28 julio, 2023
En las elecciones de medio término de 2021 fue posible observar un nuevo comportamiento político electoral que se convierte en uno de los factores que permite explicar la baja participación que caracteriza los comicios de este año.
Se los identifica como «votantes en transición» y en realidad son un alto porcentaje de vecinos que determinan tres categorías ya en medición: los que afirman que votarán en blanco, los que aseguran que están convencidos que no irán a votar y los clásicos indecisos. Según una encuesta del CEOP este segmento redondea un 18 por ciento a nivel nacional y es precisamente el universo que se están disputando las fuerzas que más polarizan.
En Chubut, según sondeos de hace unos meses, los que votarían en blanco, impugnarían su voto o no concurrirían al acto electoral sumarían un 14%, mientras que los indecisos aún son un elevado porcentaje alcanzando casi un 8%. Esto, sobre 442 mil electores habilitados, se traduce en casi 35 mil personas aún ‘dudosas’.
Es un valor para nada despreciable, que se convierte en el ajuste fino de la predicción del resultado electoral. De allí que los bombardeos mediáticos por redes sociales apuntaran en la recta final a producir efecto shock y una definición de ese universo ‘descreído’ y aun no fidelizado que puede ser definitivo en una elección sumamente polarizada.
Evidentemente sobre la oferta política hay fuertes reclamos ciudadanos de las cada vez mas chicas mesas de decisiones y de los desdibujados partidos políticos que terminan derivando en raras coaliciones y alianzas meramente electoralistas.
Sobre esa ‘escasa’ oferta además hay que analizar las campañas electorales propiamente dichas, que son rituales de persuasión. Como dice Martín Salgado Lourdes, ese intento de persuasión se lleva a cabo a través de una serie de estrategias de comunicación en la que se mezclan personalidades y cuestiones políticas. El que busca persuadir realiza una “recomendación” y esta consiste básicamente en que el elector vote por un candidato y no vote por otro es decir que se busca influir.
El influir en la conducta de los votantes no se circunscribe solamente a la “conversión” de los mismos, sino que se extiende a otras formas de persuasión como es por ejemplo el reforzar o fortalecer las actitudes existentes, formar una respuesta (la decisión del indeciso), activar (llevar a quienes ya mantienen la actitud deseada a que actúen según su dictado) y desactivar (hacer que la gente pierda interés y no participe).
En Chubut hubo de todo por estos días y requerirá un merecido análisis posterior, cuando la fórmula entre candidatos más o menos potables y campaña mejor planteada termine volcando los números definitivos este domingo.
¿Qué puede hacer que un indeciso se termine decidiendo antes de llegar al cuarto oscuro y cuando ya rige la veda electoral? Según los expertos en psicología que abordan la conducta de las personas, la indecisión «es la falta de determinación ante una situación, vivida como conflictiva, que nos impide tomar una decisión de forma afirmativa, segura y tranquila.
Esta indecisión ‘hasta último momento’ puede ser un rasgo de la personalidad en sí mismo, pero en casos vinculados a estos procesos sociales y públicos suele estar absolutamente relacionado con la frustración propia y de la mayoría proyectada en la política y los referentes públicos.
De allí que mucho de esto se termina definiendo en función de la influencia que el indeciso termina recibiendo de los seres que más confianza le aportan, o finalmente obedeciendo un impulso o ‘escuchando su propia intuición’ . Sin dudas, esta creciente población de indecisos también es un nuevo fenómeno político que no se debe soslayar, muy vinculado a la ruta digital hacia el poder que adopta sobre todo el universo más joven de votantes, y que comenzó a recortar certezas de cálculo a los laboratorios electorales de manera contundente.