7 febrero, 2022
Por Ignacio Zuleta
Lo explicó Mario Negri con la simpleza socarrona de quien ha visto las mil y una crisis, que son más que las mil y una noches: en estas situaciones es cuando entendés con qué harina has hecho el pan (reunión del bloque del jueves). El estallido de la alianza 2019 del Frente de Todos implica la salida de los Kirchner del gobierno. Si tu mujer te pidió durante 10 años un gato y le compraste un perro, no te quejes: lo hiciste para que se fuera. Fin de la aventura.
Esta crisis tiene el mismo formato de otras del pasado. Ocurre cuando la Casa de Gobierno ya no puede hacer levantar las manos en el Congreso para sus proyectos.
El Congreso es la cabeza por donde se pudren los procesos. Le ocurrió al peronismo de Menem en 1989/90, cuando le brotó el Grupo de los 8 como respuesta a los indultos a los militares. Parecía poco, pero en 1994 el Frente Grande sacó 2 millones de votos, tercera fuerza. En las presidenciales de 1995, 5 millones, segunda fuerza. Y en 1997 y 1999 ganaban las legislativas y las presidenciales aliados al radicalismo.
Esta vez el gobierno de los Fernández clarifica la división de origen que había suspendido en 2019 para ganarle, unidos, las elecciones a Cambiemos. No les duró. Para los Kirchner -Cristina, de quien Maxi es vocero y vicario- es una capitulación después de un despeñadero de derrotas. Perdieron en 2015 y en 2017. Cristina no pudo ser candidata presidente en 2019, y fueron derrotados en Buenos Aires, santuario del cristinismo en 2021.
Este portazo es una oportunidad final de Alberto de encarnar una versión del peronismo que se concilie con el proyecto de 2019 de abrazarse a los gobernadores de su partido. La intoxicación que derrama la prensa militante de uno y otro lado hace difícil entender los hechos con claridad (para eso existe la prensa militante).
Exageran sobre el personaje quienes buscan en la persona de Maxi una ciencia y una conciencia propia que explica su renuncia, que es inescindible de todo lo que ha hecho en esta trama su madre, desde antes de asumir la banca de senadora.
Tampoco quienes le atribuyen un conocimiento de las negociaciones como si supiera algo que los demás no saben, o que sus actos siguen una estrategia basada en secretos y alguna sorpresa para construir algo. Creer que fue una rabieta o un arranque temperamental es creer que la construcción del peronismo depende de la psicología de sus personajes. Un insulto a la inteligencia.
La audacia de exasperarla a Cristina para que se vaya arriesga la unidad, clave del éxito electoral de 2019. Pero unidos así, el cristinismo lleva al conjunto a una derrota.
La salida del bloque es un gesto destructivo en un gobierno que abre puertas para que se le vaya gente, que está haciendo cola para saltar hacia afuera. Responde al escenario de derrota que abrió el resultado del 22-N, donde el peronismo perdió 5 millones de votos y la adhesión en los distritos más importantes del país.
Ocurre en un partido debilitado por el uso del dedo para asignar bancas. Ese Frente de Todos, en el debut de la nueva legislatura, dejó al gobierno sin presupuesto 2022. Fue la antesala de este estallido, que demostró la incapacidad de Maxi de asegurarle apoyo legislativo en el presupuesto. En un régimen parlamentario, el rechazo del presupuesto hubiera implicado la caída del gobierno y un llamado a nuevas elecciones. La renuncia de los Kirchner a la trifecta presidencial remeda ese hábito de los regímenes parlamentarios.
La debilidad del peronismo legislativo se probó también en el trámite de sucesión para la jefatura del bloque. La bancada tiene 118 diputados. Ninguno fue llamado a votar por el nuevo presidente. El oficialismo resolvió el reemplazo de Maxi en una ronda de whatsapp entre Alberto, Massa y algún referente a la oposición que nadie querrá saber quién fue, porque se logró un consenso con los adversarios que no existía hacia adentro del oficialismo.
Tampoco fue consultado ningún gobernador, ni siquiera Sergio Uñac, cuando desde el Congreso se filtró la posibilidad de que José Luis Gioja volviese a presidir el bloque. Uñac desplazó a Gioja del escenario sanjuanino y hubiera sido un agravio que lo repusiesen en el bloque, después de ser el representante del cristinismo en la banca y en la presidencia del PJ.
«Si tienen que traer a los que estuvieron antes, mejor que nos vayamos los que vinimos después», dice una sentencia andina que llegó a Olivos. Contra ejemplo: En el bloque opositor de la UCR el cargo de presidente se viene de votar, y los 33 lo ungieron a Negri. Quienes estaban en desacuerdo se separaron del bloque. Pero como como cada legislador de esa franja ganó su banca de abajo hacia arriba, nadie puede hacer uso ni abuso del dedo. Es lo que le da fuerza a la oposición que, teniendo muchos menos legisladores, le ganó al peronismo la pulseada del presupuesto.
Este divorcio en la cúpula pondrá a prueba a Alberto como emblema de un peronismo distinto. La oportunidad es recomponer su agenda con el acercamiento a los mandatarios principales del partido que, en punto a ideas y métodos, están más cerca de él que de Cristina. Alberto, Massa y Cristina juntos han expresado al peronismo del AMBA, hoy más trizado que nunca, que ha confrontado históricamente con el peronismo federal.
La ronda de whatsapp para decidir el nombre del santafesino Germán Martínez implicó un consenso con la oposición para nombrar a un representante de Massa, desde ahora el hombre fuerte de la «perfecta» presidencial -así se llama a la apuesta que busca acertar el primero y el segundo en el turf; le sigue la «trifecta»: acertar los tres primeros -.
