. Manda el voto, tan escurridizo como aquella pantera con la que el Dante representaba la fluidez inmanejable del habla popular.

Los candidatos intentan capturar el voto aplicando “un método más racional para sorprender y hacer caer con mañas más certeras en la red a esta fiera, que se siente por todas partes y por ninguna aparece” («De vulgari elocuentiae”, XVI). Esa fiera es el voto.

Tengo un amigo radical

La decisión de Petri divide el tablero radical, porque Maxi Abad pasó a ser candidato a senador nacional. Es el cargo que se presumía que iba a disputar Emilio Monzó. Lo cede para que el radicalismo de Buenos Aires tenga un lugar en la cabeza de las listas y no quede a merced del ala Morales-Posse.

El activo principal de Abad es la extensión territorial de su fuerza. Su nombre compensa la densidad extensiva de Larreta-Morales en Buenos Aires. Cuenta con el candidato Diego Santilli y compromisos con caciques comarcales, como Gustavo Posse en San Isidro y zona de influencia, Diego Valenzuela en Tres de Febrero.

Guillermo Montenegro, alcalde de General Pueyrredón – el segundo distrito de la provincia en cantidad de votantes, después de La Matanza – comparte el poder con Abad. El intendente llevará las dos boletas: Larreta y Bullrich.

 

Otra mendocinada, como en 2007

La elección de Petri evoca una mendocinada memorable. La que pergeñó el llorado Juan Carlos Mazzón para Néstor Kirchner en 2007 con los mismos protagonistas de hoy, Cobos y Alfredo Cornejo.

Partieron el radicalismo ofreciendo la vicepresidencia a Cobos para sostener la chance de Cristina de Kirchner de suceder a Néstor. Él estaba convencido de que no podía reelegir, y que sólo ampliando el espacio hacia estructuras preexistentes el peronismo tenía chance de mantenerse en el poder.

Había usado la plataforma preexistente del duhaldismo para ser presidente. Cristina podía sumar a un sector del radicalismo.

A la UCR le sirvió para que Cobos fuera vicepresidente, pero, con un costo alto: perdió la gobernación de Mendoza. El «Chueco» había hecho un armado del radicalismo convergente de Cobos, con Cornejo de estratega, y peronistas, conservadores y otras formaciones, para que el poder local quedase en manos de Celso Jaque.

Nadie creyó que éste ganaría. Ni él mismo, que se pellizcaba repitiendo no puedo creer que haya ganado. Terminó mal. Cobos quebró el pacto al voltear la 125 en 2008, que además la llevó a Cristina a querer renunciar empujada por Néstor. La frenaron entre Lula, el rey de España y Felipe González, a los telefonazos.

 

Efecto Morales sobre Patricia

La elección de Petri es una concurrencia de voluntades. Halaga a Patricia y no la desperfila, según sus consejeros. Petri representa el punitivismo que sostiene ese ala de Cambiemos. Ha trabajado en temas de seguridad y compensa el desafío que significó para Patricia la escalada de prestigio de Morales en Jujuy.

Su reacción ante los incidentes con activistas callejeros le levantó las adhesiones en las primeras encuestas del día a día. También halaga a Macri, que pasa por un momento de anti-radicalismo extremo. Petri es un radical sin olor a radicalismo.

Abad era la alternativa, pero le calificaron a la baja en algún coloquio sobre economía que tuvo con el núcleo de asesores. Muy socialdemócrata. Petri también lo es, pero tiñe menos a la candidata.

El PRO ha preferido a este radical que es minoría en su distrito y que viene de perder la interna, un radical libre que no se referencia en el loustosismo ni en el moralismo de Larreta. Lo más antipolítico que se imagine.

 

La secta del coraje y del cuchillo

Hay dos historias que buscan instalarse como explicación de esta candidatura. Una afirma que fue una decisión autónoma del bunker de Patricia, sobre la base de la afinidad en «la secta del coraje y del cuchillo» (diría Georgie) y que Cornejo, adversario circunstancial de Petri, se enteró por los medios.

La otra historia afirma que Cornejo se comprometió ante Petri a negociar alguna dignidad superior a la de diputado nacional, a cambio de su apoyo en las elecciones a gobernador de Mendoza.

En las PASO provinciales, Petri hizo una muy buena elección ante Cornejo. El senador salió primero con 25,9% de los votos, segundo quedó el challenger Omar de Marchi (20,8%) y tercero estuvo Petri con 16%.

¿Se benefició Petri de un viento anti-Cornejo? ¿Qué pasaría en las elecciones a gobernador de setiembre próximo si Petri no se movilizase en respaldo de Cornejo? Primó seguramente la fuerza de Alfredo para sostener el piso de la PASO y anular la convergencia del anti-cornejismo para apoyarlo a De Marchi (radicales anti-Cornejo, peronistas, conservadores, lilitos, libertarios, etc.).

Cornejo prometió a los dos candidatos ser imparcial, aunque se identifica más con Bullrich en el llamado Grupo Vasco Viejo (antes Malbec). ¿Acaso le puso el vice a Patricia, en beneficio propio y en el de ella, y para pagar ese apoyo de Petri en las elecciones de setiembre? Esta trama lo muestra a Cornejo arriesgando sus posiciones: pone a todos sus enemigos delante en lugar de dividirlos.

 

*EC/NA