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30 agosto, 2022

Energía: porqué se paró el furor de los desarrollos eólicos en el país

Energía: porqué se paró el furor de los desarrollos eólicos en el país

Dentro del potencial de las energías renovables en el país, la eólica es la que más expectativas despierta, pero las restricciones a las importaciones y el alto costo del financiamiento le ponen un freno a su desarrollo

La ecuación es perversa: el enorme potencial de la Argentina en materia de recursos energéticos se equilibra y en parte se anula frente a un desorden macroeconómico que espanta las inversiones. Despejar la equis de esta relación, romper ese vínculo, exige acuerdos políticos y el trazado de una hoja de ruta que genere certidumbre.

Por Gustavo García*

Los expertos coinciden en destacar que del abanico de energías renovables que dispone el país para su explotación, la eólica es la que mayor proyección tiene a futuro. Su desarrollo, otra vez, se vuelve pedregoso en un escenario de restricción a las importaciones y frente a un puñado de medidas que ahuyenta al capital.

Pese a todo, el sector de la energía eólica ha experimentado una evolución palpable en los últimos años. Si se vuelve la mirada atrás surge un mojón que claramente demarca el camino: la ley 27191 que fomenta el uso de las energías renovables significó un antes y un después en el crecimiento del rubro.

«La Argentina empezó a desarrollarse en el año 90 con el primer parque eólico, y hasta 2016 se habían instalado solamente 226 MW. A partir de la ley 27191 empezó a crecer de manera considerable», explica Héctor Pagani, presidente de la Asociación Argentina de Energía Eólica (AAEE). En ese sentido, la norma dio un marco legal y ofreció nuevos incentivos. Para darse una idea del peso de la energía eólica, la matriz energética argentina es de 42.871 MW, de los cuales 5000 MW corresponden a renovables y de ellos 3291 MW son producidos por aerogeneradores. La ley dice que al 2025 el 20% de la energía tiene que provenir de fuentes renovables. Hoy se está en alrededor del 13% y dentro de este porcentaje la energía eólica juega un rol fundamental.

El mapa tiene trazos finos y gruesos. Según datos de la Cámara Eólica Argentina (CEA), existen un total de 57 parques en el país, con una fuerte preponderancia de las provincias de Chubut y Buenos Aires en la producción de energía. La primera cuenta con 365 aerogeneradores, mientras que la segunda lleva instalados un total de 334. Luego le siguen Santa Cruz (91), La Rioja (62), Córdoba (36), Río Negro y Neuquén (29), La Pampa (11) y Santiago del Estero (4).

Durante 2021 se generaron a partir de la energía eólica 12.915,8 gigawatts hora (GWh), el equivalente a abastecer más de 2,7 millones de hogares. Este año el ahorro por el crecimiento de este rubro sería de u$s 3250 millones, según estiman en la CEA.

Junto al marco legal que potenció la producción de la energía eólica se destaca la creación del Plan RenovAr, mediante el cual se llevaron adelante las licitaciones vinculadas a la explotación de las energías renovables. Pagani señala que un punto clave del nuevo marco fue bajar el costo de la producción energética: «En el 2013 cada MW de potencia instalada estaba en los u$s 2 millones en nuestro país, y el costo de la energía andaba en los u$s 120 el MWh. A partir de estas licitaciones la potencia instalada estuvo en u$s 1,4 millones y el costo de la energía cayó a u$s 50 el MWh».

La política de desarrollo de la energía eólica se engarza en un plan más amplio diseñado por el Gobierno y que ha sido bautizado como Cluster Renovable Nacional. Este implica la construcción de parques de generación en todas sus variantes, con la activa participación de las provincias.

Los números sirven para terminar de comprender la naturaleza económica del fenómeno. A partir de este Cluster Renovable se buscará producir 750 MW de renovables en los próximos dos años y 300 MW anuales hacia 2024. Esta dinámica permitirá ahorrar divisas por u$s 130 millones. La inversión requerida para la construcción de los parques se estima en u$s 1000 millones y favorecería la creación de 2250 empleos directos y más de 4000 indirectos, además de impactar en 250 pymes que conformarán su cadena de valor.

«Uno de los principales desafíos a los que se enfrenta el sector renovable es el acceso al financiamiento. La industria eólica requiere de grandes inversiones iniciales que son recuperadas una vez que el proyecto entra en operación, por eso es necesario un financiamiento competitivo que permita proyecciones a largo plazo. Mantener la seguridad jurídica es un factor fundamental dado que los proyectos que se planifican a 20 o 25 años, no pueden estar sujetos a cambios que generen un clima de no inversión», dice Gustavo Castagnino, director de Asuntos Públicos de Genneia, principal compañía de generación eólica del país.

