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30 noviembre, 2025

El Peronismo: un hermoso recuerdo o una apuesta a futuro

¿Se mantendrá la máxima de Julio Bárbaro acerca de que “el Peronismo es solo un hermoso recuerdo”? Frente a la fragmentación política actual, creo que la pregunta tiene algo de actualidad, salvo que nos resignemos a la existencia de “un partido único”.

Por Sergio Marcelo Mammarelli*

¿Domiciliaria o casa de gobierno? El dilema de no convertir a Cristina en una presa VIP

La prisión domiciliaria de Cristina Fernández de Kirchner no es sólo un asunto judicial. Es el inicio de un nuevo conflicto político, simbólico y cultural: cómo encerrar a quien aún tiene millones de seguidores sin que parezca que no se la encierra del todo. El país ingresa así en terreno inédito: el de una vicepresidenta que fue jefa de Estado, con condena firme, pero aún con capital político. Si algo enseña la historia argentina es que la cárcel no siempre debilita al poder, muchas veces lo mitifica. El Perón de Puerta de Hierro fue más peligroso que el que gobernaba; la cárcel de Menem en Don Torcuato lo volvió presidenciable; y ahora, si no se maneja con precisión quirúrgica, la «cárcel con vista al Calafate» puede terminar siendo una escenografía heroica para la víctima construida por la épica K.

La pregunta, entonces, no es sólo si corresponde la prisión domiciliaria, sino cómo debe ser esa prisión domiciliaria para no convertirse en un spa político ni en una oficina de operaciones. La prisión domiciliaria no es un beneficio. Es una modalidad de cumplimiento de una pena, en función de la edad, salud o condiciones personales. Pero sigue siendo una pena. Y como tal, debe ser restrictiva de derechos, aunque no humillante. Lo que no puede ser es una cárcel con agenda política, donde se diseñan oposiciones, discursos, resistencias. Si eso ocurre, no solo será una burla al fallo judicial. Será una nueva ofensa a la ya maltrecha representación institucional.

¿Y si el Peronismo no fuera la respuesta… pero tampoco hubiera otra?

Argentina transita un tiempo extraño. En apariencia, hay un gobierno con el viento a favor, con mercado en calma, reservas creciendo y un discurso que, a fuerza de golpes, empieza a encontrar su eco en los convencidos. Pero esa es solo la superficie. Debajo, late una pregunta incómoda: ¿es el Peronismo la única oposición real que queda? ¿O estamos, sin asumirlo aún, frente al nacimiento de un partido único sin adversarios, como en los regímenes autoritarios que decimos no envidiar? Y si fuera así… ¿qué es hoy el Peronismo?

No hay duda que el Peronismo en la actualidad es un movimiento político fragmentado y en crisis, que busca redefinir su liderazgo e identidad tras la derrota electoral de 2023. Hasta acá, no dijimos nada nuevo ni revelador. Sin embargo, la pregunta de Julio Bárbaro me sigue haciendo ruido. Si es solo un recuerdo, porqué todavía se alzan con poco más del 30% del electorado en nuestro país? Si contradecimos a Bárbaro y admitimos el dato electoral, seguimos con la pregunta, ¿qué es el Peronismo hoy? Acaso es solo el Peronismo de la Provincia de Buenos Aires, que por su peso específico y la superpoblación de dirigentes simula constituir la “cara nacional” del movimiento. Así pareciera, sino no se explica que todavía Cristina Kirchner pueda seguir liderando ese espacio.

Sin embargo, en una vuelta más de rosca y pensando a nivel nacional, no puedo escapar a la siguiente pregunta: pueden seguir en el tablero dirigencial del Peronismo, apellidos como Massa, Capitanich, relacionado con el reciente condenado “Clan Sena”, el eterno “Gildo Infran”, el impresentable de Insaurralde o el increíble “Máximo”, por citar apenas algunos. Pero mi duda aún es mayor. ¿Puede Kiciloff alzarse como la figura joven, fresca y renovadora de un nuevo “pan Peronismo”, simplemente porque no tiene antecedentes penales pese a estrellar la provincia de Buenos Aires, en un océano de endeudamiento, inseguridad y precariedad en todo sentido?

Un movimiento sin cuerpo

La maquinaria que supo encarnar la movilidad social, la obra pública y los derechos laborales hoy se presenta como un esqueleto sin músculo. Ni doctrina unificada ni conducción clara. Cristina ausente, Massa evaporado, gobernadores jugando a la supervivencia provincial. Los sindicatos, apenas resistiendo la ofensiva liberal sin plan de contraataque. Y la militancia… la militancia ya no moviliza, solo comenta en redes. Sin embargo, siguen ahí. Porque, aunque el Kirchnerismo esté en retirada, el Peronismo como identidad sigue presente. No por fuerza, sino por falta de alternativas. Como quien guarda una foto vieja no por nostalgia sino porque no tiene otra cosa que colgar en la pared.

Si acudimos al diagnóstico de nuestro querido Andres Malamud acerca de la fragmentación política actual, el Peronismo todavía tiene revancha frente a los desaparecidos partidos nacionales como el Radicalismo y el Pro. El primero porque, según él, sigue vendiendo “democracia” como promesa, cosa que se alcanzó con Alfonsín y el Pro, que quedó sepultado por los libertarios, salvo un nicho reducido de “ñoños republicanos” que siguen resistiendo. En cambio, el Peronismo conserva un producto que ningún otro ofrece en el mercado: la justicia social, que siempre será apetecible.

