17 junio, 2020
ALBERTO OLMOS, ESCRITOR Y CRÍTICO
Dice el escritor Alberto Olmos (Segovia, 1975) que, si no fuese tan tímido, se vería haciendo monólogos subido a un escenario. Es que sus artículos, al fin y al cabo, son comedia ‘stand up’, pero plasmados en dos o tres páginas llenas de mordientes y muy disfrutables textos. Cuenta que el mundillo literario editorial tiene mucho de pose, que dentro de la industria casi nadie lee, pero cuando parece que va a caer en el descreimiento absoluto acaba hablando de tal o cual libro ignorado por los grandes suplementos, de un autor desconocido, con un entusiasmo que lo delata.
Por eso empezó su andadura en la prensa como crítico literario. Luego ha pasado a criticarlo todo, desde la baja por paternidad hasta los bares fachos y, sobre todo, a la nueva izquierda identitaria «de pijos y veganos».
Al colaborador de El Confidencial, no le pesa aquel episodio en el que Bolaño le ganó el Premio Herralde allá por 1998, pero no entiende por qué al escritor del jersey de bolitas lo han aupado a la categoría de genio.
Tampoco entiende por qué triunfar en vida en la literatura tiene poco que ver con lo escrito. Ahora, muchas de estas reflexiones llegan recopiladas en ‘Cuando el Vips era la mejor librería de la ciudad’ (Círculo de Tiza), una colección de artículos tan divertidos como perspicaces, ejemplo de la pluma vitriólica del autor de ‘A bordo del naufragio’ (Anagrama, 1998), ‘Trenes hacia Tokio’ (Lengua de Trapo, 2006) y ‘Alabanza’ (Random House, 2014), entre otros.
P:- ¿Qué sentido tiene hoy, cuando todo está a la distancia de un ‘click’ y cuando la actualidad es más perecedera, si cabe, publicar un libro de recopilación de tus artículos?
AO: -Cuando están en un libro parece que tiene otro cuerpo, otra importancia. Los artículos que yo hago, en el fondo de mi cabeza, siempre están escritos con esta intención literaria que los hace perdurar. No son un análisis político inmediato, rápido y fulgurante para salir mañana y ya está. Tienen este trabajo con el lenguaje o con el humor que hace que los puedas seguir leyendo pasado el tiempo. Es como volver a las crónicas de Wenceslao Fernández Flórez; son de 1912, no sabes de quién habla, no sabes nada de la política de hace ciento y pico años, pero te descojonas. Escribo este libro para que dentro de cincuenta años lo encuentren en saldos y digan, «¡Ah! ¡Mira qué gracioso!».
P. La primera parte de ‘Cuando el Vips era la mejor librería de la ciudad’ está dedicada a la cuestión de escribir y leer, a la literatura. La última parte, los más recientes, a temas políticos. ¿La literatura ha dejado de interesar? ¿La política lo ha fagocitado todo?
-Que la literatura no interesa es evidente. Yo no hacía artículos sobre libros muy conocidos, como el Premio Planeta o los clásicos. Escribía sobre libros pequeños que me gustan. Y, en realidad, ni siquiera eso. Escribía sobre un libro que me diera para un tema, con lo que tocaba la actualidad. Si el libro trata sobre el campo, y yo soy de un pueblo de Segovia, trato ese libro para hablar de lo que pienso sobre la diferencia entre campo y ciudad o lo que sea. Pero sí es verdad que la política ahora lo es todo. Años ha, una editora dijo que la política era el nuevo indie. Yo creo que ya ni eso. Ahora la política es el Apocalipsis. Pedro Sánchez viene de una concepción de la política ya no como puro espectáculo, lo que siempre fue, sino como pura falsedad. Dentro de lo horrible que ha sido, la pandemia y el confinamiento han resultado muy interesantes.
P. Ha dado tiempo a que entre en la selección un artículo sobre el coronavirus: ‘Las mujeres y el coronavirus: tontas, víctimas y bikinis’. ¿Es posible publicar un libro hoy que no hable del coronavirus?
R. Ese artículo ha entrado porque le gustó mucho a mi editora, Eva Serrano. Ella insistió. En septiembre no sé yo pero creo que va a abundar la novela sobre el coronavirus. No sé por qué. No sé por qué la gente va a querer leer tu diario del encierro, tu experiencia sobre el encierro. Pero, para septiembre, en principio, un escritor serio no debería tener un libro sobre esto.
Tienes fama de escritor polémico. Y en tus artículos eres muy crítico con la izquierda. En uno de ellos afirmabas que el mundo de la literatura es ‘de izquierdas’ y que se marginaba a quienes mostraban opiniones más conservadoras. ¿Es experiencia propia?