 

La macro

El panorama energético de la Argentina sería promisorio, en producción eólica como en el resto de las renovables, si no fuera porque el desorden macroeconómico pone en jaque cualquier tipo de proyecto e inversión. Aquí es donde entra a jugar la letra chica, donde la teoría y la práctica se disocian.

«El potencial de la energía eólica en un país con una geografía como la argentina, tanto en el territorio continental como en el mar, es infinito. El recurso viento que se tiene en todo el país, especialmente en la Patagonia, pero también en muchos otros lugares, es muy grande», define el ingeniero Jorge Lapeña, exsecretario de Energía de la Nación y titular del Instituto Argentino de la Energía General Mosconi (Iaegm).

Pero aclara: «Tener un potencial no indica que se pueda desarrollar. Hay que desarrollarlo en forma económica y competitiva. Si se tiene un viento importantísimo pero está muy lejos de los lugares donde se consume la energía, habrá un costo que no es competitivo. Habría que hacer una evaluación de esos recursos, cuáles son estrictamente competitivos».

A manera de resumen, Lapeña sostiene que hay que balancear las dos cosas. Por un lado, el potencial es infinito y tal vez sea uno de los más importantes de la Tierra. Por el otro, las posibilidades de llevarlo a cabo en este momento son bajas. ¿Por qué? Porque para hacer un parque eólico se necesitan capitales. Los capitales son en este momento reacios a venir al país.

El problema para el desarrollo de la energía eólica no reside solamente en los escollos de la economía actual. Existe también un impacto proveniente de lo que no se hizo durante mucho tiempo. «A estas dificultades de orden estrictamente económico hay que sumarle un problema físico, que tiene que ver con el transporte. Argentina hace 25 años que no invierte en su red troncal de energía, con lo cual en la actualidad no existe capacidad para transportar el recurso energético», señala Alejandro Einstoss, consultor energético y docente de la UBA.

Según explica, la energía eólica tiene un gran potencial pero no está construida la infraestructura para transportarla. Entonces, hay que evaluar la situación y tal vez se deban dar de baja algunos proyectos que están estancados para que ingresen otros y prosperen. «Por otra parte, tenemos un Estado sin recursos para encarar obras de infraestructura como ocurrió en el pasado. Así que habría que decir que como condición necesaria para que la energía eólica se desarrolle con capitales privados hay que contar con una macro estable, pero eso no es suficiente. La incertidumbre es un veneno para las inversiones», agrega.

A favor cuenta que el sector demostró ya tener el gatillo sensible. «El de la energía eólica es un rubro muy dinámico. A partir de la ejecución del Plan Renovar la Argentina pasó de tener un 2% de energía eólica a un 16%. Pero ahora se llegó a un techo por este problema de no contar con infraestructura de transporte. El sector tiene un potencial enorme, pero hay que ordenar la macroeconomía y romper ese cuello de botella de la infraestructura. Si se logra, la cosa reacciona rápido».

 

Cuesta arriba

El de la energía eólica es un sector netamente importador. Casi todos los equipos que se utilizan en los parques son fabricados por firmas internacionales allende las fronteras. En la Argentina existen dos compañías que elaboran aerogeneradores (NRG Patagonia e Impsa), y dos empresas que construyen las torres: Metalúrgica Calviño y la sociedad hispano argentina Haizea SICA.

«El rubro está completamente parado. La última licitación que se hizo fue a mediados del 2019, durante el Gobierno de Macri, y esta gente nunca hizo una licitación. Nunca hicieron nada, al contrario. Estuvimos exportando a Estados Unidos torres eólicas, incluso a pérdida. Para colmo no había continuidad en los proyectos. Es decir, entre un proyecto y otro había un vacío enorme. El año pasado estuvimos parados cuatro meses, pagándoles los sueldos a los empleados. Se perdieron casi u$s 2 millones, sin producir nada. La situación en el país está muy complicada», enfatiza Jorge Simonutti, presidente de SICA, la pata argentina de la sociedad.

La compañía está ubicada en la localidad de Esperanza, provincia de Santa Fe, y emplea a 170 personas. Simonutti hace una radiografía preocupante: «Tenemos dos o tres proyectos firmados para la Argentina, después de cuatro años, y resulta que no puedo importar nada. Y todo lo que va en las torres con cosas importadas».

Y añade: «Entonces tengo que andar pidiendo limosna, que nos consigan una reunión con algún funcionario para poder importar. Hay pocos dólares para algunos. Los políticos están agarrando un camino muy equivocado. En lugar de apoyar a la industria hacen cosas que no corresponden y uno acá con tanta gente a cargo, familias a cargo, teniendo trabajo no lo podemos hacer porque todo el material es importado. No abren ni un poco la canilla para importar».

