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18 noviembre, 2025

«El sueño (La cama)»: la pintura de Frida Kahlo que podría romper un nuevo récord mundial

«El sueño (La cama)» de Frida Kahlo podría romper récord mundial en Sotheby’s, reafirmando su lugar como símbolo entre la vida, la muerte y el arte moderno. Detrás del ícono se encuentra una artista que pintó su dolor, su cuerpo y su muerte con una honestidad feroz.

Por Mateo León/PS*

Una de esas imágenes —“El sueño (La cama)”, pintada en 1940— está a punto de reescribir la historia del mercado del arte.

La obra será subastada en Sotheby’s Nueva York el próximo 20 de noviembre, con un precio estimado entre 40 y 60 millones de dólares. Si alcanza el límite superior, superaría el récord actual de una artista femenina, establecido en 2014 por Georgia O’Keeffe con “Jimson Weed / White Flower No. 1” vendida en 44.4 millones. También podría romper la marca personal de Kahlo, cuya pintura “Diego y yo” alcanzó 34.9 millones en 2021.

Un sueño entre la vida y la muerte

En “El sueño (La cama)”, Frida yace sobre una cama con dosel suspendida en un cielo pálido.

En “El sueño (La cama)”, Frida yace sobre una cama con dosel suspendida en un cielo pálido. De su cuerpo brotan enredaderas verdes que parecen sostenerla con un hilo de vida incierto. Sobre el dosel, un esqueleto armado con dinamita y flores reposa inmóvil, como si velara el tránsito entre el sueño y la muerte. La artista dormida parece pequeña, casi vulnerable, mientras el esqueleto domina la escena con una ironía trágica y festiva.

El motivo no era ajeno a su vida cotidiana. Frida realmente dormía bajo un esqueleto de papel maché —símbolo mexicano de la muerte domesticada— colgado sobre su cama. Para ella, la cama era el escenario de toda existencia: allí sufrió su accidente, pintó sus autorretratos, amó y resistió. En esa superficie se cruzaban el nacimiento, el placer y la muerte: los tres actos del cuerpo humano.

Entre el surrealismo y la realidad mexicana

La pintura pertenece a la etapa más intensa y madura de Kahlo, entre finales de los años 30 y principios de los 40, cuando su vida sentimental con Diego Rivera y sus padecimientos físicos coincidían con el auge internacional del surrealismo. Aunque Frida rechazaba la etiqueta surrealista —“yo no pinto sueños, pinto mi realidad”, decía—, su obra dialoga con el movimiento de André Breton por su carga simbólica y su exploración del subconsciente.

Julian Dawes, vicepresidente de Sotheby’s Américas, lo describe como un “autorretrato psicológico en el apogeo de sus poderes”. La pintura combina lo onírico y lo tangible: las nubes representan el sueño, las enredaderas la vida, los explosivos la amenaza constante del dolor. El esqueleto, conectado con cables, recuerda a los Judas que se queman en la Semana Santa mexicana, acto ritual que simboliza la destrucción de las energías negativas.

Una obra en un mercado de resurrección surrealista

El interés global por el surrealismo vive un nuevo auge. Según datos de Sotheby’s, la participación de este género en el mercado del arte creció del 9.3% al 16.8% entre 2018 y 2024. Obras como “L’empire des lumières” de René Magritte se vendieron por más de 121 millones de dólares. Este renacer no es casual: los paralelismos entre los años 20 del siglo pasado y los de este siglo —crisis, pandemias, guerras, incertidumbre— reactivan la necesidad de explorar el subconsciente y las imágenes del sueño.

En ese contexto, “El sueño (La cama)” ocupa un lugar único. No sólo por su rareza —una de las pocas obras importantes de Kahlo fuera de México—, sino porque encarna el equilibrio entre lo íntimo y lo universal: la enfermedad convertida en mito, el dolor transformado en poesía visual.

Frida, entre los vivos y los muertos

Frida Kahlo pintó con el cuerpo y desde el cuerpo. Su accidente de juventud, las cirugías que la inmovilizaron y los años pasados entre corsés ortopédicos no apagaron su deseo, sino que lo transformaron en un lenguaje pictórico radical. “El sueño (La cama)” condensa ese legado: una artista que convirtió el sufrimiento en un puente entre mundos, y que enseñó que la fragilidad también puede ser fuerza.

Mientras la pintura viaja por Londres, Abu Dabi, Hong Kong y París antes de llegar a Nueva York, el mercado se prepara para otro récord. Pero más allá de la cifra, lo que vuelve a Frida inmortal es su capacidad de seguir mirándonos desde el lienzo con la serenidad de quien ha hecho las paces con la muerte.

*PS