11 noviembre, 2025
El Accidente Cerebrovascular (ACV) es una de las principales causas de muerte y discapacidad en el país. Especialistas advierten que el reconocimiento temprano de los signos puede salvar miles de vidas cada año.
En Argentina, cerca de 120.000 personas sufren un Accidente Cerebrovascular (ACV) cada año. De ellas, alrededor de 40.000 pierden la vida, según datos del Observatorio del Congreso de la Nación. Se trata de una emergencia médica que ocurre cuando el flujo de sangre al cerebro se interrumpe o disminuye, impidiendo que las células reciban oxígeno y nutrientes.
En cuestión de minutos, el tejido cerebral comienza a dañarse, por lo que reconocer los síntomas y actuar con rapidez puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Cuanto antes una persona reciba atención médica, mayores son las posibilidades de recuperación y menores las secuelas.
El ACV puede presentarse de dos formas principales. El isquémico, que representa cerca del 80% de los casos, ocurre cuando una arteria que lleva sangre al cerebro se obstruye. En cambio, el hemorrágico se produce cuando un vaso sanguíneo se rompe y provoca sangrado dentro o alrededor del cerebro, generando presión y daño neuronal.
Ambos requieren atención médica inmediata. “Cada minuto sin atención, el cerebro pierde cerca de 1,9 millones de neuronas”, explicó la Dra. Valeria El Haj, directora médica de OSPEDYC, quien remarcó la importancia de actuar sin demora.
El protocolo que sigue un paciente ante un ACV se conoce como la “cadena de vida”. Comienza con el reconocimiento de los síntomas, continúa con el llamado inmediato al servicio de emergencias (107 o 911) y culmina con el traslado a un centro médico preparado para diagnóstico y tratamiento especializado.
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“Todo comienza con el reconocimiento de los signos de alarma. La rapidez con la que se actúe puede definir el resultado del tratamiento”, señaló El Haj. Los estudios de imágenes —como tomografías o resonancias— permiten determinar el tipo de ACV y definir el abordaje médico adecuado.
Con el objetivo de aumentar la conciencia social, en Argentina se impulsa la campaña “HaBraSo”, una iniciativa que enseña a identificar los síntomas del ACV de forma simple:
– HA (Habla): pedirle a la persona que repita una frase. Si tiene dificultad, podría ser un signo de alerta.
– BRA (Brazos): solicitar que levante ambos brazos. Si uno cae o no puede sostenerlo, hay que actuar rápido.
– SO (Sonrisa): pedirle que sonría y observar si la sonrisa es simétrica. Si un lado del rostro se ve caído, podría estar sufriendo un ACV.
“A veces, la diferencia entre la vida y la muerte está en que alguien reconozca lo que ocurre y actúe sin dudar”, afirmó Ailín Catalá, jefa de Comunicación Institucional de OSPEDYC. “En salud, la información tiene poder: cuando una comunidad sabe qué hacer, puede salvar vidas”.
El tratamiento varía según el tipo de ACV. En los casos isquémicos, el objetivo es restablecer el flujo sanguíneo lo antes posible, mediante medicación trombolítica o procedimientos como la trombectomía mecánica. En los hemorrágicos, se busca controlar la presión arterial y reparar el vaso dañado.
La recuperación no termina en el hospital. La rehabilitación temprana y el acompañamiento de un equipo multidisciplinario son claves para recuperar funciones motoras, cognitivas y del lenguaje. Cuanto antes se inicie el proceso, mejores son los resultados.
Aunque el ACV puede sorprender, la mayoría de los casos son prevenibles. Los principales factores de riesgo incluyen la hipertensión arterial, el tabaquismo, la diabetes, el colesterol elevado, el sobrepeso, la inactividad física y el consumo de alcohol o drogas.
“Actuar a tiempo salva vidas, pero prevenir es aún más poderoso”, destacó la Dra. El Haj. Mantener una alimentación equilibrada, realizar actividad física y controlar la presión arterial son medidas simples que pueden reducir drásticamente el riesgo.