22 marzo, 2021
Por Walter Brown
La lectura de las estadísticas económicas muestran a una Argentina dividida en dos realidades. Y es que tras cumplirse el primer aniversario de la llegada del coronavirus al país, comenzarán a sucederse algunos guarismos positivos que ya asoman, por ejemplo, en la producción industrial. Claro está, un año atrás el Gobierno bajó la cortina y arrancó una cuarentena estricta que paralizó la actividad, por lo que cualquier comparación interanual será favorable a partir de que se conozcan los primeros datos de este mes.
Aún así habrá una dura excepción, la que ofrecerá el Índice de Precios al Consumidor, que según las consultoras privadas proyecta repetir un crecimiento cercano al 4% mensual. Una estimación que se confirma a partir de la evolución de los precios mayoristas de febrero, cuya suba de 6,1% se trasladará en gran parte a los minoristas, y del impacto que tendrá en la cadena logística el incremento de los combustibles que se repetirá, al menos, los próximos dos meses.
Lo que seguirá a partir de ese momento tiene un gran signo de interrogación. No por la acción previsible sino por su resultado. El manual de la política en tiempos de elecciones y la experiencia reciente indica que el Gobierno reforzará la presión sobre el tipo de cambio, precios y tarifas para que la inflación no supere el 2% mensual, nivel en el que se mantuvo entre abril y julio del año pasado, en el período más crudo de la cuarentena.
Forzar el freno al ritmo de devaluación, revisar los números de las empresas, reforzar controles y acotar suba de tarifas es el camino que esta gestión decidió transitar para evitar que la corrida de precios arrase con la meta inflacionaria del 29% anual prevista en el Presupuesto 2021 y, con ello, alimente un malhumor social que ponga en jaque sus ambiciones en las urnas. Con cerca de un 12% acumulado solo en el primer trimestre y una presión tributaria creciente que empuja a los precios, el escenario de intervencionismo y restricciones fuertes asoma en el horizonte.
Pero el costo de esa acción puede ser muy alto en el estado actual en el que se encuentra la economía nacional. Y más aún si la vacunación se demora a tal punto que la segunda ola de coronavirus, que ya golpea en la región y se prevé que llegue al país dentro de un mes, alcance a los argentinos desprotegidos. La alternativa a la vacuna es la cuarentena y volver a atravesar por ese sendero tras el derrumbe de 2020 podría significar un camino sin retorno para el país.
Aún con el capítulo de la deuda abierto y sin fuentes de financiamiento externo, los dólares de la soja alcanzarán para sostener la política monetaria hasta el paso por las urnas, aunque a medida que la dolarización preelectoral se acelere y crezca la necesidad de mayores subsidios para acotar la suba de tarifas, el escenario será más complejo y forzará a incrementar el ritmo de emisión, con las consecuencias negativas que ello puede acarrear a la hora de contener a los precios.
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