– No especialmente. Porque yo estoy muy metido en mi casa, literalmente. Desde que fui padre en 2016 y luego repetí en 2019, los hijos, gracias a Dios, me han sacado de la vida social del mundo de la literatura. En ese sentido, estoy en mi casa diciendo lo que me da la gana y no atiendo ni a lo que me dicen en Twitter. Tengo la sensación de que a veces la gente piensa que soy de derechas o, directamente, facha —porque ahora todo el mundo es facha—, pero muy vagamente. No me afecta ni me interesa. Pero lo que sí es cierto es que en el mundo cultural la gente tiene que ser de izquierda. Que me parece bien, porque me suelo sentir de izquierdas —bueno, ahora no me siento de nada—, pero es ridículo que una chica que diga que se siente conservadora (en alusión a Russian Red) tenga que ser excluida de promociones y festivales.
P. También cuentas que los escritores políticamente más críticos son los que se quedan sin becas ni premios de los ayuntamientos.
R. A mí nunca me han dado una beca. Bueno, un premio de cuentos del Ayuntamiento en 2001. No soy el perfil de persona a la que le dan una beca: hace falta ser buen chico o buena chica, muy obediente y muy pelota y muy buen relaciones públicas. Veo a gente infinitamente mediocre que recibe becas una detrás de otra. Te das cuenta de que el dinero público para la cultura no es ni siquiera demócrata (…)
¿Sufre mucho la industria editorial la tiranía de los seguidores y las redes sociales?
-Elvira Sastre tiene ciento y pico mil seguidores en Twitter, que es una burrada. Desde el punto de vista comercial, de los números, es una operación bastante lógica publicar a alguien así porque sabes que te va a vender diez mil libros. Aunque no tengo tan claro que se miren tanto los seguidores. Ni si tener tantos seguidores signifique que vas a vender muchos libros. Pero sí es cierto que cuando los números son una locura, más que un desconocido vas a vender. La Feria del Libro se hace para humillar a los escritores y a la literatura. Cuando yo empecé a saber que existía, la humillación la ejercían los cocineros. Arguiñano tenía una cola de aquí al Paseo de los Coches, y el escritor más literario no tenía a nadie. Ahora son los youtubers, los presentadores de televisión…
La industria editorial es difícil entender cómo no quiebra toda entera. Yo no me creo los índices de lectura en España ni el informe falso de la Unión de Editores. En España leen muchos menos de los que dicen. La gente no lee. Si no lee no se compra. Resulta que las pequeñas editoriales publican un libro, les dan dinero y, para no tener que devolver ese dinero, publican más libros y más libros y más libros. Simplemente se publica porque no puede pararse la maquinaria. Además, en el mundo editorial no lee nadie. (…)
¿Solo publican ahora los famosos? ¿Solo ganan premios los famosos de la televisión?
Eso es la punta del iceberg de la industria. Eso es lo más criticado, pero me parece lo menos criticable. Lo triste es que a una tía que escribe un manuscrito de puta madre y no conoce a nadie en el mundillo y simplemente lo manda por mail o correo a una editorial, nadie le hace caso porque no es amiga de nadie. (…)
Y te molesta…
-Mi actitud actual con el arte es que, en realidad, me gusta. Me gusta mucho. Me gusta leer. Me gusta escribir. Y todo lo demás es irrelevante. No es una pose. (…) Soy el único columnista que hace monólogos ‘stand up’ en la columna. Y soy el único crítico literario —¡te reto a que lo compruebes!— que ha citado las bibliotecas públicas. No existen. Para los escritores no existen. Para los críticos no existen. Para los lectores no existen. ¡Es alucinante! Imagínate que hubiera en Madrid un lugar en el que te dieran tabaco gratis. Todo el mundo iría a ese lugar a coger tabaco gratis. Es fascinante que no tengan más peso, porque no tiene sentido comprarse un libro que no te gusta y que no vas a leer. La gente tiene llena la casa de libros absurdos que ni siquiera le gustaron y ni siquiera abrió.(…)
¿Qué has descubierto durante el confinamiento?
– A mí el encierro me ha servido como experimento sociológico para comprender muchas cosas. La dictadura de Franco me la ha explicado entera. Los españoles estuvieron 39 años sometidos a un régimen dictatorial que, visto desde nuestra democracia o de las generaciones posteriores, parecía a causa de haber sido unos pringados o unos cobardes. Pero ahora me he dado cuenta de lo fácil que es someter a un pueblo. Tú puedes decir «no, es que hay una pandemia», pero si una estructura superpoderosa, que es la que existe, se inventa que nos van a invadir los franceses o que va a haber una invasión galáctica, y te ponen cuatro expertos muy tiesos y solventes a decirte que no salgas de casa porque va a caer un meteorito, la gente obedece. Es acojonante. Me fascina la facilidad con la que puedes pastorear cuarenta y siete millones de personas. Yo pensaba que iba a haber disturbios, asaltos… pero no. La pandemia es real, pero, si no fuera real, también funcionaría. (…)
Entrevista completa https://www.elconfidencial.com/cultura/2020-06-07/entrevista-alberto-olmos-mejor-libreria-vips_2621520/