Con estas dudas, desafiemos a Don Julio Bárbaro e intentemos delinear lo que observo como características del Peronismo actual.

La primera conclusión, es que es un “movimiento dividido”, muy lejos de poder ser un bloque monolítico. Incluye diversas facciones como el Kirchnerismo (ala de centroizquierda), el Peronismo federal (de centroderecha) y otras expresiones de la ortodoxia peronista. Esta división interna, si bien es vieja, impide una fuerza unificada y de representar a la mayoría del pueblo.

La segunda observación, es la “pérdida de representatividad”. Tradicionalmente el Peronismo ha sido un movimiento populista con una fuerte conexión con la clase trabajadora y los sectores más desfavorecidos. Sin embargo, la victoria de Javier Milei en 2023 desafió y le ganó ya dos veces esa representación histórica.

Qué decir, entonces, de los problemas internos. Desde hace décadas, el movimiento ha priorizado sus conflictos internos y disputas de liderazgo por encima de la interpretación de las necesidades sociales y económicas del país.

Por último, su desafiante continuidad de los pilares históricos. Sin darse cuenta de los desafíos del Siglo XXI, el Peronismo sigue sustentándose en los conceptos de justicia social (reducción de desigualdades), independencia económica (desarrollo nacional) y soberanía política (no injerencia extranjera), de hace más de 50 años. Mi síntesis es clara, no es que sea malo, simplemente es viejo.

Sin perjuicio de todo esto, el Peronismo se mantiene en la confrontación. Frente al Gobierno de Milei, el Peronismo se ha posicionado en gran medida en la oposición, aunque le resulta casi imposible articular propuestas concretas más allá de oponerse. No hay duda de que el cachetazo de la derrota electoral de 2023 y la reciente nueva paliza, provoca un replanteamiento. Sin embargo, ese planteo es muchísimo anterior. Algunos le llaman el necesario «duelo» para aceptar el nuevo escenario y recuperar los ejes de su nueva propuesta. Los menos optimistas se acercan a la idea de Julio Bárbaro, con cierta nostalgia, pero realismo. En fin, la victoria de Milei ha exacerbado las divisiones existentes, revitaliza viejas disputas y planteos, le pone fin a una dirigencia derrotada electoralmente, mientras que todo ese ruido, en palabras del General, tal vez sea signo de que los peronistas se están reproduciendo.

La ilusión de Milei: ¿único, eterno, invencible?

Enfrente, Javier Milei construye su poder sobre un vacío. No hay partidos que lo contengan ni oposición que lo incomode. Solo la economía, los mercados y su propio carácter. Su proyecto se parece demasiado a un experimento sin contrapesos. Por eso, el “éxito” de su Gobierno —si llegara— no sería mérito propio, sino resultado de una anomalía política: no tener adversarios. Y eso, en una república, más que una virtud es una falla del sistema.

Pero el problema de no tener adversarios es que, en algún momento, habrá que crearlos. ¿Contra quién se hará campaña en 2027? ¿Quién será “la casta” si la casta ya vota las leyes que Milei necesita?

Una fragmentación peligrosa

En este contexto, la fragmentación es total. Cada provincia juega su propio juego. Córdoba vota como país aparte. Buenos Aires implosiona. La Patagonia se entrega al petróleo no convencional, al gas y al olvido. No hay un proyecto de país; hay 24 proyectos sueltos. Ni la economía ni la política ni el Peronismo logran hilvanar una narrativa nacional. Renacionalizar Argentina parece, hoy, una utopía. ¿Con qué herramientas, si no hay partidos nacionales, ni sindicatos fuertes, ni medios que construyan sentido común compartido? ¿Qué modelo de país puede surgir de esta anomia? ¿Y cuánto más puede degradarse este proceso sin romperse del todo?

¿Qué hacer con el Peronismo?

Coincidiendo con Fontevecchia, Cristina es el peor lastre que hoy tiene el Peronismo, aunque es el mayor activo que tiene el Presidente Milei. Su definitivo retiro de la vida política argentina será tal vez el mayor desafío del Peronismo actual. Es la única forma que desaparezca la polarización nociva de Kirchnerismo /anti-Kirchnerismo que entre otras cosas permitió los dos triunfos de Milei. En ambos casos, su triunfo fue emocional. En el primero (2023), triunfó la bronca y en el segundo (2025), el miedo. El Peronismo debe evitar que otra emoción se acumule en el 2027. Pero para eso, deberá jubilar a Cristina precisamente para no jubilar al Peronismo.

El Peronismo ya no puede ser lo que fue. Pero tampoco puede desaparecer sin dejar un hueco peligroso. Tiene que dejar de ser un club de nostálgicos y convertirse en una plataforma de futuro. Recuperar su vocación de mayoría sin convertirse en secta. Volver a hablarle al trabajador, al pequeño productor, al comerciante, al que sueña con un país que funcione. No para volver al pasado, sino para construir algo nuevo. Con liderazgo, pero sin mesianismo. Con ideas, no con relatos. Tal vez, solo tal vez, ahí esté la clave: dejar de esperar que el Peronismo vuelva a ser lo que fue, y empezar a construir lo que puede ser. Porque si no es el Peronismo… ¿qué otra cosa queda?

 

*Abogado laboralista; ex Titular de la Catedra de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad Nacional de la Patagonia, autor de varios libros, ex Ministro Coordinador de la Provincia del Chubut