El empresario narra las maniobras que debe realizar para que su plantilla de operarios sea productiva y, sobre todo, para evitar despidos: «En estos momentos de los 170 empleados que tenemos, hay 17 que están en Bilbao, España, trabajando en una fábrica de Hayzea de torres off shore. Y yo tengo ocupadas otras 30 personas en la elaboración de equipos petroleros. Y a la gente que no podemos darle trabajo, le tengo que pagar el sueldo igual. Todo esto es desastroso».

Aunque el sector ha logrado bajar el costo de producción de la energía, tiene como materia pendiente ganar en participación nacional y que esa dinámica se traduzca en mayor empleo local. Pagani, de la AEE, resalta que todo lo que se vino haciendo hasta ahora tuvo muy poco componente nacional declarado.

 

Falta impulso

En la Argentina, que apenas ha dado sus primeros pasos en el terreno de la energía eólica, el debate aún es incipiente. Los países desarrollados en la materia hace tiempo ya que, en su afán por liberar territorio y mitigar la contaminación auditiva, mudaron los aerogeneradores mar adentro. Allí también el potencial es enorme.

Según datos del Consejo Mundial de la Energía Eólica, el 2021 fue el mejor año de la industria eólica marina en toda su historia al establecer un nuevo récord mundial de 21,1 GW de potencia instalada en las aguas. El caso ejemplar es el de Dinamarca, donde el 57% de la energía proviene de los vientos, y ha propuesto ante la crisis energética derivada de la invasión rusa a Ucrania la creación de islas de energía en los mares europeos.

La pregunta es si la Argentina debería también extender el desarrollo de los parques eólicos sobre su litoral marítimo. «No en este momento, y explico la razón: nosotros en los parques onshore, es decir en tierra, tenemos un potencial eólico de 2000 GW. La potencia eólica mundial instalada en el 2021 fue de 839 gigawatts. Quiere decir que nosotros tenemos 2,38 veces la potencia instalada en el mundo. Y estamos utilizando menos del 1%», explica Pagani.

«Otro punto a considerar son los costos: en un parque eólico terrestre en el 2020 el costo por cada MW de potencia instalada estaba en u$s 1,5 millones a nivel mundial. Y uno marino estaba en u$s 3,8 millones», dice.

Despejada esta incógnita, surge a futuro la posibilidad de añadirle un eslabón más a la cadena de las energías renovables: la producción de hidrógeno verde a partir de la generación de electricidad por matriz eólica. «El hidrógeno verde es una energía que va a marcar la economía mundial que va hacia la descarbonización, obligado por el cambio climático. Chubut se puede transformar en un hub patagónico para el hidrógeno, afirma Ismael Retuerto, director de Enat SA, una compañía con sede en Comodoro Rivadavia que fabrica aerogeneradores y lleva adelante tareas de medición para detectar los mejores corredores de viento adonde construir parques eólicos.

Según Retuerto, en el 70% del territorio argentino es factible la producción de energía eólica, en diversas escalas. Hay buenos vientos en la costa bonaerense, el sur de Córdoba y Santa Fe, San Luis y Neuquén.

El modelo de negocios del binomio energía eólica-hidrógeno verde resulta atractivo para la Argentina por diversos motivos: su potencial generador de divisas en un mercado internacional con una tendencia creciente hacia el consumo de energías renovables y limpias.

Retuerto agrega un dato que no es menor para una economía cuyo principal motor es el sector agropecuario: «La energía eólica convive con la actividad agropecuaria. No es necesario que la gente venda sus campos. Siempre aconsejamos que firmen acuerdos de largo plazo, sin vender la tierra. Son actividades perfectamente compatibles».

El largo plazo es prometedor, pero lo que queda a tiro de piedra conlleva el desafío urgente de ordenar la macroeconomía y lubricar la planificación. «La Argentina tiene que insertar las energías renovables en el marco de un plan. Tiene que ser inteligente y balizar el camino. Se debe identificar la matriz energética que nos resulta más viable y menos costosa y determinar qué proporción de hidrocarburos necesitamos, cuánto de energía solar, cuánto de energía eólica. Esa debería ser la política a desarrollar en los años venideros», especifica Einstoss.

O, como bien dice Lapeña: «El recurso eólico es una de las piezas fundamentales de la transición energética. El proceso en el cual el mundo está empeñado, que busca eliminar la producción de gases de efecto invernadero, se apoya en una energía eléctrica no generada ni con petróleo ni con carbón ni con gas. Para que esto ocurra hay que tener una economía nacional saneada y una economía energética que funcione bien. Y esto es lo que no tiene la Argentina en este momento»

 

*EC