De su chat se difundió el parte de guerra final: “Se ha roto el diálogo entre Alberto y Máximo”. No dijo nada sobre dónde quedaba parado él. En esa ronda de consultas lamentaron que ya no estuviera en la cámara Pablo Yedlin, ahora senador y uno de los legisladores de mayor consenso cuando era diputado. Es el delfín de Juan Manzur e hizo destrezas de acuerdismo con la oposición en el debate de, entre otras, la ley de vacunas, cuando arrancó la peste.
El otro nombre que se discutió fue el del entrerriano Marcelo Casaretto – hombre del massismo en Presupuesto y Hacienda. Pero los tantos se los llevó este Martínez, lunga manu de Agustín Rossi, que está en puerta para ser jefe de gabinete según las patrañas que filtra Olivos como globos de prueba.
Si Cristina fue quien en realidad lo puso a Manzur en el cargo – ella se lo atribuyó, seguramente para adelantarse a una decisión anterior de Alberto- el portazo de la vicepresidente debe arrastrar al tucumano de nuevo a su gobernación.
Germán Martínez tiene la indicación de mantener un bloque unido con representantes del cristinismo en la mesa de conducción. Hasta este fin de semana lo había asegurado en la persona de Paula Penacca, secretaria de la bancada.
La semana que viene se hará la primera reunión con bloques de la oposición para resolver los cargos en las comisiones legislativas. Sin comisiones no hay extraordinarias, y la demora que produce la crisis en el bloque va en línea con el interés en demorar el comienzo de las sesiones hasta que amaine el Covid, más contagioso que nunca.
El portazo produce efectos hirientes sobre los que se van. Tenerla, por ejemplo, a Cristina amordazada al cargo del poder Ejecutivo, sin otra posibilidad de expresarse que la renuncia del hijo. A Alberto le quedan dos años de mandato.También a ella de Vicepresidente y no hay encuesta que no vaticine un triunfo de la oposición de Cambiemos en 2023.
Reapareció Elisa Carrió en el escenario con un desafío. Dijo: «No me dejaron ser diputada por la Provincia». Es un anuncio de su candidatura a senadora nacional por Buenos Aires en 2023. ¿Se animará Cristina a un mano a mano? También Maxi termina su banca. ¿Se animará a renovarla, después de encabezar la lista en 2019?
Este fin de semana el intendente Fernando Gray no daba abasto para atender los llamados. El alcalde de Esteban Echeverría confrontó con el cristinismo por el cargo de presidente del partido. Llevó la pelea hasta la justicia. Ahora ve el cadáver de su enemigo pasar frente a su casa.
En marzo el PJ de Buenos Aires debe renovar los cargos de presidente de distrito. Gray recibió a dirigentes de la CGT (Acuña), conversó con dos ministros de Alberto (Katopodis, Ferraresi) y lo comprometen varios intendentes a renovar la pelea contra Máximo. Nadie daba mucho por él hasta esta semana. Hoy es el político de la hora.
Los gestos de la vicepresidente se parecen más a un retiro que a un descanso hasta retomar fuerzas. Nadie se da de baja si quiere seguir dando pelea. Menos aun cuando se echa al monte para hacer guerrillas contra el ejército formal. ¿Con qué autoridad juzgaría a quienes les dejó solos con la bicha en la mano? Había que pelearla adentro, le responderán. Pierde autoridad política y es minoría.
Está obligada a diferenciarse del destino de otros insurgentes históricos. Oscar Alende, que vino a hacer la revolución, fue a elecciones en 1983 con fondos (US$100 mil) que le acercó Fidel Castro -revolucionario si los hubo- por intermediación de «Copete» Rabanaque Caballero, legendario intransigente. Y terminó sus días como diputado de Eduardo Duhalde. La política es el arte y la ciencia de lo posible, en donde casi casi siempre todo sale mal. Eso la convierte en el arte y ciencia de irla llevando.
La recomposición del peronismo, que ha demostrado una vez más que tiene una crisis de liderazgo, de agenda y de territorios -que los ha perdido – llama también a una recomposición de la oposición. En última instancia son, cada cual, momentos de una estructura compleja pero solidaria. Cada oficialismo configura a su oposición y cada oposición resignifica a su oficialismo.
En estas horas están los radicales de debate en Paraná, adonde concurrieron los gobernadores del radicalismo, los jefes legislativos, y miles de militantes de la nueva generación partidaria. Es la primera cumbre nacional de la conducción de Gerardo Morales, pensada primero como un campamento juvenil y que termina en una concentración de un partido se mueve con entusiasmo ganador.
Para la paz en el ala legislativa de Cambiemos es imprescindible remontar las inquinas internas entre radicales, que lo tienen a Horacio Rodríguez Larreta en el medio. Es el socio en la CABA de Lousteau y el nosiglismo, y ese acuerdo irradia a distritos en donde éstos están en minoría.
Perdieron la pulseada por la conducción del partido y hay distritos como Santa Fe en donde el PRO jugó con Lousteau y perdió posiciones. Santa Fe, tercer distrito en cantidad de votos, tuvo un PRO estelar, desde Marcelo Muniagurria – uno de los fundadores de la marca en esa provincia – a Miguel del Sel, que protagonizó dos elecciones en las que estuvo muy cerca de ganar. Es otro distrito en donde Larreta tiene recomponer destrozos. Tiene a dirigentes como Luciano Laspina, principal espada en materia económica en el Congreso, o Álvaro González, la sombra política del jefe porteño.
*EC/NA