26 noviembre, 2020
La despedida de -quizás- el ídolo deportivo más popular de la historia empezó bien pero se empañó por el desborde que se generó cuando muchos de la multitud se dieron cuenta de que no iban a poder darle el último adiós y un operativo de seguridad ineficaz quedó al descubierto.
La gente empezó a llegar a la Plaza de Mayo muchas horas antes del horario programado para la apertura de las puertas en Casa Rosada.
La jornada empezó a las 6.00 con un incesante peregrinar de personas que habían pasado la noche en vilo, además de una mezcla de dolor, bronca, lágrimas y también de alegría.
Con total normalidad, miles y miles de fanáticos y fanáticas de todas las generaciones ingresaron al Salón de los Patriotas Latinoamericanos para en esos pocos segundos agradecer y expresarle todo su amor al eterno capitán del seleccionado argentino.
Cientos de banderas de todos y cada uno de los clubes del fútbol argentinos le dieron color a las inmediaciones de la Plaza de Mayo que lucía su bandera a media asta y la fachada de la Casa Rosada, con un gigante crespón negro.
En las inmediaciones de la Plaza de Mayo, el clima era de dolor pero también de fiesta ya que los condimentos eran los mismos que se observan en las manifestaciones populares con venta callejera: todo tipo de souvenir, más los clásicos chorizos y bondiolas a la parrilla.
Los cánticos de «Maradona fue más grande que Pelé», «El que no salta es un inglés» y la canción homenaje que le compuso el cordobés Rodrigo cortaban ese silencio respetuoso que predominaba durante la mañana.
«Es un día tristísimo, se murió el fútbol. Maradona era único. Quizás no era el mejor jugador, pero te emocionaba. Era Dios», dijo un fanático con la camiseta de Boca en medio de la extensa fila.
«Maradona es el corazón, el amor, la lucha. Nadie lo podrá igualar. Millones de personas de todo el mundo lloran a una sola persona», expresó otro con la River.
«Unió a todas las grietas. Es el artesano de todo este amor», resumió otro que no paraba de llorar desde que se enteró de su muerte el miércoles pasado el mediodía.
«La gente que lo criticó no dimensiona lo que fue Maradona. El amor a Maradona me lo transmitió mi papá y yo se lo transmito a mi hijo», confesó una mujer con su pequeño de unos ocho años a su lado.
«El Diego es Argentina, es un pedacito de cada uno de nosotros», consideró un hombre que fue testigo de sus goles en México 1986.
«Argentina no sólo pierde al ídolo, pierde la voz que tenía el pueblo cuando estaba mal. Perdimos al capitán de la Argentina», amplió otra señora.
Pasado el mediodía, la multitud comenzó a crecer y se preveía que toda esa gente no iba a poder ingresar antes de las 16.
Cerca de las 13, la policía de la Ciudad de Buenos Aires formó un cordón en todo el ancho de la Avenida de Mayo para cortar el ingreso principal del público al perímetro de la Plaza de Mayo.
Luego de varios minutos de tensión en el cordón, los efectivos avanzaron sobre la gente y, para dispersar, utilizaron balas de goma y gases lacrimógenos.
Más cerca de la Casa Rosada todavía se desarrollaba todo con normalidad pero ese punto de conflicto terminó en una locura con desborde y descontrol.
La arrolladora llegada de la caravana de hinchas-barras de Gimnasia y Esgrima La Plata fue uno de los puntos claves para que la situación se desmadrase en las cercanías de la puerta de Balcarce 50.
Con la explosión de los fuegos artificiales empezaron las corridas y las avalanchas y la gente que estaba hace horas esperando por ingresar perdió su lugar.
Pasadas las 15 se anunció que el velatorio se extendía hasta las 19 pero casi en simultáneo se cerraron las puertas de la Casa Rosada y el desborde fue total.
En la otra punta, la policía volvió a reprimir y a dispersar a la gente que se había quedado con la ilusión de poder entrar, luego de enterarse que se había extendido el horario del velatorio.
Luego de varios minutos de tensión y violencia, los efectivos liberaron el cordón de ingreso a la Plaza de Mayo pero ya todo había terminado. Adentro de la Casa Rosada, el cajón de Diego ya había sido preservado y la gente hasta invadió el Patio de las Palmeras.
Afuera, el pueblo seguía firme porque quería despedir a su ídolo y rodeó la Casa Rosada a la espera de la salida del cortejo fúnebre.
Casi doce horas después, cerca de las 18, el cuerpo de Diego salió de Casa Rosada hacia el cementerio de Bella Vista. La salida fue más organizada pero no dejó de ser caótica.
Cientos de motos acompañaron al cortejo fúnebre por todo el camino y miles de personas a la vera de las autopistas se reunieron para dar el último adiós.
En la Plaza de Mayo la mayoría de la gente desconcentró pero un grupo se quedó y armó un «picadito» para homenajear al ídolo.
*AT